viernes, 26 de junio de 2015

MI QUERIDO HERMANO


Siempre escuché de pequeño aquello que decían los curas: "Los caminos del Señor son inescrutables". Tuve que buscar qué decía el diccionario de esa palabreja, que viene a significar algo así como que no se puede saber como va a ser el camino de antemano, o que puede parecer a primera vista un camino extraño y aún equivocado. Pero hete aquí que, si seguimos el camino que nos manda nuestro Señor (nuestro Yo), aún creyéndolo extraño y doloroso, aún sintiendo que es raro que por ahí se vaya a algún sitio bueno, con lo duro que es andar por él, es seguro que es el camino que debemos andar, pese a lo que pese. Es nuestro camino, el nuestro, el nuestro en particular. A otros les puede
parecer una majadería o algo sin sentido. Pero si para nosotros lo tiene, porque nos lo dice nuestra Voz Interior, es preciso recorrerlo, de la manera que sea, y piensen los demás lo que se les ocurra.

Así pues, hace poco tu camino tomó un nuevo rumbo, y la vida te ofreció la oportunidad de muchas cosas, creyendo que perdías otras. La oportunidad de encontrarte contigo mismo (lo cual todos evitamos), la oportunidad de extraer sabiduría de tu dolor, la oportunidad de ser más libre, de ser más
"tú mismo". Y debes saber que no a todo el mundo le pone Dios en situación de aprender de golpe tantas cosas. El dolor y la superación son solo para los elegidos. Para los que saben sacar oro de donde parece que solo hay barro, de los que saben superar el terror, de los que, como Dantès, están dispuestos a todo por conseguir su libertad y su "tesoro", aún pasando por encima de la misma muerte.

Hay una frase de Bertuccio, en El Conde de Montecristo, evidentemente iniciática, que dice así, no se si la recuerdas. A mí me dio mucho que pensar:

"Así que, prefiriendo mil veces la muerte antes que una detención, hice
cosas asombrosas, que una vez más me dieron la prueba de que el excesivo
cuidado que damos al cuerpo es casi el único obstáculo para lograr los
objetivos que precisan una rápida decisión y una ejecución enérgica y
decidida. En efecto, una vez que uno ha hecho el sacrificio de su vida, no
es igual que los demás hombres, o mejor dicho los demás hombres no son
iguales que uno, y quienquiera que toma esa resolución siente en el instante
mismo que sus fuerzas se multiplican y su horizonte se ensancha"

Duro, ¿verdad? Pero totalmente cierta…

Y las cosas que me cuentas no son confusas, ni mucho menos, absurdas. Son reales, pero sólo para los que como tú o como yo o como algunos otros, han vivido y viven. Estas cosas son las que de manera real nos llevan a ese mundo desconocido y misterioso que es nuestro mundo interior, donde reside aquella fortaleza que es preciso conquistar. O salir de ella, saltando por la torre al abismo, sin saber siquiera qué nos espera abajo. Desnudo y casi cadáver, como nuestro Dantés. No te quepa duda de que es el camino del que habla nuestro lema "Conócete a ti mismo". Pero tampoco te quepa duda de que pocos conocen siquiera su comienzo, ni su dificultad, ni tampoco la dicha de sentirse en él. Por eso, como el Conde, es necesario ocultarlo a los demás, cambiar incluso de nombre, y recorrerlo en solitario, humildemente, sin pregonarlo. Solo los hermanos que están en tu camino te podrán entender. No esperes que el que no conoce sus tremendos sufrimientos y sus inmensas dichas pueda entenderte. Pero a mí me lo puedes contar, y estoy seguro que a muchos más que no conocemos pero que transitan por el laberinto que conduce hacia el centro.

Cuando alguien vea todo claro en la vida, ya sabes que no es de tu "hermandad". Tendrás que tratarlo con cariño y amor, con dedicación y entrega, pero no esperes comunión con él. Cada uno está en su momento. Lo que debemos buscar, y encontrar, son a nuestros "hermanos mayores" en este extraño pero apasionante camino hacia nosotros mismos. No dudo que los hay, y no dudo que nos ayudarán.

Gracias a ti, hermano. Aunque no lo creas, me enseñas mucho más que yo a ti, y me recuerdas, como las campanas del Ángelus, quien soy y qué debo hacer.






jueves, 25 de junio de 2015

NOS ROBARON EL SILENCIO

 Esto escuché al poco de encender la radio al ir a acostarme. Hablaba un chamán mexicano. Me llegó a mi centro tan directo y tan real que comenzaron a resonar en mi tantas cosas… tantas… y todas acordes a lo que dijo ese hombre.
Nos robaron el silencio. Repentinamente y de un solo golpe de luz vi que había sucedido así. De inmediato surgió la pregunta: ¿Y por qué? ¿Por qué habrían de querer robarnos nuestro silencio?

Poco a poco fueron apareciendo las respuestas, las certezas. El silencio era considerado peligroso. En el silencio se escuchan cosas peligrosas. Se plantean dudas peligrosas. En el silencio al hombre puede ocurrírsele pensar.

El silencio es peligroso, y para mantener en paz al rebaño hay que evitárselo y mantenerlo siempre en el ruido. En el ruido se dejará llevar donde queramos, pensará lo que queramos, sentirá lo que queramos, hará lo que queramos. Esto lo saben muy bien los amos de la caverna, los magos negros.

El silencio, y la soledad, pueden llevar al hombre al camino de salida y, lo que es más peligroso aún, puede contaminar a los demás. Y puede hablar y mostrarse de una manera especial, distinta a la ordenada al rebaño. Todo ser humano que mantenga silencio y soledad debe ser combatido con la marginación, con la calumnia, y si es preciso, con la muerte.

Hay que fomentar el ruido y el miedo al silencio. Hay que valorar la multitud en lugar de la soledad. ¿Quién sabe cuanto mal nos podría hacer el hombre silencioso y solo? Ruido, ruido, muchedumbre, hay que evitar que el ser humano se sienta distinto y poderoso. Hay que alabar a los mediocres, a los pusilánimes, a los deformes, a lo inarmónico, a lo feo, a lo vulgar, al sufrimiento, a las bajas pasiones. Hay que podar pronto los tallos que despuntan, a los únicos, a los individuos, a los que aman lo bueno, lo bello y lo justo. ¿Qué sería de nuestra modélica sociedad si unos cuantos se dedican a buscar tales cosas? Hay que convencerlos que esos ideales solo existen en su loca cabeza y que los seres humanos somos como somos y nada de esas cosas debe interesarnos, pues nuestra salud mental peligraría.

“Solo hay tres cosas dignas de romper el silencio, la música, la poesía y el amor”

Esto dijo Amado Nervo. Y no se equivocó. Porque la música, la poesía y el amor son silencio. Si son ruido ya no son nada. El silencio es armonía. La Naturaleza es armónica y silenciosa. Hace más ruido un árbol que cae que un bosque entero creciendo en silencio. El ruido es muerte, el silencio es vida.

Desde dentro de cada uno de nosotros hay alguien que habla y sabe lo que dice, pero habla tan bajito, casi susurrando, que es preciso permanecer en absoluto silencio para escuchar claramente qué nos dice. De otra manera, inmersos en el ruido, nunca le podremos oír, y por lo tanto escuchar su voz. Es la voz del silencio.

El ruido no es solo lo que captan nuestros oídos físicos, porque nuestros oídos físicos también pueden captar y llevar a nuestra alma el perfecto silencio de una música bella, del sonido del viento y las olas rompiendo en la arena. Y estas cosas no son ruidos, son la voz de la belleza, de la armonía y de la naturaleza. El ruido es inarmonía, es ausencia de perfección. Lo perfecto es bello, bueno y justo, y no es ruido, es armonía. Es el alimento de nuestro ser interior.

El ruido es la dispersión, lo que nos aturde constantemente, lo feo, lo vulgar, lo mediocre, los instintos, y, en general, todo aquello que nos impide oír la voz pura del silencio, de la armonía.

Siempre recuerdo lo que un día me dijo un gran amigo. Me dijo:

- Mira, imagina a cien personas reunidas en una plaza. Cada uno de ellos está hablando constantemente de asuntos dispares. ¿Qué escucharás? Ruido.
Ahora, organiza esas cien personas por el tono y la calidad de sus voces en cuatro grupos, dos grupos de mujeres y dos de hombres. Llámales sopranos a las voces altas de mujeres, y contraltos a las de voces bajas. Llámales tenores a los hombres de voz alta y bajos a los de voz de tono bajo. Consigue que aprendan cada grupo su parte de la partitura de, digamos, “Ave verum corpus”, de Mozart. Acompáñalos con un órgano y haz que canten en la plaza. ¿Qué escucharás entonces?

La respuesta era evidente: me quedaría mudo y mi alma escucharía, captaría y se alimentaría de armonía pura. Eso ya no era ruido. Eran las mismas cien personas que antes hacía ruido y ahora estaban produciendo armonía pura. Es decir, silencio perfecto.

“Antes de que el alma sea capaz de comprender y recordar, debe estar unida con el Hablante silencioso, de igual modo que la forma en la cual se modela la arcilla lo está al principio con la mente del alfarero.
Porque entonces el alma oirá y recordará.
Y entonces al oído interno hablará
LA VOZ DEL SILENCIO.”
(Fragmento del libro de igual título, en el que H.P.B. recoge ancestrales enseñanzas tibetanas)


martes, 23 de junio de 2015

PENAS



No me cuente usted su vida, yo también he sufrido mucho…

Esto solía decirse cuando yo era joven. Era una manera de atajar la inundación cuando alguien te descargaba como un torrente sus penas y sus tragedias.

Yo tenía una tía, solterona y sola, soltera y entera, como suele decirse, que penaba continuamente. Su único y agotador tema de conversación era contar y contar sus penas y sus soledades. Cuando te enganchaba, te colocaba el disco, que yo no se cómo no estaba rayado ya de tanto reproducirlo. Pero como la memoria se afianza con la repetición, nunca faltaba un motivo de tristeza, de lamentación, de queja a la vida, de lo que pudo ser y no fue, y de lo que nunca iba a ser.

No valían ánimos, ni consejos, ni cariño, ni nada. Abrir su boca era simultáneo a abrir las compuertas de los lodos de una vida, muy triste, sin duda. Terminó sus días mal, porque la conciencia es piadosa, y ante el sufrimiento llega a desmayarse para que no tengamos más dolor. Quizá fuera lo mejor.

Yo era muy joven, y no tenía una perra, y ella tenía sobres sin abrir por todos los rincones. Recuerdo que me llamaba para que fuera a verla, y a veces iba. Al despedirnos me hacía un “regalito” dinerario hoy equivalente a más o menos unos 300 pavos.

¿Os podéis creer que evitaba ir? La recompensa era muy alta, pero también era muy duro el trabajo. Y más porque siempre fui propenso, ahora ya no, a la identificación, y salía de su casa arrastrándome de tristeza. No. No me apetecía ir en absoluto.

Y hoy, con frecuencia, escucho gente que sus lamentos, indefectiblemente, cuando coincides con ellos, manan sin cesar de su boca, de su cerebro y de su corazón. Y estás deseando desaparecer, sin saber como escapar a la tortura. Parece que, de Dios para abajo, todos son injustos con su vida. Reproches, lamentos, sufrimientos, tristes recuerdos, negro porvenir, este me hizo esto, aquél me hizo lo otro…

Y, casualmente, o mejor dicho, causalmente, su mayor tragedia es la siguiente:

Nadie me quiere, nadie se preocupa por mí, nadie se acuerda de mí, nadie me busca para nada, nadie me llama, nadie viene a verme, nadie se divierte conmigo, no tengo amigos, estoy solo, Dios me ha castigado injustamente, todos me tratan mal, nadie me considera, y todos los etcéteras que sin duda podréis añadir.

Y yo me pregunto: ¿Se puede ser tan inconsciente como para no darse cuenta de la relación entre ambas cosas? ¿Es que piensa que alguien desea reunirse con otro para sufrir?

No, no. No me cuente usted su vida que yo también he sufrido mucho…

Por mi parte, yo me tengo prohibido absolutamente contar penas, y solo cuento alegrías. Busco alegrías, y no busco penas. ¿Para qué, si ya se que mis alegrías y mis penas son el resultado de mis acciones? ¿Das alegría? Recibirás alegrías. ¿Das penas? Recibirás penas. Esto es como dos y dos son cuatro. Y nuestros deseos siempre consisten en que dos mas dos no sean cuatro. Y eso… no puede ser. Y además es imposible, como decía Paquiro.



martes, 16 de junio de 2015

ESPERANZA











Hermes advierte que no es posible volar hasta Él con solo un ala.















Hoy no quiero escribir de cosas tristes, ni de dificultades, ni de nubes negras, ni de caminos de barro y rastrojos.

Hoy querría aportar algo de piedad y de alegría a mis compañeros de camino. Porque son ellos el motivo de mis letras, y a ellos debo mi labor. Y no merecen mis sinsabores, ni mis angustias, ni mis penas. Sé de sobra (y lo sabemos todos), que en el mundo abunda el barro. Pero también sé que dentro de él se ocultan diminutas pepitas de oro puro, que es preciso buscar y rebuscar, para con ella fabricarnos la corona de la esperanza.

Y es de la esperanza de la que quiero hoy hablaros. Y la esperanza hunde sus raíces en la confianza. Y la confianza, de confiar, es palabra cuya alma procede del latín, cum-fidere, con fe. De la fe surge la confianza, y de la confianza surge la esperanza. Y si no llegamos a comprender la invocación fiat voluntas tuas de la oración que nos enseñó el Maestro, poco podremos tener fe, ni confianza, ni esperanza.

La esperanza no es cuestión de débiles, sino aceptación viril y activa de los misteriosos designios que, aunque inescrutables y muchas veces incomprensibles, nos llevan por el camino que nos ha sido trazado para nuestro encuentro con lo celeste. Y esta aceptación viril no nos debe llevar al desespero, sino, por contra, a la aceptación serena y responsable de las pruebas a que somos sometidos desde lo alto para nuestra superación.

Sabemos que la vida no es fácil para nadie. Y si así fuera, de poco serviría. Y rebelarnos contra las pruebas que nos son enviadas, que no lo son para nuestra desesperación y dolor, sino para nuestra superación y nuestra gloria, no nos lleva sino a no aceptar las oportunidades de superar nuestro actual estado y elevarnos a mundos más sutiles.

Bendigamos a Dios pues por estas pruebas y por los dolores que nos manda superar, porque con nuestro esfuerzo y esperanza podemos hacer de ellas nuestra corona gloriosa, y no solo eso, que sería solo para nuestro bien, sino que así podremos ofrecer a nuestros hermanos la dicha y la alegría de, escalando más altas cumbres, ofrecer vistas más bellas del Universo.

Quiero pruebas, no tranquilidad.

Dijo el Maestro:
No vine a traer la paz, sino la espada.
Y también dijo:
El que quiera entender que entienda.



domingo, 7 de junio de 2015

EL PROGRESO VIRTUAL, carta a una amiga





Os hablaba hace unos días del “progreso pulcro”. Y esta mañana, no recuerdo con ocasión de qué cosa que me sucedió, empecé a pensar en que otra de las características típicas de nuestro “progreso” es su carácter de “virtual”. Este nuevo rasgo, que empezó a aparecer en mí como os digo esta mañana, se me vio confirmado esta tarde.

Estaba yo tomando café en mi Plaza preferida, que como conocéis es la de San Francisco. Estando absorto en como iba a montar la electricidad y el teléfono en la terraza, que como sabéis voy a cerrar y a poner allí el ordenador, apareció por detrás de mí Helena, y se sentó conmigo.

 ¿Qué vas a tomar? –le pregunté- ¿Café? ¿Cerveza? No, pídeme un “Seven Up”. ¡Ay la leche que te dieron!. ¿Tienes que pedir esa pamplina, que solo es agua con boquetes y aroma artificial de limón? –Sí, sí, pídeme un “Seven Up”. Le pedí una cosa de esas, que además, cuando lo vi no se llamaba así, se llamaba “Sprite”. En fin –pensé- gilipolladas de los americanos.

Y este “sucedío” me hizo decidirme a escribiros sobre lo que he titulado “El progreso virtual”.

En realidad lo he llamado virtual, para englobar conceptos, pero virtual viene de “virtud”, y precisamente, todo lo que nos rodea en nuestro progreso carece de la virtud que le es propia y por la cual cada cosa es lo que es. Me explico.

Recuerdo una vez que mi amigo, nuestro amigo me hablaba de cómo le sorprendió y le dejó fascinado un anuncio que vio en su día de una cosa que se llamaba Tang. Se trataba de un sobre de polvos de color naranja (color artificial) Esos polvos se echaban en agua, se removían con una cucharilla y se obtenía un maravilloso zumo de naranjas de Valencia. ¡¿cómo?! Desde cuando conoce un yanqui o un noruego lo que es un zumo de naranjas de Valencia.

Pero todo sería normal (hay una ingente cantidad de tonterías por el estilo), si no fuera porque en el anuncio hacían énfasis en que lo mejor del asunto era que tenía un portentoso sabor y color a zumo de naranjas ¡y no tenía nada de naranjas! Esto último se presentaba como lo mejor del hallazgo. Era un descubrimiento maravilloso. Habíamos obtenido un espléndido zumo de naranjas, sin nada de naranja. Era el sumum del progreso, el mejor descubrimiento en zumos.

Escucho a veces en la tele (desde la habitación de al lado, por supuesto), un anuncio en que el fulano va y dice:

- En las estanterías de su supermercado, señora, podrá encontrar en zumo tal, que tiene un cinco por ciento de zumo de naranjas (habría que ver las naranjas), y nuestro zumo cual, que tiene ¡el doble de zumo!-

 Si Pitágoras no miente, cinco por dos es diez, así que el mayestático zumo tiene el diez por ciento de dudoso zumo. Si serán gilipollas, si por cuarenta duros me compro en la Plaza dos kilos de naranjas de verdad, que tienen ¡el cien por cien de zumo! Y zumo de verdad. Pero lo mío no es progreso, soy un anticuado y un retrógrado.

Ocurre algo parecido con los paquetes que compran los niños (americanizados), de cereales para echarles leche. –Señora, compre Vd. esto que tiene mucho alimento, que está hecho de cereales. No te jode, y la telera que yo compro en la esquina, de qué coño está hecha, ¿de cemento? Y por cierto que, con los cereales que tiene un paquetón de esos, que además no caben en ningún sitio, no se haría ni un panecillo para la Barbie. –¡Oiga, es que tienen miel, y vitaminas!  -¡Tu padre, tu padre y tu padre!

Bien, pues en el progreso virtual nada es lo que parece, o mejor dicho, todo carece de su virtud esencial, es decir aquello que debe hacer que lo que sea, sea eso mismo. El café es sin cafeína. El tabaco sin nicotina. La cerveza sin alcohol. Las rosas  ya las hay sin espinas. En Japón ya han inventado la mascota mecánica, que ni come ni caga ni mea. Y vas a una discoteca, ligas, (después de un gran trajín), y cuando llega el momento, ¡zás!,  menudo paquete que tienen “la niña”.Y así todo.

Y ocurre que vas y pides un café con leche en cualquier lugar “progre” tipo yanqui y te ponen: un café hecho con unos polvos fabricados por supuesto sin café, una leche (la que le dieron) hecha de unos polvos que nada tienen que ver con la ubre de ninguna vaca, y un azúcar fabricada a base de un edulcorante que no tiene relación alguna ni con la caña de azúcar, ni con la remolacha ni con ninguna otra cosa que contenga la más mínima cantidad de azúcar. El agua en que va disuelta semejante porquería seguramente la habrán sacado de alguna depuradora en mal estado.

Pero no es solo la comida la que se está convirtiendo en “virtual”. Es todo. Una vez recuerdo que te dije, M, que mi propósito en la vida fue siempre encontrar lo auténtico en todas las cosas. Y te expliqué a qué me refería. No me gusta jugar a las casitas. Quiero decir con esto que generalmente, jugamos a las cosas, no las tomamos en serio.

Escucho a mucha gente decir que le gustaría saber tocar algún instrumento. Y se compran una odiosa pianola donde están todos los ritmos y todos los instrumentos. De esas que se enchufan. O se compran una flauta dulce de plástico. Se apuntan a un método “rápido” en el que se incluyen “partituras” arregladas o fáciles de autores clásicos. O también gente que compran discos con versiones de obras clásicas “con ritmo” añadido, es decir con una batería marcándoles el ritmo (por si no lo cogen), con lo cual cualquier sinfonía de Beethoven resulta bailable. ¡Horror!

Métodos fáciles para aprender inglés, ruso o rumano en dos meses. Aprenda pintura por correspondencia, etc. etc.

Todo esto no es serio, y cualquiera que haya pretendido hacer algo serio lo sabe perfectamente.

Si quieres aprender música y dominar un instrumento (no de plástico y cables, sino de verdad), es preciso dedicarse a ello seriamente y con profundidad. Asistir a clases, estudiar, machacar el instrumento, etc.

Por lo general, cuando acudimos a un concierto vemos solo el resultado, no la preparación anterior al mismo. Recuerdo que cuando cantamos el Stabat Mater de Haydn, con la Coral, que fue en Semana Santa, llevábamos preparándola desde el Octubre anterior. Y eso contando con que todo el mundo sabía música y el director del coro era catedrático de Canto Coral en el Conservatorio y actualmente director es de la orquesta Manuel de Falla. Así y todo exigió meses de preparación.

Pero todo esto, el que va al concierto no lo sabe, ni lo imagina. Cree que todos los que cantan, así como los intérpretes de la orquesta son una especie de monstruos o ángeles asistidos por una ciencia divina.

Igual ocurre cuando asistimos a un concierto de piano. ¡Que facilidad tiene el tío! ¡No se le ven las manos corriendo por el teclado! ¡Que habilidad! Por supuesto que tendrá arte y habilidad, pero lo que no imaginamos es cuantas horas habrá pasado a solas delante de las teclas y cuántos cientos de veces ha repetido aquél pasaje de la partitura que nos fascina.

¿Os gusta el circo? A mi sí, y además, aunque no me gustara da igual. Debía acompañar a Miguelito. Ventajas de tener un niño. Pues bien, cuando veo al trapecista o a la trapecista (en ésta me fijo más), o al que tira todo por lo alto a la vez y lo recoge, no nos explicamos cómo, sin dejar caer nada, exclamamos: ¡Qué arte, que habilidad! Podríamos preguntarle cuántas veces cayó a la red antes de dominar el ejercicio o cuantos porrazos se dio en la cabeza con los bolos o con los platos.

Escuché no sé dónde que la facilidad con que el artista realiza su obra la atribuimos a su arte natural, cuando en realidad es producto de su trabajo incansable. Creo que era Rubistein, el pianista, quien decía: “Cuándo llevo solo un día sin tocar el piano ya me lo noto yo. Si llevo dos, me lo notan los críticos. Y si llevo tres días sin ensayar el público ya lo nota en mis conciertos... “

Recuerdo que te hablaba de la televisión y Miguelito. Y te decía que no todo lo que se puede ver es negativo, y que yo me había empeñado en hacerle ver películas de Walt Disney (este mago de nuestra época), la de los dibujitos, y a ser posible las que exponen cuentos antiguos, como Blancanieves, Caperucita, etc.

Si tiene que escuchar música, trataré de formarle el gusto por una música que eleve el espíritu, aunque sea sin que se dé cuenta, un poco como hicieron conmigo. Porque hay una música que eleva y otras que distraen, entontecen, embrutecen o hacen daño.

Si hay que comer, comamos alimentos genuinos, sanos y auténticos. Si hay que leer, leamos libros sanos. Es lo que nos dijo Alfonso X, que para eso era sabio, ya sabéis:

Quemad viejos leños
Bebed viejos vinos
Leed viejos libros
Tened viejos amigos

Ojo, que no dice libros viejos ni amigos viejos, que no es lo mismo.

Lo que os hablo ocurre igual con los amigos. Durante mucho tiempo todos hemos mantenido amigos con los que hemos pasado horas y horas de diversión, pero intuíamos que no eran amigos auténticos. Los verdaderos amigos son otros, y también sabemos cómo sin y quiénes son (con el paso de los años y la madurez)

Es preciso ser serios. Pero no con los otros, sino con uno mismo. No se las puede dar uno de pintor si no se ha tomado uno el trabajo durante años de aprender sin cesar, de conocer poco a poco las técnicas, el oficio, sin esforzarse al máximo en el dibujo, en la perspectiva, en el color y en cientos de conocimientos que son los mínimos para, después de cientos de pinturas y años de buscar inspiración, poder decir, con derecho a ello: -“he pintado un cuadro”. Lo demás son bromas e ilusiones sobre uno mismo.

Conozco un escritor, compañero de mi cuñado, que ha escrito un libro sobre la vida de un musulmán de la Edad Media y sobre el ambiente en que su vida se desenvolvió. Y comprendo que, para escribir eso, y hacerlo con derecho a escribirlo, Debe tener, y lo tiene, un profundo conocimiento del mundo musulmán, de la vida en aquella época, amén de la psicología de sus personajes, de sus costumbres, de su forma de ver la vida, de sus creencias, etc. etc. Y esto no se improvisa, ni se aprende en un manual de esos de “Conozca el mundo musulmán en diez sesiones” No, eso es broma. El está dedicado a ello en alma y cuerpo. Es licenciado en Historia, y seguramente lleva veinte o veinticinco años trabajando en ello. Como os digo, tiene derecho a escribirlo. La seriedad de su trabajo se lo da.

No quiero decir con esto que también habrá quien se toma el mismo esfuerzo y luego escribe algo insulso o sin interés. Esto es otra cuestión.

Seguramente recordáis la película, de grandes valores, sin duda, de Amadeus. Salieri trabajaba tanto o más que Mozart, pero... Por supuesto no todo es trabajar. Pero decía creo que Picasso que la inspiración del artista se encuentra tras años de intenso trabajo. O lo que es lo mismo, el trabajo es el precio de la inspiración. Only drawning men could see him. Recuerdo ahora la también espléndida película del El loco del pelo rojo. Recordáis como trabajaba Van Gogh, día y noche, como un poseso. Creo que ese es el precio. Eso es ser serio. Eso es querer algo de verdad. Lo demás son fantasías


martes, 2 de junio de 2015

LA NADA AVANZA

 La nada avanza… Esto decía un personaje de “La historia interminable” Y hoy todo está realmente disolviéndose en la nada. La nada avanza. Imparable.

Pero... estamos nosotros. Como un conservatorio, donde se guarda toda la música de valor, como un museo, donde se guardan las obras de arte que tienen belleza. Seremos como los navegantes del arca, que, después del diluvio, cuando todo hubo muerto, cuando la paloma trajo en el pico la rama de olivo y no quedaba entonces nada en el planeta, supieron recomponer el mundo.

No lo veremos los que hoy vivimos. Pero, cuando la humanidad toque fondo, cuando no haya ya nada que tenga valor, cuando la gentes buenas levanten sus miradas y levanten sus manos buscando una ayuda, una respuesta para su vidas, un auxilio, un refugio... allí estaremos nosotros.

Estaremos, y habremos guardado en nuestros corazones, en nuestra alma, en nuestras manos, todo lo necesario para recomponer el mundo, como en la historia del arca, y tendremos todas las especies, todos los valores, todo aquello donde se guarda la semilla de lo nuevo que deberá crecer entones.

No será fácil, porque no veremos los resultados, y nuestra fe tendrá que ser grande, pero seremos como los copistas de la Edad Media, que copiaban los antiguos libros de sabiduría de los griegos y de los árabes, que los copiaban aún sin comprender nada de lo que decían, pero que eran conscientes de que eran libros necesarios a la humanidad futura. Y así, gracias e ellos, hoy día nosotros podemos renovarlos, podemos retomarlos, y podemos conservarlos, para el futuro después de la nada, al igual que en el conservatorio se guardan con amor las almas de los grandes músicos, y las hermosas páginas que escribieron. Para que no se pierdan, para que estén ahí el día en que el hombre tenga la sensibilidad necesaria y la necesidad de acudir a ellos.

Es un tormento ver lo que está ocurriendo, pero nuestro siglo lucha frontalmente contra todo lo que tiene valor. Es necesario esperar, como se espera el paso del huracán, para empezar luego a recomponer todo lo que destruyó. No se puede parar un huracán, pero sí puede prepararse todo para el momento en que se haya de recomponer su daño. Para eso debemos estar preparados, para eso debemos prepararnos eficazmente.

Como la anciana del cuento que preparó con esfuerzo su pequeña lámpara, y, cuando Devadatta desató un viento terrible que apagó todas las lámparas de los ricos devotos de Buda, ella pudo encender todas las demás, que, a pesar de que eran grandes y de oro, se apagaron.

Y nuestro mundo es ahora así, es un mundo que parece grande y de oro, pero un gran viento apagará sin duda todas esas grandes lámparas. Pero la nuestra, la de la viejecita, será la encargada de dar de nuevo la luz al mundo.

En esa época no existirán libros, ni museos, ni música, pero, como en el libro La nada avanza… Esto decía un personaje de “La historia interminable” Y hoy todo está realmente disolviéndose en la nada. La nada avanza. Imparable.

Pero... estamos nosotros. Como un conservatorio, donde se guarda toda la música de valor, como un museo, donde se guardan las obras de arte que tienen belleza. Seremos como los navegantes del arca, que, después del diluvio, cuando todo hubo muerto, cuando la paloma trajo en el pico la rama de olivo y no quedaba entonces nada en el planeta, supieron recomponer el mundo.

No lo veremos los que hoy vivimos. Pero, cuando la humanidad toque fondo, cuando no haya ya nada que tenga valor, cuando la gentes buenas levanten sus miradas y levanten sus manos buscando una ayuda, una respuesta para su vidas, un auxilio, un refugio... allí estaremos nosotros.

Estaremos, y habremos guardado en nuestros corazones, en nuestra alma, en nuestras manos, todo lo necesario para recomponer el mundo, como en la historia del arca, y tendremos todas las especies, todos los valores, todo aquello donde se guarda la semilla de lo nuevo que deberá crecer entones.

No será fácil, porque no veremos los resultados, y nuestra fe tendrá que ser grande, pero seremos como los copistas de la Edad Media, que copiaban los antiguos libros de sabiduría de los griegos y de los árabes, que los copiaban aún sin comprender nada de lo que decían, pero que eran conscientes de que eran libros necesarios a la humanidad futura. Y así, gracias e ellos, hoy día nosotros podemos renovarlos, podemos retomarlos, y podemos conservarlos, para el futuro después de la nada, al igual que en el conservatorio se guardan con amor las almas de los grandes músicos, y las hermosas páginas que escribieron. Para que no se pierdan, para que estén ahí el día en que el hombre tenga la sensibilidad necesaria y la necesidad de acudir a ellos.

Es un tormento ver lo que está ocurriendo, pero nuestro siglo lucha frontalmente contra todo lo que tiene valor. Es necesario esperar, como se espera el paso del huracán, para empezar luego a recomponer todo lo que destruyó. No se puede parar un huracán, pero sí puede prepararse todo para el momento en que se haya de recomponer su daño. Para eso debemos estar preparados, para eso debemos prepararnos eficazmente.

Como la anciana del cuento que preparó con esfuerzo su pequeña lámpara, y, cuando Devadatta desató un viento terrible que apagó todas las lámparas de los ricos devotos de Buda, ella pudo encender todas las demás, que, a pesar de que eran grandes y de oro, se apagaron.

Y nuestro mundo es ahora así, es un mundo que parece grande y de oro, pero un gran viento apagará sin duda todas esas grandes lámparas. Pero la nuestra, la de la viejecita, será la encargada de dar de nuevo la luz al mundo.

En esa época no existirán libros, ni museos, ni música, pero, como en el libro Fahrenheit 451, cada uno de nosotros será un libro, cada uno será una obra de arte, cada uno será una música, y podremos así reconstruir con facilidad todas las bibliotecas, todos los museos, todas las músicas.

Y cada uno de nosotros tendrá entonces dentro de sí un mundo que construir fuera. Y será muy fácil.

Será muy fácil construir de nuevo un Partenón...

 451, cada uno de nosotros será un libro, cada uno será una obra de arte, cada uno será una música, y podremos así reconstruir con facilidad todas las bibliotecas, todos los museos, todas las músicas.

Y cada uno de nosotros tendrá entonces dentro de sí un mundo que construir fuera. Y será muy fácil.

Será muy fácil construir de nuevo un Partenón...