lunes, 21 de marzo de 2011

PRIMAVERA



No fueron las mañanas blancas,
ni tampoco los espacios, otra vez limpios y gloriosos.
No han sido los infinitos pájaros,
en el cielo más azul abriendo tirabuzones.

Ni los rojos, púrpuras y blancos que las flores
hacen diminuta espuma sobre el verde extenso.
Ni siquiera el dulce y amoroso aire
que pasó de nuevo, encendido,
de los infinitos soles a mis recónditos átomos.

No. Sólo han sido tus ojos, su brillo y su llama,
como fuego inmenso, de tu centro lejano
al mío encendido.

Ellos son los que cantaron,
en silencio, con voz sonora y dichosa:
¡He renacido!
¡Hemos prendido de nuevo nuestras ascuas!

¡El Universo nos pertenece!
¡Desde el grano de arena a las galaxias,
el pequeño arroyo y los océanos,
los minúsculos brotes que abren los leños,
los infinitos huevos que rompen a la luz,
las largas espumas de la luna en las orillas...!

Todo nuestro y de todos.
Todo otra vez en nuestra casa.
Todo está... y todo es.

Y no distinguimos ya nuestras fronteras
de las del Universo divino, que, una vez más,
rió con nosotros, reímos uno y juntos
otra ancha y más eterna primavera.


miércoles, 9 de marzo de 2011

EL PASADO

Siempre me preocupó la cuestión del pasado. Cuando se propone este tema, veo que todos los hombres son sensibles a él.

A todos les inquieta, sobre todo cuando pesan en la balanza de sus valores los diferentes aspectos del tiempo en sus vidas. Hay unos que dicen que el pasado no les importa, que solo el presente, otros que el futuro es lo más decisivo, y en él solo hay que pensar y poner todas nuestras energías. Otros dicen que el pasado tiene mucha fuerza y que nos condiciona el presente y el futuro.

Yo a todos digo que gozo de una excelente mala memoria, con lo que todas las películas las veo por primera vez, y todos los paisajes, y todas las músicas. Solo he encontrado en mi vida (y me sorprendió, porque creí que era algo raro) a alguien que confesaba que le ocurría lo mismo y que lo valoraba (como lo valoro yo). Era Nietzsche, quien decía que agradecía a la vida su falta de memoria, pues así cualquier conocimiento tenía siempre la frescura de la primera vez.

Leí hace unos días en el Diario (no lo he encontrado, porque se lo lleva la señora que viene a casa), que el perdón es lo único que puede cambiar el pasado, modificándolo, idea que me sorprendió, porque aún habiéndolo experimentado en mis carnes, solo encontré dicha idea en las enseñanzas de G. Es cierto, el pasado no es fijo. Compuesto como está de tejidos psicológicos productos de vivencias anteriores, si cambian los significados de aquellas experiencias, algo ocurre que modifica sustancialmente (o radicalmente) nuestro pasado. Tuve oportunidad de comprobarlo (un caso que me viene a la memoria, pero no es el único), en el recuerdo de mi madre, cuya fuerte personalidad tuvo gran influencia en mi vida (y la tiene aún).

... Ya he vuelvo, he ido a sacar a Chispa, mi perro.
Por la calle, mientras Chispa se ponía al día de la vida de sus vecinos, e iba dejando mensajes a sus amigos, yo iba pensando en lo incierto del tiempo. Siempre hemos creído en la ilusión de que el pasado era fijo, el futuro inexistente y el presente fugitivo. Pienso ahora que nada más lejos de la realidad (por lo menos de la mía). Nada más movedizo que el pasado, ni más cambiante que el futuro. El pasado lo cambia la comprensión. Nuestras experiencias pasadas cambian su significado (o lo matizan), a medida que cambia nuestro nivel de comprensión.

Solo aquel que su apreciación de la vida no cambia (está cristalizado), tiene un pasado fijo e inamovible. Siempre significa lo mismo para él. Generalmente, siempre recuerdan muy bien su pasado y qué significó para él cada una de las cosas que le pasaron. No puede cambiar su pasado, como no puede cambiar su futuro, porque lo que le pase, o lo que viva, siempre tendrá un significado predeterminado por su manera cristalizada de afrontar las experiencias.

"Dejad que los niños de acerquen a mí, porque de ellos es el Reino de los Cielos" "En verdad os digo que si no os hicierais como niños no entraréis en el Reino de los Cielos"

¿Y que es un niño? Creo que es alguien que está vivo, que es cambiante, no es fijo, ni está cristalizado, no es por tanto inmodificable. Es alguien que puede entender las cosas de maneras muy diferentes. No tiene esquemas inamovibles para clasificar, aceptar o descartar. Simplemente recibe impresiones.

Todo cambia. No solo lo que proyectamos, sino el pasado. Lo que fue en su día un acontecimiento que siempre consideramos banal o intranscendente, puede cobrar tal relevancia que cambie nuestro enfoque de las cosas que vivimos, cambiando nuestro pasado (repito, no los acontecimientos, sino los significados, que en realidad es lo que forma nuestro pasado).

El futuro es aún más cambiante. Y no porque esté sometido a las leyes del azar o al imperio de las circunstancias sino porque lo tejemos con los hilos de nuestros intereses presentes, con nuestros significados actuales, con nuestras prioridades del día. No debemos lamentarnos ni desanimarnos. Lo que hoy es sumamente importante, mañana puede no valer nada. Debemos prepararnos para ello, y no aferrarnos a nuestro ser actual. Proyectar no es esclavizarnos con nuestra visión presente. Nuestra misión es ampliar los horizontes, y aceptar los nuevos aires que nos traiga nuestro ser, sean frescos o tórridos, suaves o recios.




martes, 8 de marzo de 2011

IDIOSINCRASIA DE CÁDIZ, I


Cádiz es una ciudad muy antigua, de hecho la más antigua conocida en el occidente de Europa. Desde siempre se le reconocieron tres mil años de edad, aunque las últimas excavaciones arqueológicas han añadido ya tres o cuatro siglos más. No sabemos donde terminará la cifra.

¿Los pobladores? Siempre los gaditanos, claro. ¿Las culturas y civilizaciones que se asentaron? Muchas. La lista hunde sus raíces en el mito. ¿Los tartesios? ¿Algún otro asentamiento anterior de las muchas ramas que emigraron hacia todas las direcciones ante la cantada catástrofe atlante? Puede ser. Nadie lo sabe.

Los gaditanos somos algo parecido a las puertas de sus edificios hechas de caoba a la que fueron dando una manita de pintura un dueño tras otro. Mucha pintura hay por fuera, pero su alma es de caoba. Y la caoba es poco menos que indestructible, por ser la más bella y fuerte de las maderas, inatacable por bichos, indiferente a la humedad y al fuego, indeformable, eterna como la misma piedra. Todo esto tiene un nombre: noble. Noble como el alma de los gaditanos.

Y en nuestra alma se nos han ido impregnando las diferentes sabidurías de todos los pueblos que acogimos. La magia, el conocimiento de la naturaleza y sus leyes de los tartesios, el sentido del comercio y de la aventura de los fenicios, la justicia, el derecho, la ciudadanía y el sentido de la belleza y las artes de Roma, e indirectamente de sus padres los griegos, el amor mutuo y el apoyo al débil del cristianismo, el refinamiento y la sabiduría musulmana, el sentido universalista del rey sabio, el esplendor del barroco, el espíritu liberal y civilizatorio de la masonería y el impulso creativo, industrial y técnico de la revolución industrial y de la alta burguesía de los siglos XIX y principios del XX.

Todo ello fue quedando en nuestra manera de afrontar la vida, en nuestro temperamento propio, en nuestra idiosincracia, haciendo nacer un ser muy peculiar y con poco parangón en el resto de nuestro país. El gaditano es algo así como una excepción, como un pueblo extraño entre otras culturas con las que convivimos, las que, por lo general, no nos llegan a entender bien, resultándoles anacrónicas y misteriosas nuestras actitudes ante los hechos y nuevos retos que en estos últimos decenios afronta la humanidad, en una acepción global de la misma.
Un ejemplo claro de lo que digo lo podemos conocer y, mejor aún, escuchar y ver en un vídeo de YouTube que lo conserva, de un cuarteto del Carnaval, “Las tres notas musicales” (en esta ciudad un cuarteto puede formarse con tres personas y sigue siendo cuarteto…), que cantaba en su estribillo la siguiente letra:

¡Ay que casualidad!,
ahora una guerra mundial
la gente no respeta
ni que estamos en carnaval.
Trian, trian, trian.

Pueden verlo en el siguiente enlace:

Bien. Ocurrió que la primera guerra del golfo pérsico, cuando Irak invadió Kuwait y los americanos fueron corriendo a deshacer la invasión y alejar el peligro de los preciados pozos de petróleo, estalló en plenas fechas del carnaval gaditano. ¡Qué casualidad!, ahora una guerra mundial. La gente no respeta ni que estamos en carnaval.

De hecho hubo ciertas presiones para que se suspendieran los carnavales en momentos tan delicados como los que vivía la comunidad internacional, y por lo tanto nuestro propio país, pero… ¿suspender los carnavales? ¿tan solo porque podría estallar una guerra mundial? ¡Hombre, hasta ahí podríamos llegar! ¡Que falta de respeto!

De esta manera no nos puede extrañar que cuando la época del llamado cantonalismo en nuestro país, Cádiz, en 1873, fue de las primeras ciudades que proclamó el cantón gaditano. Eso sí, duró solo 15 días, porque vino el general Pavía, un gaditano renegado, maleado en Madrid, a deshacerlo.

Sí. Para bien y para mal somos… distintos y peculiares.