martes, 25 de enero de 2011

LA TORRE DE BABEL


Así como no suelo ver televisión, salvo en casos en los que estoy seguro del interés del programa o película, sí, en cambio, soy aficionado a escuchar la radio. Sobre todo cuando la gente habla de algo interesante o divertido. La mayoría de las noches entro en el reino de Morfeo con su suave arrullo. Soy consciente de que hay algo enfermizo en ello, pero lo que es hoy no quiero darles vueltas a eso. Cada uno tiene sus agarraderas y sus muletas psicológicas, y no me voy a cerrar, de momento, esta puerta por la que accedo en ocasiones a compañía, calor e interés humanos.

Bien, pues el otro día estaba escuchando un programa, que no sabría deciros el nombre. Y hablaba una señora, seguramente catalana, y que, según comentó, vivía a orillas del Mediterráneo.

Según se desprendía de lo que hablaban, esta señora es escritora, con cinco libros publicados. Además creí entender que atendía consultas en una especie de gabinete, aunque no entendí de qué clase, si bien me dio la impresión de que sería de tipo psicológico. También, porque así lo dijo, dio un curso en cierta ocasión de comunicación para ejecutivos de empresas.

Y, precisamente hablando de este curso, y tratando el tema de la difícil comunicación entre los hombres, contó una de las pruebas que hizo en el mismo. Ella mantenía que la falta de comunicación entre los hombres, incluso entre hombres que tienen la buena voluntad de entenderse, radicaba en el diferente significado de las palabras que usamos en nuestras relaciones.

Así, explicó que puso la siguiente prueba a los ejecutivos del curso. Cada uno debía escribir en un papel los conceptos y significados que asociaba al color “rojo”.

Una vez recogidos los papeles, y leídos públicamente, resultaba que para uno el rojo le sugería tensión, violencia, estrés, ansiedad. Para otro era representativo de alegría, del relax del atardecer. Para otro era calor de hogar, color de Papá Noel. Y así cada uno, cosas completamente dispares.

El resultado de tan sencilla prueba venía a demostrar que si con algo tan simple como un color elemental ocurría esto, que no sería si planteáramos los significados de conceptos abstractos como el amor, la amistad, la fidelidad, etc, etc.

Y quizá en la dificultad de comunicar nuestros sentimientos radica nuestro aislamiento y nuestra soledad. A todos nos ha pasado que hablando con alguien, enseguida entendemos claramente que esa persona no está entendiendo absolutamente nada de lo que estamos intentando comunicarle. Y tomamos conciencia de que es inútil nuestra conversación, a no ser que solo pretendamos escucharnos a nosotros mismos. También puede ocurrir al revés. Es decir, que alguien nos cuenta algo íntimo y no tenemos la menor idea del rincón de su alma de la que nos está hablando. Lo percibimos y ¿qué hacemos? Creo que lo más honrado es preguntar y pedir aclaraciones, por ver si conseguimos llegar hasta allí. Quizá nos enseñe un recóndito lugar de su jardín interior en el que no habíamos estado jamás. Quizá nos hable de cosas y seres que jamás imaginamos, y de flores y espinas que nunca conocimos.

Hay también veces en que cuando hablamos sabemos que se nos está entendiendo, que no es preciso buscar las palabras, que está presente un “dejá vu” o un “dejá entendu”. A veces he llegado a pensar que la otra persona puede perfectamente continuar con el relato sobre mí mismo que yo había iniciado, porque lo conoce con pelos y señales. Como cuerdas de violín que resuenan al unísono, no es preciso tocar ni ajustar las clavijas. Están afinados. Solo que estas ocasiones son muy raras, y ya me gustaría conocer su origen y su porqué.

Pues, escuchando la radio, lo que os he contado, me invadió la extraña sensación de una nueva Torre de Babel. ¡Nadie se entendía! Todo el mundo hablaba de amor, de libertad, de pasión, de generosidad, de valentía, de honor, de sabiduría, de entrega, de pobreza, de riqueza, de naturaleza, de cielos, de infiernos, de música, de cultura, de amistad, de orgullos, de rencores, de egoísmos, de rarezas, de trabajo, de ocio, del tiempo, de la soledad, del calor y del frío, del cariño, de la juventud, de la vejez, del arte, de la bondad, de la maldad, de los turcos, de los egipcios, de los andaluces, de los suecos, de la ropa, de los hijos, de la educación, de la formación, del cansancio, del alma, del cuerpo, de Dios y de la religión, de los médicos y de todo lo que existe bajo el techo de las estrellas y también por encima de ellas. Todos hablamos de todo. Todos tenemos una idea de todo. Como todos los idiomas tienen alguna palabra o expresión para decir lo mismo. Pero,... no se entiende nadie.

Si hiciéramos la prueba (vosotros podéis hacerla con vuestros amigos) del color rojo ¡cuánto nos sorprenderíamos! Preguntad qué significa el frío o el cansancio. Qué la libertad o el rencor. Qué los suecos o la muerte. Seguramente os sorprenderéis. Igual que Roseta.

No había vivido nunca con esa idea presente, pero sí había sufrido y gozado de su evidente verdad. Sólo nos queda una pregunta. ¿Cuándo y porqué existe comunicación real?

viernes, 21 de enero de 2011

MI TIERRA


Te propongo que la conozcas de cerca, en el siguiente enlace:

mejor con pantalla completa...

martes, 11 de enero de 2011

COMPRENSIÓN


Hay una prueba para saber si comprendemos bien algo.
Consiste en explicárselo a tu abuela mayor.
Si lo comprende es que nosotros lo hemos comprendido también.
Albert Einstein

Esta prueba que nos propone el Sr. Einstein es definitiva. Lo más complicado, si se comprende, puede explicarse en el lenguaje más sencillo.

Probad a explicar a vuestro hijo de cinco años quién es Dios, o porqué amáis a su madre, o porqué existe el trabajo. Si él consigue entenderlo es que vosotros lo comprendéis. Si no… lo más probable es que no lo comprendáis, y la causa más probable es que nunca os lo planteasteis. Por algo son incómodas las preguntas de los niños. Y esta incomodidad que producen es la causa de la pérdida de tantos filósofos precoces.

Generalmente el asunto termina con un: “Niño, porque sí, y ya está.” Ahí acaba la vida de un buscador de la verdad de las cosas. Semejante asesinato de la curiosidad es el germen de futuros adultos que nunca se preguntan nada. Y si no se preguntan nada, nada comprenderán nunca.

Hoy la comprensión es algo en verdad raro. Hay mucha gente que cree que sabe cosas, y que además las comprende, y lo creen simplemente porque han leído libros. Si esto funcionara así, podríamos comprender perfectamente el pensamiento de Platón, gracias a que sus escritos están publicados en casi cualquier idioma.

Pero… no basta leer. Leer sabe un chico con, digamos, diez o doce años. Pero comprender… puede ser cuestión de una vida. Y a veces una vida solo alcanza para comprender muy escasas cosas importantes. E incluso a veces para no comprender ninguna, es decir, nada.

Últimamente he recibido muchos emails con una pretendida respuesta de S. Freud a una pregunta de una pretendida alumna, o entrevistadora. Es como sigue:

- Doctor, usted que es un eminente psicoanalista, ¿Cómo cree que debe ser un ser humano válido como tal?
- En mi opinión, responde Freud, alguien que sabe amar y trabajar.

El simple deduce de ello que es fácil ser un ser humano válido. Al fin y al cabo solo es necesario amar y trabajar, y yo ya trabajo y amo a mi mujer y a mis hijos, y también a mis amigos. Así que ya está.

Si todo fuera tan sencillo… Pero aprender a amar y a trabajar no lo es, como no lo es nada de lo que es importante y decisivo en nuestras vidas. En el camino a lo real no hay nada regalado, todo debe conseguirse con nuestro trabajo. De reflexión, de asunción de nuestra ignorancia, de auténtica humildad, de paciente trabajo, de experiencias, de amplitud de miras, de… de muchas cosas.

No somos sabios por naturaleza. Llegar a ser sabio, al que le interese esto, claro, es una carrera muy larga. Si llegar a ser médico, ingeniero o arquitecto toma cinco o diez años, llegar a comprender lo esencial de la vida ¿cuánto nos tomaría? Posiblemente la vida entera.

¿Cuántos años de intenso trabajo, de estudios, de reflexión, de prácticas en su profesión creéis que necesitó S. Freud para concluir que el hombre culmina su vida consiguiendo ser doctor en las artes de amar y de trabajar? Me parece que muchos… Y con el grado de formación que tuvo este genio ¿seguimos considerando tan sencillo conseguir lo que afirma? A veces, casi siempre diría yo, somos muy ingenuos.

Hay mucha gente que cree, y lo defiende, que todo ser humano por naturaleza comprende lo que es bueno, lo que es justo, lo que es bello, lo que es verdadero. Esta comprensión se supone que nace con cualquier ser humano. ¡Qué mundo tan perfecto tendríamos si esto fuera así! Porque, contrariamente a lo que se piensa, el sabio que logra comprender estas cosas y vivir conforme a ellas no es un ser amargado, triste, y que vive así por obligación moral, sino que resulta que es un ser alegre, feliz y actúa libremente y por libre elección.

Decía un sabio que conocí que hay una prueba irrefutable para saber si alguien que parece sabio por sus palabras y actos es sabio en verdad.

La prueba del algodón era:
Si es alegre, veraz, honrado y trabajador, lo es en verdad. Si no probablemente sea un farsante.

Esta vida no es un valle de lágrimas y el que se amarga en cumplimiento de su “moral” es en verdad un amoral, porque dispone de una moral ficticia e inexistente. Más le valiera dedicarse a cualquier otra cosa que lo hiciera mínimamente feliz.


sábado, 8 de enero de 2011

VIENTESITO...


Este vientesito
es der Campo er Sú.
Este vientesito
viene de la má.

Este vientesito...
es que vá llové.
Este vientesito...
es que lloverá.

Y si no llueve,
y si no llueve...
ya tu lo verá...




martes, 4 de enero de 2011

Petición Pública España - Recogida de firmas



Esta petición es para la recogida de firmas en apoyo a la Orquesta Joven de Andalucía y al Joven Coro de Andalucía, en trance de desaparición debido a los recortes presupuestarios.

Pincha el siguiente enlace y podrás firmar en apoyo:


Gracias por tu apoyo. Puedes compartirlo con tus amigos.



SABER ESPERAR


No recuerdo qué sabio fue al que le preguntaron cuales eran los conocimientos que poseía. Respondió así:
Sé pensar, aprender y esperar.

Creo que posiblemente, sabiendo estas cosas, las demás vienen solas.

Esta mañana pensé en intentar emular un excelente desayuno que tomé ayer en una venta de carretera. Era algo muy sencillo. Café con leche y una rodaja de pan de campo tostada. Para “untar” me ofrecieron infinidad de cosas ricas, todas con más pringue de la que me es conveniente. Elegí “tumaca”, que me sirvieron en un pequeño cuenco. Pregunté al camarero cómo estaba hecha y era sumamente simple: tomate, ajo, aceite de oliva virgen y sal. Todo muy triturado dando lugar a una salsa espesa y fina.
Estaba excelente.

Así que me dispuse a la tarea.
Primero prepararé el “tumaca” –pensé-
Corté un trozo de un tomate grande y lo pelé cuidadosamente. Una cabeza de ajo pequeña. Todo ello, a trozos, en el vaso de la batidora. Añadí aceite de primera presión en frío y algo de sal. A batir bien hasta que quede fino y el aceite quede emulsionado.

Ahora el pan –me dije-
El pan debería estar bastante tostado por fuera en ambas caras, y seco, para lo que fijé el hornito a una temperatura alta y dejé una pequeña raja en su borde superior para que así saliera la humedad desprendida por el pan al tostarse. Esperé tranquilamente a que tuviera el punto exacto y lo saqué, dejándolo reposar sobre un papel de cocina absorbente en un plato. Era preciso eliminar toda humedad.
¡Listo!

Se me olvidaba, hay que mejorar la receta. Corte una pequeñas lonchas de jamón, una para cada rodaja de pan. Así dicen que lo toman los catalanes…
Con un cuchillo afilado hice unas pequeñas rajas en cada pan, y, aún calientes, coloqué los trozos de jamón, para que “sudaran”. En unos minutos el “tumaca”. Sobre el jamón deposité suavemente unas cucharaditas de abundante salsa hasta cubrir cada pan.

¡Era un espectáculo hermoso para mí contemplar mi obra! ¡Una obra de arte! Pero… era solo lo captado por los ojos. ¡Demos paso a las papilas gustativas…!

¡Una delicia! Al primer bocado los ojos se me cerraron imperceptiblemente…
¿Existe un placer más sencillo, rico y nutritivo?
****************

Hoy la paciencia es algo a lo que no se da ningún valor. Es más, lo que tiene realmente valor es la impaciencia, la inmediatez. Todo debe ser inmediato, instantáneo casi. Si hay que esperar no merece la pena.

Y esta actitud es absolutamente inútil, porque nada puede ser inmediato a no ser que se desnaturalice. La naturaleza no actúa de esa manera, y exigir inmediatez en cualquier cosa la desprovee automáticamente de todo valor. Nada vale la pena si es inmediato. Y si queréis comprobarlo, comed lo mismo que comí yo, untando un pan de esos ya tostados (más bien abrasados) de paquete y ponedle una salsa “tumaca” de bote.

El placer de la obra realizado con las manos, disfrutando al hacerlo y poniendo amor en la labor, no tiene comparación con ninguna otra cosa.
Cuando el Principito entró en un jardín lleno de rosas se acordó con amor de su rosa, aquella a la que había cuidado desde pequeña, había regado con mimo y la había protegido de bichos y de heladas.

¡Era su rosa!