viernes, 20 de agosto de 2010

TRASCENDER




Hace unos días, en el Blog del Filósofo Cotidiano, donde participo, con motivo de un comentario a la entrada de mi compañero Quijote titulada “La intención” se aludía al hecho de trascender, en relación con los actos morales. Llevo varios días reflexionando lo que para un ser humano puede implicar dicho concepto.

Trascender, trascendencia… me pareció oportuno recurrir a mi querido diccionario etimológico de E. de Echegaray, y ésta es la etimología que cita:

“Del latín trascendere, pasar a la otra parte, atravesar subiendo;
de trans, más allá, y scendere tema frecuentativo de scandere, subir.”

Se ve que no hay cosa mejor que buscar el origen de las palabras para aclararse. ¡Es maravilloso! ¡Atravesar subiendo! ¡Pasar a la otra parte! Es como si un foco iluminara la palabra dejándonos ver su alma…

Así que cuando hablamos de trascender, de lo trascendente, de lo que es trascendental, estamos queriendo decir que pasamos de un lugar a otro distinto, a un lugar de distinta calidad, y, por aquello de scendere, de más alta calidad, a un lugar más sutil. Hemos subido de nivel. Ahora estamos ya en una situación más alta y que además es de cualidad distinta a la que hemos dejado atrás, es “otra parte”.

Recuerdo aquellas clases de física donde nos explicaban “los estados de la materia”. Se ponía el clásico y hermoso ejemplo del agua. Del agua hielo, del agua líquida y del agua vapor. Todas eran agua, pero en estados físicos diferentes. Si aplicábamos energía, por ejemplo calor, al hielo, éste cambiaba de “estado”. Seguía siendo agua, pero ya sus moléculas no se ordenaban de manera cristalina, normalmente de estructura hexagonal, y el ocasiones especiales, cúbica. Ahora, sus moléculas estaban relativamente más libres en su movimiento y podían deslizarse unas sobre otras, dando lugar a los movimientos propios de un fluido líquido. De la misma manera, y aplicando energía al agua líquida, las moléculas escapaban unas de otras, configurando entonces un gas, el vapor de agua. El movimiento de las mismas era ahora aparentemente errático, no sometida tanto como en el agua a rozamientos e interacciones entre ellas.

Estaba también el proceso de “sublimación”, por el que el agua hielo pasaba directamente a agua vapor, en determinadas condiciones de presión y temperatura. Y los fenómenos descritos se dan igualmente en sentido inverso.

Estos procesos se refieren a la “transformación”, ya que el agua solo cambia de forma, si bien sigue siendo agua. Pero existen otros procesos en los que el cambio es más profundo. Así, por ejemplo, en la “transmutación”, una cosa cambia en otra diferente y de mayor nivel de calidad, y en la “transustanciación” una cosa cambia en otra absolutamente diferente y de orden mucho más elevado.

Pero… ¿cómo podríamos traducir esto a la vida de un ser humano? ¿tenemos partes de diferente calidad, unas más “altas” y otras más “bajas”? ¿Podemos pasar de una a otra, elevándonos, es decir, trascendiendo, o transmutando, o transustanciando?

En este punto es preciso situarnos en qué tipo de lugar estamos establecidos como seres humanos dentro del panorama general, ya que, si miramos a nuestro alrededor, hasta donde la vista y la inteligencia nos alcanza, podemos ver seres vivos de muy diversas cualidades, algunos que por cercanía con nosotros, o por compartir cualidades, podemos entenderlos e incluso compararnos con ellos, y otros en cambio que escapan de nuestra comprensión, por estar su vida en un nivel que no compartimos ni entendemos.

Podemos entender en cierta forma a los seres del mundo mineral, ya que nuestro cuerpo físico está compuesto por minerales diversos ordenados de una manera milagrosa y perfecta, en un equilibrio impensable para cualquier físico, químico o matemático.

Podemos, igualmente, entender los procesos vitales y el ser del mundo vegetal, la hierba y los árboles, porque sentimos en nosotros que su vitalidad y la fuerza que los hace nacer, crecer y reproducirse son muy parecidas a las que nos impulsan en la vida a los mismos fines de conservación y perpetuación de las especies.

Los animales aún nos son más familiares. Con ellos compartimos la lucha por la vida y la supervivencia, dotados como ellos de medios muy parecidos con los que poder desenvolvernos en el medio natural.

En cambio otros seres nos resultan incomprensibles, por los que les consideramos exentos de vida, ya que no alcanzamos a comprender cómo puede existir alguna vida que no tenga, aparentemente al menos, las mismas leyes y fines que la nuestra. Así, un planeta, una estrella o una galaxia nos resultan incomprensibles, de la misma manera que está fuera de nuestra comprensión los seres invisibles de la naturaleza o de los espacios sutiles. No los vemos, y como no los vemos no los podemos entender, ni siquiera consideramos que pudieran existir. Lo que no vemos no existe, y ya está.

Todo este preámbulo, que aparentemente no tiene nada que ver con el propósito de este estudio, sí que tiene que ver, por una sencilla cuestión, que es la siguiente:

Cuándo hablamos de trascender, es decir, pasar a otra parte, ¿qué parte consideramos que hemos de dejar y a qué parte hemos de pasar? Esta es la pregunta a contestar, y quizá la respuesta a esta cuestión es absolutamente decisiva.

Para mí que una respuesta errónea a esta cuestión es el origen de metas falsas, equivocadas y que echan a perder muchas vidas de potenciales idealistas, porque hay muchas personas cándidas de buena voluntad cuyo propósito es trascender la naturaleza humana, tratando de pasar a lo que llaman vida “espiritual”, considerando ésta como una vida más allá y más elevada de la que vive aquél que llaman o entienden como “el hombre vulgar”.

Pero yo les preguntaría a estas personas: ¿has cumplido ya con el desarrollo total de lo que es tu naturaleza humana como para querer dejarla atrás y pasar a la vida de los dioses mentales? ¡Pero bueno! Si aún sigues viviendo atado a tu vida animal, cuando no a la vegetal, y, a veces, a la mineral ¿cómo pretendes vivir una vida más allá de la humana? ¿acaso sabes lo que eso implica? ¿acaso sabes siquiera en lo que consiste un ser humano completo?

Es evidente que resulta mucho más fácil buscar (?) una vida “espiritual” (?) que luchar día a día para superar nuestras naturalezas inferiores, es decir, lo que en nosotros es animal, vegetal o mineral. Superar estas naturalezas (que no significa eliminarlas sino trascenderlas) no es trabajo fácil, y tanto es así que el hombre, en cuanto hombre, lleva muchos evos intentándolo, más de nueve millones de años. ¿Y tú ya la has trascendido, como para ahora querer dedicarte a la vida “espiritual”, a la vida de los dioses? Evidentemente todo esto es pura tontería, y quien en ello se empeña está perdiendo su tiempo y sus energías en algo inútil para él y, además, para la humanidad.

Yo creo que la ocupación que nos toca hic et nunc, aquí y ahora, es trascender nuestra naturaleza animal, que engloba ya la vegetal y la mineral, y, dejando de ser animales, ir conquistando nuestra naturaleza propiamente humana.

¿Es que quizá alguien piensa que se ha desprendido de la esclavitud de sus instintos, de su agresividad, de su violencia, de su ansiedad por la posesión de bienes materiales, de su afán de comodidad? ¿alguien considera ya superada las dificultades de la convivencia diaria, las de su trabajo para los demás, sus problemas psicológicos? ¿alguien ha llegado a dominar su pereza, si indolencia, su indiferencia, su ira, su impaciencia, su lujuria, su vanidad, su orgullo, sus dependencias, como para que estas cosas no le condicionen su vida?

Cada quien que conteste en su interior estas preguntas. Y si hay alguien que crea que ya no le queda nada por superar en su etapa humana, que intente trascenderla y busque nuevos horizontes en el camino de los dioses.

Pero, me temo que no estamos en disposición ninguno de los seres humanos de creer esto. La razón por la que lo creo es simple: ya no estaríamos aquí. Estaríamos, como muy bien dice mi diccionario etimológico “en otro lugar, más elevado”.



martes, 10 de agosto de 2010

viernes, 6 de agosto de 2010

MAGOS NEGROS



Creo que tanto el feminismo con el machismo son estupideces del mismo tenor.
Creo que los alegatos sobre la esclavitud y denigración de la mujer no sirven para nada.
Creo que las velitas y las concentraciones en el lugar donde cayó el niño que se suicidó por soportar las humillaciones de sus compañeros no valen para nada.
Creo que las llamadas a la solidaridad, el respeto y la convivencia no sirven para nada.
Creo que los innumerables artículos y anuncios denunciando la "violencia de género" no sirven para nada.

En fin, y resumiendo, creo que las lamentaciones no sirven para nada.

Al toro hay que cogerlo por los cuernos, que viene a significar que las malas hierbas es preciso arrancarlas de raíz, y además cuando aún son pequeñas, como los baobads del Principito. Luego ya es tarde, porque habría que arrancar enormes árboles.

Y me preguntarás, ¿como se hace eso?
Pues como se hizo desde siempre. En primer lugar hay que impedir que el sembrador dañino siembre cizaña entre el trigo, porque al final, y como dice Jesús, será imposible separarlos y habrá que segar todo y quemarlo.

Y si, así y todo, la cizaña crece en el sembrado de trigo, hay que, pacientemente, y día a día, ir arrancándola antes de que crezca y se reproduzca, porque luego será tarde.
En nuestro mundo se ha sembrado tanta cizaña que la solución deberá, en su momento, ser drástica y dolorosa. No te quepa duda.

A los etarras no les importó nada las enormes manifestaciones por la liberación de Miguel Ángel Blanco, ni igualmente las miles de velitas que pusieron tras su muerte. Sabían que, como luego ocurrió, a cabo de unas semanas nadie se acordaría de ello.

A los desalmados que asesinaron anteayer a un joven inocente simplemente porque había tropezado sin intención alguna con ellos les importa una mierda los cientos de velitas que pusieron sus amigos en el lugar en que cruelmente fue asesinado. Y no les importó porque, aunque presumimos que esos descerebrados tienen alma y sensibilidad, en realidad no tienen ninguna de esas cosas. Sólo la maldad y la violencia anida en sus negros corazones.

Lejos de mí atribuirle a esos asesinos la responsabilidad. Si ello fuera así, estaría más tranquilo. Lo realmente aterrador del asunto es que esos desalmados son el producto derivado de la sociedad en que vivimos. Y la sociedad en que vivimos ha sido creada intencionadamente por un plantel de políticos legisladores que desconocen absolutamente la naturaleza humana. Y por lo tanto no deberían gobernar al pueblo. Y no deben hacerlo porque lo llevan directamente al precipicio.

No es otra cosa la que nos espera. Por muchas pulseritas que le pongan a los maltratadores, por muchas órdenes de alejamiento que les impongan a violadores, proxenetas, pedófilos y vendedores de drogas, por muchos artículos que aparezcan en los diarios o programas en la tele "denunciando" a esa mala gente todo seguirá igal.

Quien es merecedor de todas esas denuncias son los que con su nefasta dejadez de responsabilidad, sus terribles permisividades, su constante pregón de "democracia y libertad", los que permiten los sucios negocios de la violencia y la pornografía, los que promueven la lucha selvática por la vida, los que nos imponen sexo en lugar de amor, placer en lugar de esfuerzo honrado, los que valoran más la integridad física que la valentía y el honor, los que mandan a callar a los padres de hijos asesinados o de hombres torturados, los que entienden la libertad como el simple hecho de moverse físicamente, aunque por dentro se sea un esclavo, los que pregonan que el mayor valor en la vida es la riqueza, los que no saben ni dicen nada sobre la disciplina, el esfuerzo, el respeto a los demás, la inutilidad de la violencia, la ayuda al prójimo y cosas así...

Los que, como un expresidente, pregonaba que prefería morir acuchillado en el metro de Nueva York que vivir "sin libertad". Se supone que se refiere a la "libertad" de acuchillar a quien te venga en gana o a quien quieras para robar dos perras. A la libertad de los que matan ancianos indefensos para comprar un poco de droga con los que "elevar" su inexistente espíritu, a los que envenenan a los niños en la puerta de los colegios dándole droga gratis, a los que tienen todo el beneplácito para difundir (y así forrarse) las más denigrantes revistas, películas y series de televisión con que envenenar a la gente sencilla e indefensa, a los que toman como modelo y cuna de la libertad a cierto país, donde los niños pasan por un detector de metales a la puerta del colegio, no vaya a ser que a alguno se le ocurra entrar con una "kalasnikov" y mandar al otro barrio a los compañeros que le miran mal, o a los profesores, o a quienes les parezca. Donde los marginados por la fortuna (dinero) mueren en la calle, ante, no solo la indiferencia, sino la justificación de todos (mejor que se muera porque no sirve para vivir, es decir, para ganar dinero). Donde tienen su caldo de cultivo las más estupidizantes sectas del planeta, donde se adora como dioses a "maestros o gurús" bobalicones y babosos que no pregonan sino "paz y amor", "seamos todos hermanos, cantemos y adoremos a nuestro gurú" y bobadas por el estilo para gente que no tiene la menor idea de lo que es la paz, ni el amor, ni Dios, ni un Maestro.

Probablemente Jesús, que según dijo explícitamente, no vino a traer la paz sino la espada, barrería con su furioso látigo, como hizo en el Templo, a todo este ejército de majaderos y mercaderes.

Pero igualmente seguro es que, ante el temor de que la gente despertara de su cándido sueño, los magos negros de la caverna lo llevarían enseguida a un nuevo Gólgota. -No se puede perder el negocio por un gilipollas que ande diciéndole a la gente las verdades del barquero- se dirían.

Eso nos hace falta, gente valiente que sea capaz de denunciar, a voz en grito, a toda esa nefasta mafia que nos está llevando a pasos agigantados hacia un nuevo apocalipsis.