martes, 30 de diciembre de 2008

HERMANDAD, SOLIDARIDAD Y CONCORDIA




Playing For Change: Song Around the World | Stand By Me from Concord Music Group on Vimeo.

Mi buena amiga Cristina me ha enviado desde Amsterdam este vídeo que no quería quedármelo para mí solo, por su bello ejemplo de hermandad, solidaridad y concordia entre los seres humanos, sin distinción de culturas, etnias, razas, religiones, color de piel ni ninguna otra distinción.

Muchas veces me pregunto: ¿Es que el alma tiene color, tiene sexo, tiene nacionalidad,...? No. El alma humana creo que es la misma en todos los seres humanos y, por eso, creo que este pequeño vídeo es una muestra de lo que debería ser nuestra meta para el próximo año, y para todos los siguiente también, porque mantengo mi esperanza en la Humanidad, y para ella hago mi humilde trabajo.

Sé, y sueño, que un día recuperaremos la alegría y la hermandad, tal como dijera en su poema el poeta Schiller, al que pusiera alas la mágica música de Beethoven en su última sinfonía:

¡Alegría, hermosa chispa de los dioses
hija del Elíseo!
¡Ebrios de ardor penetramos,
diosa celeste, en tu santuario!
Tu hechizo vuelve a unir
lo que el mundo había separado,
todos los hombres se vuelven hermanos
allí donde se posa tu ala suave.


sábado, 27 de diciembre de 2008

NACIMIENTO DEL NIÑO

 
Sin casa,
en un ruinoso pesebre,
lejos de la ciudad,
de los hombres ilustres,
al calor de una mula y un buey,
bajo alas de ángeles luminosos
acunado por su amorosa madre,
honrado solo por humildes pastores
y magos venidos del lejano oriente
nace, en lo profundo del invierno,
en el frío, la oscuridad y el olvido mundano
un Niño.
El Sol está en su mirada,
la Luna en su paz,
la Tierra en los brazos que lo acunan.
La estrella dirigen las galaxias,
los magos ofrecen sus presentes:
El oro del poder divino
El incienso de los puros espíritus
La mirra de la sabiduría real .
Y sola,
y sin su nido,
volará el águila
al encuentro del Sol...

lunes, 22 de diciembre de 2008

SOL INVICTI



















     

      
       ¡Lux in tenebris lucit!
       y una estrella, sol, surgió.
       En mi cabeza tronó,
       fuerte y claro: ¡tempus fugit!
       
       Un remolino fugaz,
       un torbellino de luz,
       de nieves enorme alud,
       lluvias inmensas en haz.
       
       Del Rey alzado, sereno,
       mudo vi su majestad,
       su fuerza, su potestad,
       el imperio de su trueno.
       
       Hoy será un día nuevo,
       -sonó en todos los confines-,
       la luz nace y se define.
       El Sol saldrá de su huevo.
       
       Su victoria nos conforta,
       Eros vive en nuestro pecho,
       rompe en briznas nuestro techo,
       y la nada, nada importa.
       
       Somos nuevos, nuevos hombres,
       un Sol nuevo nos alumbra,
       ¡salgamos de la penumbra!,
       ¡no olvidemos nuestros nombres...!
       
       

domingo, 21 de diciembre de 2008

jueves, 18 de diciembre de 2008

EL HOMPRE Y SUS LEYES
























     
       Recuerdo un amigo que tuve, buscador extraño, pensador ácrata, buceador en hombres y en mujeres, hombre seductor sin duda, que me llamaba siempre “ratón lujurioso”.
       
Lo de lujurioso lo entendía bien, porque reconozco que lo era, aunque debo confesar que ejercí pocas veces de tal, ya que siempre, en su momento, me ganaba el sentimiento a la pasión. Y siempre tuve más amores que amantes. Pero lo de ratón no llegué a asimilarlo, quizá porque así como hay espejos para el cuerpo no los hay para el alma, y tan fácil a veces es ver al prójimo como difícil es verte a ti mismo. Así que lo de ratón lo estoy madurando todavía.
       
       También tengo una amiga que, entre mis risas, me contaba que clase de animal era cada persona que conocíamos. Así, me decía, por ejemplo, fulano es un hipopótamo, mengano un conejito, zutana una mariposa, etc. etc. Y me reía porque, efectivamente, yo también los veía así. Cada persona puede identificarse con un animal, por su carácter, por su manera de hacer, por su forma corporal y por su manera de sentir o de pensar.
       
       Y hoy hablaba con otra antigua amiga, como siempre de lo divino y de lo humano. De libros, de películas, de todo un poco. Y cuando me contaba la trama de un libro, del que ahora no recuerdo el título, mencionó aquello tan repetido de “nada ocurre por casualidad” y lo otro de “todo acto tiene su repercusión en el Universo”. A raíz de ello entramos en profundidades, y llegado un punto en que yo le decía que no todos los hombres estamos regidos por las mismas leyes, por lo que es peligroso inculcar a todos las mismas enseñanzas, y llegó un momento en que le dije: 
       
       ¿Qué es el hombre? No hay un hombre como tal. Hay muchos hombres. No se le pueden aplicar las mismas leyes a Napoleón que a Juanito, ni a Gandhi que a Pepito. Sería criminal hacer a Pepito ermitaño, o inmolar a Juanito en la consecución de un destino que acabaría con él en pocos días. No todas las enseñanzas ni todas las prácticas espirituales son válidas para todo el mundo por igual. Es muy peligroso enseñar a alguien lo que no puede entender, ni mucho menos empeñarse en que lo lleve a su vida diaria, porque lo hará de una manera inconsecuente y desacorde con esa enseñanza. Será peligroso para él, y también para los que le rodean. No le llevará a nada y en cualquier caso no le llevará a nada bueno. Es un delito hacerlo.
       
       Y es mucho más delito si el que trasmite dicha enseñanza tampoco la comprende, ni la ha hecho carne de su carne.
       
       Me tuve que marchar, pero en el camino a casa con mi hijo iba pensando que todos los animales están dentro del hombre, o mejor, que todo hombre es como un animal o bien que el reino animal está dentro del hombre, y que hay pocos hombres-hombres. Me dijeron que soy ratón. Y me resultó una idea muy viva. En realidad creo que sólo hay conejos enseñando a mariposas, camaleones charlando con erizos, leones trabajando con gusanitos, mochuelos haciendo el amor con gacelas, etc. etc.
       
       Y me quedé con una auténtica pregunta en mi cabeza. ¿Cómo será un hombre, un hombre verdadero?       
       
    
       
   

lunes, 15 de diciembre de 2008

sábado, 13 de diciembre de 2008

BEETHOVEN, FANTASÍA CORAL. Texto de Christoph Kuffner


























Con gracia y dulzura resuenan
las armonías de nuestra vida
y el sentido de la belleza engendra
flores que eternamente florecen.
La paz y la alegría avanzan cual amigas
como el juego alternante de la olas;
y lo que insistía en ser rudo y hostil
entra a formar parte de lo sublime.
Cuando en los tonos reina la magia
y en las palabras la inspiración
se configura lo maravilloso,
noche y tempestad se vuelven luz.
Calma exterior y alegría interior
priman para el bienaventurado;
y el sol primaveral de las artes
permite que de ambas nazca luz.
Algo grande contenido en el pecho
florece de nuevo en toda su belleza;
si un espíritu se ha encumbrado
todo un coro de espíritus resuena siempre a su alrededor.
Aceptad, pues, almas bellas,
alegremente los dones del buen arte.
Cuando se unen el amor y la fuerza
el favor de los dioses al hombre recompensa.
Christoph Kuffner

CÁDIZ, BARCAS EN LA CALETA

Esperando en calma, en el crepúsculo,
una nueva mañana de labor,
nueva mañana de romper olas,
de ceñir vientos,
de burlar corrientes...
Amar la pesca.
Vivir...
Barcas... en descanso,
habitantes por derecho
de La Caleta,
en su magia tan antigua...



From CADIZ

sábado, 6 de diciembre de 2008

EL CAMIÓN

 

Era la habitación de las verbenas. Siempre la recuerdo vacía, solo las paredes y una bombilla desnuda, como araña colgada de su hilo. En aquella casa todo era distinto. Las reglas eran otras, y los niños eran niños. ¡Cuánto no pasaría Carmen! ¡Cuánto pasaría Javier! Pero eran personas de natural afables y cariñosas. No eran dramáticos y en el fondo no se alteraban. Seguro que al día siguiente estarían contando a cualquiera, entre risas, las trastadas de sus hijos.

Cuando Alfonso le quitaba los calcetines a su padre para hacer una pelota, rellenándolos de papel arrugado de periódico. O cuando, por el patinillo habían tirado cualquier cosa a María, que lavaba la ropa en su monumental lebrillo de barro. María..., la recuerdo toda de negro y arrugada, madre de la madre de mi vecina, soltaba por su boca cualquier cantidad de insultos propios de la tierra. Pero, ...eran niños.

Creo que se llamaba Ramón, pero no lo recuerdo bien. Mi infancia está cubierta de una niebla densa y gris, de frío y de tristeza. De ojos nuevos asombrados y abiertos a un mundo inexplicable. Ramón era mayor que yo, para mí mucho mayor. Yo tendría seis años, quizá él doce. Y me dijo que me haría un camión para mí, para jugar.

Estábamos en el cuarto de las verbenas. Porque allí montábamos lo que llamábamos verbenas. Nos llevaba mucho tiempo. Había que fabricar las cadenetas, y se hacían con rollos de serpentinas. Ir cortando y pegando y haciendo eslabón por eslabón. Pero éramos muchos. Las cadenetas iban de lado a lado. Y al centro. Una vez montado el adorno, lo cierto es que no recuerdo bien en que consistía la fiesta. Aunque casi siempre al final llegaba Alfonso con una escoba y en segundos lo echaba todo abajo. Le gustaba fastidiar. Pero no pasaba nada.

Ramón trajo dos sillas y una caja de madera. Tumbó en el suelo las sillas y con la caja encima terminó el camión. Y me habló de él. De lo que podía llevar, de lo fuerte que era y cosas así. Aquél era mi camión y me lo había hecho a mí.

Es el único recuerdo de mi infancia en que mi imaginación voló a lugares donde todo es posible, donde la realidad se transforma mágicamente. 

        Y aún hoy día, aquél camión está en un rincón de mi alma, señalándome la puerta por donde los niños entran en el mundo de los sueños.