domingo, 26 de septiembre de 2010

EL ASUNTO DE LAS FUENTES



Lo grave no es el que no sabe, no contesta
sino el que no sabe pero contesta.
Esta profunda conclusión, no exenta de gracia dentro de su importancia, me la solía repetir un viejo amigo.

Vivimos en un mundo en el que impera la fuerza de la opinión, en detrimento de la fuerza de la sabiduría. Es cierto que los sabios son pocos, si es que queda alguno, y se les exige grandes conocimientos de la naturaleza humana y divina, así como largos años de reflexión y meditación sobre los temas de trascendencia antes de abrir la boca.

En cambio, se considera que cualquier persona puede dar su opinión, sin exigirle ningún conocimiento sobre lo que opina. Y lo sorprendente de esto, por lo absurdo, es que la opinión de cualquiera es tan válida y posee el mismo peso que la de un sabio o experto en la materia sobre la que se opina.

Tanto es así que se hacen estadísticas (oh, las estadísticas…) sobre casos tan complejos como, por ejemplo, si cree usted en el calentamiento global del planeta, los peligros de la energía nuclear, la existencia de Dios, la fecha de la próxima hecatombe económica o cualquier otra cosa que se nos ocurra.

Los que dan su opinión, en una mayoría casi absoluta, no tienen la menor idea de estos asuntos, ya que ni han dedicado el mínimo tiempo en documentarse sobre ellos ni por supuesto a reflexionar largamente sobre los mismos. Pero se hace la estadística, se cuentan los votos a favor y en contra, y así se descubre cual es la opinión de más peso, considerándola la más cercana a la verdad.

Ya decía Platón que la opinión era el estado intermedio entre la ignorancia y la estupidez. En verdad, el comienzo del camino a la sabiduría es la ignorancia, si se la asume, como lo hizo Sócrates, pero la estupidez le cierra la puerta a ese camino, ya que el estúpido habla de lo que no sabe, creyendo con soberbia que sabe mucho de todo. Pero, sorprendentemente hoy se hace a la opinión superior aún a la sabiduría, suplantándola sin más.

Esto equivaldría a la situación en la que un cirujano hiciera una encuesta entre sus ayudantes, médicos y enfermeros presentes en el quirófano, para decidir por donde seccionar un órgano o qué arteria cortar para proseguir con una operación a corazón abierto. De seguro que el enfermo dejaría de serlo, para pasar a engrosar la lista de las esquelas del día siguiente.

Cosa tan simple de entender, como que la opinión de un experto vale más que la de miles de inexpertos, nos lleva poco a poco a situaciones absurdas y carentes de mínimo sentido común.

Pero la opinión no es asunto de este artículo, aunque tiene mucha relación con él. Me proponía reflexionar sobre el asunto de las fuentes.

Acudo nuevamente a mi querido diccionario etimológico, precisamente para encontrar las fuentes del significado de la palabra “fuente”. Dice así:

Del latín fons, fontis; de fundere, fundir, buscar el fondo, nivelarse.
Como siempre, la etimología es muy iluminadora del alma de las palabras.

De esto es de lo que quería hablaros hoy, del lugar donde se funden las distintas corrientes sucesivas y posteriores, es decir del nacimiento o raíz de algo, algo similar a las fuentes de los ríos. Y cómo no, de buscar el fondo de las cosas, y también de nivelar, es decir de buscar el orden y la dirección estructural armónica de algo.

La búsqueda de las fuentes es quizá, tras la asunción de la propia ignorancia, el comienzo del camino en la búsqueda de la sabiduría, ya que es de sentido común aceptar que no somos los primeros (ni seremos los últimos) en preguntarnos sobre la naturaleza y fin de las cosas existentes, por lo que es sensato acudir a los sabios que nos han precedido, que son muchos y muy insignes.

Afortunadamente, de algunos de ellos nos ha llegado hasta nuestros días restos de su sabiduría, bien en textos, milagrosamente salvados de las garras de la ignorancia o del desdén, bien en obras, quizá erróneamente consideradas de arte, como construcciones, templos, pinturas, música, danzas y otras obras inspiradas por las Musas. Incluso en algunos casos, las menos, la sabiduría ha recorrido la historia, de manera soterrada, pasando de maestros a discípulos hasta el día de hoy.

Pero ¿dónde acudir para conocer y comprender, por ejemplo, la cuestión de los arquetipos fijos o el mito de la caverna? La respuesta es de lo más tonta:

- Pues en los escritos de Platón, claro. Fue quien los explicó en sus libros…

Sorprendentemente no se suele acudir a los textos de Platón para conocer estos asuntos o muchos otros, sino a comentaristas o divulgadores de su pensamiento. Es lo habitual. Pero ¿cuál puede ser la razón de tan aparente sinsentido?

Decía Amado Nervo que “todo es cuestión de recipiente”.

Parece ser que se estima que es difícil, trabajoso y a veces imposible entender las palabras y los pensamientos de los sabios, por lo que resulta preciso contar con una especie de “traductor”. Quizá éste también sea muy confuso, oscuro o difícil de digerir, por lo que hará falta un traductor del traductor. De esta manera, muchas veces acudimos al traductor número 27º para intentar comprender las ideas de Platón, o, para perder menos tiempo aún, recurrimos a la conocida enciclopedia virtual Wikipedia, con lo que la intervención de “traductores” llega casi al infinito.

Evidentemente, esto es como el juego del teléfono, que seguramente conoceréis, ese en el que, reunidos un grupo numeroso de participantes, y dispuestos en círculo, uno de ellos dice una frase al oído del que tiene a su derecha, y éste a su vez la dice al de su derecha, y así hasta que la frase llega finalmente al primero que la dijo. Todos los que hemos jugado a este juego sabemos que no solo la última frase no tiene nada que ver en absoluto con la primera, sino que es incomprensible y sin ningún sentido. Esto es algo parecido a lo que ocurre con los comentaristas e intérpretes, los que llamé “traductores”.

Dije que decía Amado Nervo que “todo es cuestión de recipiente”. Y esta puede ser la clave de este confuso asunto.

Una cuchara puede tomar una cucharada de agua del mar si la sumergimos en él.
Un jarro puede tomar un jarro.
Un tonel puede tomar su capacidad.
Una gabarra muchos metros cúbicos.
Un buque tanque, miles de metros cúbicos.

¿En qué consiste la diferencia? Es obvio que en la capacidad del recipiente.

He oído decir muchas, muchas veces, que si fueran de libre acceso las bibliotecas secretas del Vaticano tendríamos a nuestra disposición infinidad de nuevos conocimientos. Y yo siempre me pregunto: ¿cuántos podrían entender la sabiduría de esos textos? Muy pocos, seguro. Y, de hecho, harían mal uso del mal entendimiento de ellos, ya que el asunto no es nuevo. Las conclusiones que han extraído del Corán ciertos fanáticos son producto exclusivamente de su nula comprensión de lo que Mahoma dispuso en ese libro.

Desgraciadamente así ocurre con casi todas las tradiciones antiguas que han llegado hasta nosotros, ya que nuestro siglo, ignorante y soberbio, considera como antiguallas todas ellas, o bien cuentos para niños o engañabobos para adultos.

Las mitologías griega, nórdica, celta, maya o cualquier otra se consideran solo cuentecitos con los que trataba de distraer y dominar a los hombres de aquellos pueblos antiguos y atrasados.

La simbología egipcia, cretense, asiria, hindú, azteca o cualquier otra eran, según dicen, simplemente maneras de gobernar las cosechas o de aludir a las fuerzas naturales que para esos pobres ignorantes resultaba incomprensible y temible.

- Oiga, serían muy ignorantes, pero ni aún hoy en día, con nuestra gran tecnología, seríamos capaces de construir templos y pirámides que ellos parece que hacían con una facilidad pasmosa, y con una perfección técnica hoy muy lejos de conseguir. El simple plano de uno de los millones cubos de piedra de la pirámide llamada de Keops tiene una perfección mayor que la mejor lente construida para el mejor observatorio astronómico.
- Bueno, sí, pero la hicieron los extraterrestres…
- Ya, ya… seguro… los extraterrestres…

En nuestro siglo se considera que cualquier persona, hasta el que asó la manteca, tiene la misma capacidad de comprensión de las cosas del Universo que cualquier otro. Pero, por mucho que nos lo repitan, una y otra vez, pensar eso es simplemente… una estupidez.

Pero ¿a qué se refiere Nervo cuando nos habla de recipientes?
¿de cuáles de nuestras potencialidades depende nuestra capacidad de comprensión de las esencias de las cosas?
¿podemos ampliar nuestro recipiente para ser capaces de, atravesando la superficie y buceando a lo profundo, llegar a conocer la naturaleza más íntima de las cosas?
Cuando alguien dice "he comprendido", y otro dice "he comprendido" ¿han comprendido los dos en la misma amplitud, o quizá alguno, o los dos, han creído comprender algo y no han comprendido nada?

Recordando a Shakespeare, podemos decir pues:

To be or not to be,
that is the question




domingo, 19 de septiembre de 2010

BAJO LA VOZ DE LOS PINOS



Escribo en la noche, a la sola luz de una lejana farola, en un cielo sin luna.
El viento sopla fuerte, como lo hace en mi tierra el recio levante.
Su voz se hace sonora en los pinos, entre sus ramas agitadas, y se parece mucho, es como igual, a la voz de la mar en las orillas. Sube y baja al compás de las olas, como aquí con sus rachas, ora suaves, ora bravías.

Amo la soledad, y me siento a gusto en esta esquina del universo, donde estoy solo con mi viento y con mis pinos. Solo me es preciso bajar a mis adentros, y dejar entrar allí las esencias que me rodean, para que me envuelvan, para que me limpien, para que raspen de la piel de mi alma las pequeñeces que día a día se me van pegando, como se pegan a la quilla de la barca los infinitos moluscos que se aprovechan de su navegar y que, día a día, hacen más tortuoso su romper de las aguas.

Quizá hoy me sienta sucio, o me sienta lento en mi marcha, o me parezca difícil avanzar. Quizá hoy me entorpezcan asuntos vanos y pequeños, cuando en cambio sueño mi rumbo claro y seguro.

Un día dije que a veces el camino se vuelve gris. Hoy, como entonces, mi navegar es lento y cansino, y los vientos no hacen avanzar mi nave como debiera.

Limpieza, limpieza. Es seguramente lo que precisa mi barca. Limpieza en su casco, abrir bien sus velas al viento, agarrar con decisión el timón y… seguir velozmente el rumbo necesario.






viernes, 17 de septiembre de 2010

LOS QUE NUNCA ENTRARÁN A UN MANICOMIO





Por Angel Rutigliano, psicólogo. Fragmentos de Ni loco.
Catálogo de los que nunca entrarán a un manicomio.

La población de los manicomios obedece a una lógica segregacionista, que hace ingresar a unos y deja afuera a otros. Pero es posible intentar un catálogo de los que nunca irán al manicomio.

En bicicleta sin frenos

Los que andan por el mundo en bicicletas sin frenos no son desenfrenados sino todo lo contrario. Como la bicicleta carece de frenos, el conductor o conductora establecen el ritmo con su pedaleo. No desarrollan grandes velocidades porque saben que sería imposible detenerse; circulan con velocidad justa. Al llegar a una esquina, o en caso de emergencia, arrastran el pie derecho contra el suelo; esto también les permite, si es necesario, patear un perro. Son enemigos de las bicicletas fijas: en éstas, la falta de frenos proviene de que el ciclista es una especie de caminante estancado que, como el agua de los pozos, puede llegar a pudrirse. Por lo general, los
ciclistas desenfrenados son sujetos que han sabido adaptarse a las vicisitudes de la vida, haciendo con poco mucho. No consideran que andar en bicicleta sea poesía, sino pura prosa; andan sólo por andar. No llevan cadena ni candados: prefieren su bici robada, antes que encadenada.

Los que repiten un mantra

Todos tenemos bastones en la vida. Algunos tienen un hijo y proyectan sobre él sus frustraciones. Otros se compran un balero. Otros van a la cancha. Y otros repiten un mantra. La palabra mantra viene del sánscrito, y contiene la referencia a la mente y a la liberación. El mantra ata a la vez que rescata de los pensamientos que todo el tiempo confunden. Un mantra puede ser una sílaba, una palabra, una frase o un texto largo que, recitado y repetido, va llevando a la persona a un estado de profunda concentración.
Tal era el caso de una paciente de la ciudad de Chivilcoy que, intentando influir sobre los dioses para solucionar sus problemas de adicción, repetía un mantra recomendado por su médico de cabecera:
“Anita-la-gorda-lagartona-no-traga-la-droga-latina”. Nadie supo bien por qué, pero a los pocos meses ya no tuvo mayores problemas y pudo concurrir a sus clases de salsa sin estímulos artificiales. Los mantras también son usados en grupos de autoayuda porque se supone que repetir frases positivas
–“Voy a estar más flaca”, “Hoy mi marido me va a sacar a pasear”, “El energúmeno de mi hijo me va a traer una buena nota”– nos acerca a la concreción de la meta deseada.

Los que tienen una Pelopincho

El viento norte enloquece. Para contrarrestar los efectos nocivos del calor, muchas personas se socorren con elementos artificiales: ventiladores, aires acondicionados, abanicos. Algunos van por más y en su hogar, por pequeño que sea, logran armar una suerte de paraíso terrenal gracias al mayor invento del siglo XX: la pileta Pelopincho. Un terrenito, un gran balcón, una terraza, un patio sirven para instalar la pileta de lona y allí refrescarse las patas y por ende la cabeza. No todos han prestado atención al clima distendido que se vive en un hogar donde reina la Pelopincho. Casi no se discute y, si existe algún tipo de problema, ya se sabe cómo arreglarlo: al
agua, pato. La excepción a esta regla son los que usan la pileta Pelopincho para realizar saltos ornamentales.

Los que se creen Napoleón

Jack Lacan, el destripador del psicoanálisis, sostuvo que “loco no es quien se cree Napoleón, sino cuando Napoleón se cree Napoleón”. Esto hizo diferencia con lo que, durante años, venía sosteniendo la tía Rosita en las reuniones de Tupper que organizaba en la casa. Desde que se enteró de esa máxima, empezó a mirar con respeto a los colifatos y con desprecio a los engreídos, los fatuos, los petulantes. Tras conocer la buena nueva, inició otra relación con los chiflados del barrio, que ya no serían expulsados de los espacios sociales sino, por el contrario, invitados con tarjetas de cartón. Ahora miraba con desaire a la peluquera que, porque una vez había peinado a Mirta Legrand, se sentía superior al resto de los mortales.

Los que lavan el auto los domingos

Ya se sabe que, si existe un momento propicio para el suicidio, son los domingos por la tarde. Después de los ravioles, de la siesta y del clásico, no hay nada (nada) para hacer. La nada avanza y produce lo que algunos filósofos llaman angustia existencial. Quienes lavan el auto los domingos saben que no es por limpieza, sino por otra cosa. Uno los ve, gamuza en mano, concentrados, como si estuvieran pintando la Capilla Sixtina. El empeño, el esmero, el escrupuloso cuidado de cada uno de sus movimientos delatan que no se trata de limpiar un mero automóvil. La patrona puede acompañar como cebadora de mates, pero no se permite el ingreso de niños o perros.


martes, 7 de septiembre de 2010

INTERNACIONALIZACIÓN




DECLARACIONES DE CHICO BUARQUE.
MINISTRO DE EDUCACIÓN DE BRASIL.

No todos los días un brasileño les da una buena y
educadísima bofetada a los estadounidenses.

Durante un debate en una universidad de Estados Unidos, le
preguntaron al ex gobernador del Distrito Federal y actual
Ministro de Educación de Brasil, CRISTOVÃO CHICO
BUARQUE, qué pensaba sobre la internacionalización de la
Amazonia. Un estadounidense en las Naciones Unidas introdujo
su pregunta, diciendo que esperaba la respuesta de un
humanista y no de un brasileño.

Ésta fue la respuesta del Sr. Cristóvão Buarque:

Realmente, como brasileño, sólo hablaría en contra
de la internacionalización de la Amazonia. Por más que
nuestros gobiernos no cuiden debidamente ese patrimonio,
él es nuestro.

Como humanista, sintiendo el riesgo de la degradación
ambiental que sufre la Amazonia, puedo imaginar su
internacionalización, como también de todo lo demás, que
es de suma importancia para la humanidad.

Si la Amazonia, desde una ética humanista, debe ser
internacionalizada, internacionalicemos también las
reservas de petróleo del mundo entero.

El petróleo es tan importante para el bienestar de la
humanidad como la Amazonia para nuestro futuro. A pesar de
eso, los dueños de las reservas creen tener el derecho de
aumentar o disminuir la extracción de petróleo y subir o no su precio.

De la misma forma, el capital financiero de los países
ricos debería ser internacionalizado. Si la Amazonia es una
reserva para todos los seres humanos, no se debería quemar
solamente por la voluntad de un dueño o de un país. Quemar
la Amazonia es tan grave como el desempleo provocado por las
decisiones arbitrarias de los especuladores globales.

No podemos permitir que las reservas financieras sirvan para
quemar países enteros en la voluptuosidad de la especulación.

También, antes que la Amazonia, me gustaría ver la
internacionalización de los grandes museos del mundo.
El Louvre no debe pertenecer solo a Francia.
Cada museo del mundo es el guardián de las piezas más bellas producidas
por el genio humano. No se puede dejar que ese patrimonio
cultural, como es el patrimonio natural amazónico, sea
manipulado y destruido por el sólo placer de un propietario o de un país.

No hace mucho tiempo, un millonario japonés decidió
enterrar, junto con él, un cuadro de un gran maestro.
Por el contrario, ese cuadro tendría que haber sido
internacionalizado.

Durante este encuentro, las Naciones Unidas están
realizando el Foro Del Milenio, pero algunos presidentes de
países tuvieron dificultades para participar, debido a
situaciones desagradables surgidas en la frontera de los
EE.UU. Por eso, creo que Nueva York, como sede de las
Naciones Unidas, debe ser internacionalizada. Por lo menos
Manhatan debería pertenecer a toda la humanidad.
De la misma forma que París, Venecia, Roma, Londres, Río de
Janeiro, Brasilia... cada ciudad, con su belleza
específica, su historia del mundo, debería pertenecer al mundo entero.

Si EEUU quiere internacionalizar la Amazonia, para no
correr el riesgo de dejarla en manos de los
brasileños,internacionalicemos todos los arsenales
nucleares. Basta pensar que ellos ya demostraron que son
capaces de usar esas armas, provocando una destrucción
miles de veces mayor que las lamentables quemas realizadas
en los bosques de Brasil.

En sus discursos, los actuales candidatos a la presidencia
de los Estados Unidos han defendido la idea de
internacionalizar las reservas forestales del mundo a cambio de la deuda.

Comencemos usando esa deuda para garantizar que cada niño
del mundo tenga la posibilidad de comer y de ir a la
escuela. Internacionalicemos a los niños, tratándolos a
todos ellos sin importar el país donde nacieron, como
patrimonio que merecen los cuidados del mundo entero. Mucho
más de lo que se merece la Amazonia. Cuando los dirigentes
traten a los niños pobres del mundo como Patrimonio de la
Humanidad, no permitirán que trabajen cuando deberían
estudiar; que mueran cuando deberían vivir.

Como humanista, acepto defender la internacionalización
del mundo; pero, mientras el mundo me trate como brasileño,
lucharé para que la Amazonia, sea nuestra. ¡Solamente
nuestra!

OBSERVACIÓN: Este artículo fue publicado en el NEW YORK
TIMES, WASHINGTON POST, USA TODAY y en los mayores diarios de EUROPA y JAPÓN.

En BRASIL y el resto de Latinoamérica, este artículo no fué publicado.