miércoles, 27 de julio de 2011

TERNURA



Corazón abierto, desnudo y palpitante
en la dulce expansión de la ternura.
Amoroso cuenco de cariños y caricias.

Pecho que vibra la violenta desazón
de pasiones encendidas,
sin puertas ni compuertas
a los humores del ser, ni nubes
que apaguen el brillo a miel en los ojos.
No se borran los pliegues de luz
de los labios ansiosos.

Ternura... pasión contenida, dolor
del alma que al alma ansía.
Dolor dulce que la dulzura adolece,
poder por poder sojuzgado.

Misterio por aliento desvelado,
en la luz por los ojos descubierto,
por los labios serenos encendidos.

Fusión anhelada imposible,
abrazos de amantes en el aire sereno
tigres, panteras, dragones,
carnívoras fieras en fiereza domada.

Comer, tragar, devorar,
en un acto de unión desafiante
a las tierras, infiernos y cielos.
Yo en ti, tú en mí.

No queremos ser dos.
Solo uno.



jueves, 21 de julio de 2011

CÁDIZ, LA CALETA AL ATARDECER


El Sol se pone en La Caleta...
Foto de Abraxas


martes, 19 de julio de 2011

VA PENSIERO, SULL'ALI DORATE...

Oh mia patria, si bella e perduta!

12 de marzo de 2011. Conmemoración del 150 aniversario de la república italiana.
Riccardo Muti, dirige Nabucco en la Opera di Roma. Nunca se interrumpe una ópera, pero él, en defensa patriótica de Italia y de su cultura, dijo unas palabras e hizo un bis del Va pensiero, invitando a cantar al público, entre el que se encontraba el presidente del gobierno italiano. Sin comentarios.
Estremecedor.


domingo, 17 de julio de 2011

AMIGOS DEL CAMPO




Dedicado a mi amiga Ana

Esperaba a unos amigos en el arcén de una carretera. Tardaban, y paseaba lentamente por las lindes de un sembrado cercano. Observaba cada cosa, y poco a poco me fui encontrando amigos que me hablaban.

Tomé una larga espiga seca y al rato escuché una débil voz que parecía salir de ella. Me dijo:
- Estoy feliz, aunque ya estoy seca. Dí fruto, y mis granos cayeron en tierra y la próxima primavera brotarán.
- Enhorabuena, espiga de avena, tu vida fue fecunda. Diste vida.

Al poco me llamó un canto rodado. Lo cogí y lo miré. Era extraño. Las demás piedras eran feas y llenas de aristas. Y esta no. Y escuché un susurro:
- Soy una piedra que he viajado mucho. He andado muchos caminos, y por eso soy suave y no tengo aristas. Te podría contar mil historias.
- Seguro, veo que has sido una piedra con una vida interesante. Y has conseguido acercarte mucho a la perfección. ¡Si casi eres ya una esfera!

Me susurró, con voz queda, una canalización de riego, por la que el agua fluía mansamente.
- Llevo agua. Y el agua es muy sabia, siempre fluye hacia abajo, porque busca la mar. Ansía buscar a la mar, y por eso busca lo bajo. Creo que pronto la encontrará, no estamos lejos.
- Muy sabia, le dije. Y tu eres un buen amigo, le ayudas.

Levanté la vista hasta un enorme y frondoso pino silvestre.
- Soy grande y alto porque estoy solo…
- Ya veo, ya veo… ventajas de la soledad…

Bajé la vista y me habló la cizaña.
- Aquí donde me ves, soy más fuerte que esos maizales que ves allá. Donde yo entro no queda nada. Soy fuerte, pero a veces pienso que mi fuerza es dañina…
- Sí, quizá. Deberías pensar un poco en eso… deja que los demás vivan ¡hombre! no lo quieras todo para ti. Terminarás siendo temida y odiada…

Y también me hablaron los maíces.
- ¿Ves? Estamos todos juntos, y así nos abrigamos del viento. Juntos nos protegemos y somos felices.
- Bien, bien, les dije, pero de vez en cuando salid a pasear solos. Aunque tengáis que soportar el viento, veréis muchas cosas nuevas que nunca veis dentro del maizal. Da un poco de miedo al principio, pero… merece la pena.

Decididamente -pensé- la Naturaleza es el libro que contiene mayor sabiduría…

martes, 12 de julio de 2011

ARMONÍA


En mi anterior entrada, que publiqué con el título “Unidad y diversidad”, terminaba con una pregunta: “¿Y cómo puede lograrse la armonía?” Y ya que hice la pregunta, creo mi deber, no contestarla, sino tratar de aportar mi escasa comprensión ante asunto tan profundo.

Lo más simple sería decir: armonía es aquello que une lo diverso en una unidad. Bueno, sí, puede ser una definición, pero a mí nunca me dejaron satisfecho las definiciones, porque siempre me parece que tienen truco. En este caso cualquiera podría preguntarme: ¿Y cómo muchas cosas se pueden hacer una sola? Y entonces estamos igual que al principio.

Es evidente que la armonía de un conjunto no es ni la suma de cada elemento ni ninguno en particular, ni un grupo de entre ellos. Creo que es algo que no está en el grupo, es algo que está entre ellos y por encima de ellos, podríamos decir que está en un nivel superior al de todos los elementos del grupo. Y tiene una virtud, una cualidad, que no tiene ningún elemento del grupo. Esa virtud le hace capaz de crear una unidad armónica, con entidad propia y, repito, a un nivel superior.

Me gusta la música, ya sabéis, y acudiré a ella para explicarme o, más bien, para tomar ejemplos.

Nadie negaría que la quinta sinfonía de Beethoven, o la tercera, o cualquier de ellas, es cada una una unidad en sí misma. Incluso leí unos comentarios de Leonard Berstein en los que afirmaba que todas las sinfonías de Beethoven en su conjunto formaban una sola unidad, y que no era posible comprender, en su más profundo sentido musical, una u otra separada de las demás. En este caso, a las unidades de las sinfonías se superponía, en un nivel aún superior, otra unidad más amplia, la totalidad de las sinfonías de Beethoven. Yo, aunque humildemente, me atrevería a ampliar eso que dijo el profesor Berstein, y yo afirmaría que toda la obra de Beethoven posee una unidad, y que no es posible conectarse con el alma del compositor comprendiendo una sola obra de su pluma, es preciso comprender toda su obra. Es, por así decirlo, una unidad aún superior a la anterior comentada, y la crea el alma del compositor.

Creo que hemos dado con una de las claves. Un grupo humano, cuando tiene unidad, es decir, es propiamente un grupo y no un amontonamiento de personas, tiene un alma. Tiene, por decir así, algo que siente, piensa y actúa movido por un alma única. Existe armonía entre sus miembros, y existe, como consecuencia, unión.

En este momento alguien podría preguntar: “¿y ese alma, de quién es, de donde viene, cómo surge?

Yo diría que se crea cuando, misteriosamente, nace una identidad de sentimientos, de pensamientos y de fines vitales. Y ese alma mueve al grupo, lo hace un solo ser, y lo lleva hacia su meta, con una fuerza que es muy superior a la suma de las fuerzas de cada elemento.

Desde luego, esta situación no se consigue por el voluntarismo de querer que sea así y ya está.
Las personas del grupo, antes, deben acercarse a su condición de individuos, es decir, singularidades, con lo que es mucho más fácil conseguir la identificación necesaria. Si se trata solo de personas sin nada en común unas con otras, aferradas a sus propias personalidades, siempre dispares, la armonía se vuelve imposible. En el ejemplo de la orquesta, un violín tocaría una pieza de Sarasate, porque le gusta más, y otro a Paganini, que es su preferido. Y el violoncelo tocaría algo de Bach, al que adora. O bien, uno tocaría más lento y otro, que fuera más nervioso, más rápido, y los más flojos solo tocarían de vez en cuando, cuando les apeteciera. El resultado os lo imagináis, ya no sería un concierto, sino un desconcierto. Bueno, de esta manera no hay nada que hacer.

El Universo es armónico, y bello, porque los astros cumplen las leyes. El sol no sale cuando le apetece y por donde le apetece, ni Mercurio hace rabona de sus deberes, ni la galaxia de Andrómeda, cuando está cansada, se va un año, o un milenio, de vacaciones. No podría ser.
Todos recorren puntual y estrictamente sus órbitas, y son alegres por ello. Cumplen su misión en el conjunto armónico. Saben que el orden del Universo incluye también su propio orden particular, y que su propio desorden puede desordenar el Universo.

Platón nos decía que lo bello ha de ser bueno, y que lo bueno ha de ser bello. Esta relación puede ampliarse al conjunto de sus arquetipos, lo bueno, lo bello, lo justo y lo verdadero. Cualquier ser que alcanza uno de los arquetipos alcanza simultáneamente todos los demás. Y la razón es simple, ya que si los arquetipos son las cualidades de lo Uno, al llegar a Él por uno de los caminos, en la cima encuentra a todos los demás.

En Egipto esta unidad ya se representó en sus pirámides. Al final de las cuatro caras, en la cúspide, estaba el piramidón de oro, unidad de todas las unidades.



jueves, 7 de julio de 2011

UNIDAD Y DIVERSIDAD


Dedicado especialmente a mi amiga Rosa Almansa.

Hay un dicho que dice: “dos son compañía, tres es multitud”. Y yo me pregunto: ¿Y uno, qué es uno? ¿Qué será uno, uno solo? Bueno… también cabría preguntarse algo aún mucho más misterioso: ¿Y qué será cero, entonces?

Creo que es mejor dejar tranquilo al cero, porque así él nos dejará tranquilo a nosotros, y más nos vale. El cero se sale fuera de nuestra comprensión. La nada, que es el todo, el todo que es la nada… mejor lo dejamos.

Pero creo que el uno nos interesa más, y nos podemos acercar a él con menos miedo y más confianza. Uno… uno… uno soy yo, por ejemplo. Tengo una manzana en la mano. La veo, y es una. No veo ninguna manzana más. Y ésta que tengo sí que la veo. Esto es uno.

El problema comienza al intentar entender la unidad, es decir, el uno que no tiene segundo. Y mucho más cuando nos enteramos de que todas las antiguas y sabias tradiciones, en un lenguaje o en otro, en unos símbolos o en otros, nos cuentan eso del “Uno sin segundo”. Una unidad que no tiene segunda parte, ni por supuesto tercera, ni cuarta… etc. Y entonces ¿qué es eso?

Bueno, si se piensa bien, y teniendo en cuenta de que, a poco que pensemos, todo está en relación, desde la ínfima ameba a la más inmensa de las galaxias, y que esa relación no hace más que confirmarnos que si alguna estrella lejana fuera repentinamente eliminada instantánea y absolutamente, es más que probable que todo el edificio del Universo colapsaría en segundos, lo veríamos muy claro. Tal es de absoluta y de decisiva nuestra interrelación.

En nuestro pequeño mundo, basta que por un momento imagináramos que el sol se tomara aunque solo fuera un día de vacaciones, y ese día no saliera por el oriente. Toda nuestra pequeña corteza orgánica, realquilada en la superficie de nuestro planeta, desaparecería en pocos días. No hay sol, no hay calor ni luz, no hay fotosíntesis, no hay vegetales, no hay animales, no hay mareas, no hay calor, no hay vida… no hay nada. Eso ocurriría. Viéndolo así, no es extraño que el Sol fuera el Dios más cercano para muchas grandes civilizaciones. Sin el dios Sol no hay nada, no puede haber nada. Por supuesto, nada de lo que nos interesa a los hombres, es decir, la vida a la que llamamos vida, la vida orgánica.

Y, si todo lo viviente, es decir, todo, está tan íntimamente relacionado, una ausencia en algún lugar del Universo provocaría el colapso total. Es algo así como un puzzle al que le quitáramos una pieza. Solo una pieza menos y el puzzle deja de tener sentido.

Hay una teoría, muy divulgada, que nos viene a decir que el vuelo de unas mariposas en México influye en los monzones de Indochina. Es una buena manera de decir que todo, absolutamente todo, está en íntima relación orgánica.

Pensar que somos seres independientes, en el sentido de que nuestras vidas son de nuestra exclusiva competencia y que no tienen nada que ver con las demás vidas, es un grave error de comprensión sobre la unidad del Universo. Y, además, es un error muy tonto. Si el Universo es el Macrobios, es decir, una unidad de vida ¿en qué unidad de vida que conozcamos sus células, tejidos, órganos y sistemas no forman un todo funcional, y el mal funcionamiento de algunas células de un riñón, por poner un ejemplo, no afecta al la vida del ser vivo en su conjunto? Todos entendemos esto fácilmente. ¿Y por qué no lo entendemos, si todas las unidades de vida se rigen por las mismas leyes? ¿No es el Universo un ser vivo, el más grande, el Macrobios, el único existente como manifestación de Lo Uno Sin Segundo?

Visto así, es fácil comprender, en nuestro nivel, claro, lo que es la unidad, lo Uno sin segundo. El todo. No es más que una manifestación del Theos, manifestación a la que llamamos Cosmos. El Theos es el cero, el uno es el Cosmos. ¿Y por qué el Theos tuvo necesidad de manifestarse? Que yo sepa, nadie lo sabe. Hay preguntas que es mejor no hacerse. Y ésta es una de ellas.

Pero volvamos al Cosmos. Lo podemos entender como el orden surgido del Caos por el impacto del Theos. Y la tierra estaba confusa y vacía, y el espíritu de Dios se cernía sobre la faz del abismo… Y Dijo Dios: ¡Hágase la luz! Y la luz fue hecha.

La luz visible sabemos que se compone de tres colores básicos, azul, rojo y amarillo. Estos, a su vez, y componiéndose entre ellos, dan lugar al arco iris, los siete colores visibles. Ya lo hemos liado algo más. Ahora tenemos, no solo el cero y el uno, sino el tres, el cuatro y el siete. Pero se nos pasó el dos. Bueno, esto es algo más sencillo. Hay luz, pero hay ausencia de luz, es decir, oscuridad. Luego hay dualidad. Hay alto y bajo, estrecho y ancho, masculino y femenino, positivo y negativo, frío y caliente, seco y húmedo, etc. La dualidad es fecunda. Engendra nuevas formas. ¿Qué sería de una buena foto en blanco y negro si no hubiera grises? ¿Seguirían existiendo las especies si no hubieran machos y hembras? ¿Correrían los ríos si no hubieran altos y bajos? ¿Y si no hubiera invierno y verano? Si todo es igual no hay fecundidad, ni movimiento, todo sería amorfo e inmóvil. Y el Cosmos necesita orden y movimiento.

Y, si todo es diverso, generaciones de dualidades, tríos y septenarios ¿cómo puede haber unidad en el Cosmos? Esta es una buena pregunta, cuya respuesta es fácil en la música. Es posible por la armonía en la música.

¿Cómo es posible que un conjunto de sonidos muy diversos, emitidos por instrumentos sonoros también diversos y de distinto timbre, puedan producir algo bello, y por lo tanto armónico, y que pueda así considerarse la obra musical una unidad sonora? Por la armonía entre todos esos sonidos. ¿Quién se atreve a negar que, pongamos por caso, el Ave Verum Corpus, de Mozart, o la novena sinfonía de Beethoven son unidades en sí mismas, globales, armonizadas, coordinadas, bellas y completas en sí mismas? Nadie. Y el que se atreva a negarlo ha de vérselas conmigo.

Y, entonces podríamos preguntarnos: ¿cómo sería posible organizar a los hombres en sociedad de una manera bella, buena, justa y verdadera? Por la armonía entre ellos. Solo así.

¿Qué supone la armonía? ¿Qué exige para que surja? Pensemos en una orquesta sinfónica. Hay un señor que mueve un palito, o simplemente las manos, sí, ese al que nadie hace nunca caso ni al que nadie le mira. Es el director de la orquesta. En un concierto todo el mundo se pregunta: ¿Qué hará ahí ese señor, que no toca ningún instrumento y que se dedica a agitar el palito o las manos como un poseso? ¿Se habrá colado como un espontáneo en una corrida de toros?

Pues no. Ese señor, cuyo papel nos parece inexplicable, es el que coordina los sonidos de todos los instrumentos. Sin él, y si solo un instrumento se retrasara décimas de segundo en sus sonidos, la armonía se transformaría inmediatamente en un caos. En verdad es el responsable del Cosmos, de la armonía de toda la orquesta. Él no conoce solo los sonidos de un instrumento, como los profesores de la orquesta, él conoce todos los instrumentos, y conoce los tiempos, milimetrados, en que cada uno de ellos debe emitir sus sonidos. Y si no consiguiera armonizarlos todos, los espectadores empezarían y acabarían abucheando a la orquesta entera. Tal es la importancia del director de la orquesta. Su misión es crear, o más bien, reproducir, la armonía de la obra. El compositor creó esa armonía, y el director, como intérprete, debe reproducirla tal cual nació en el alma del compositor.

Pero los instrumentos son dispares, agrupados en familias. Están las cuerdas, y dentro de ellas los violines, las violas, los violoncelos, los contrabajos, están los vientos de metal, las flautas, las trompetas, los trombones, las trompas, están los vientos de madera, los oboes, los clarinetes, los fagots, están los de percusión, timbales, triángulos, o platillos, etc. Todos diversos y todos con una partitura distinta. Pero… el todo es armónico. El todo es armónico, esta es la clave.

¿Y cómo puede lograrse la armonía?


sábado, 2 de julio de 2011

EL ALCORQUE



Seguramente sabéis lo que es un alcorque. Yo os confieso que no lo sabía antes de plantar mi primer árbol. Se trata de ese espacio circular que rodea al tronco del árbol y del que se elimina toda vegetación con el fin de que el agua y el abono sean aprovechados por solo por él mismo.

Pues esta primavera estuve inmerso en esa dura labor. La hierba había invadido los alcorques de todos mis árboles y arbustos, así que estuve limpiándolos de ella y aprovechando además para remover la tierra y abonar. La hierba que rodea a todos ellos es de gramón, hierba fuerte, tapizante y de múltiples y profundas raíces. Así que... palín, zoleta y... paciencia y sudor.

Estaba haciéndole el alcorque al hibisco rojo, que como lo trasplanté a un lugar más soleado y hubo por ello que podarlo duramente, no alcanza el metro de altura. Y el alcorque debería tener sobre tres cuartos de metro de diámetro.

Me puse a la labor, cansada, y más cansada aún a mis años. Cuando terminé, sudando, por supuesto, me senté a su lado a mirarlo. Quedaba bien, y me lo agradecía.

Cuando me fijé en el montón de yerba que había sacado me quedé perplejo. ¿Cómo había tantísima en tan poco espacio? El pobre hibisco no tendría apenas ni agua ni alimento. No podría casi ni respirar. Todo o casi todo se lo tragaría la dura yerba. Entendí porqué me sonreía agradecido. No era para menos.

Me quedé contemplándolo largo rato, y me dio por sentirme hibisco yo también.

Ahora, pensé, está solo en su lugar, pero qué bien está... Tiene la hierba abajo, en su sombra, pero tiene su espacio de soledad para él. Y en ese espacio de soledad será posible que la lluvia llegue a sus raíces, y el alimento, y el aire y el sol también. Y será bueno para él. Las demasiadas e inevitables compañías que tenía antes no le dejaban crecer en su soledad.

Así que me fui contento, y más contento aún porque aparecieron dos mariposas amarillas que, en su baile de amores, dibujabron en el aire, sobre mi hibisco, la doble espiral de la vida. Ahora estaba todo bien, pensé.