viernes, 30 de agosto de 2013

MISTERIOS...





















Amo el misterio,
vivo el misterio.
Amo lo que no veo,
amo lo que no comprendo.

Lo que está lejos,
lo que está difuso,
Lo que sospecho
pero no alcanzo.

Resuenan cuerdas,
como de arpas,
su sonido es lejano
y hermoso.

Miro una brizna
de hierba fresca.
Miro una estrella
blanca y lejana.

Olas que mueven
el mar en calma.
Vientos que agitan
las espumas.

Graznan gaviotas
sobre mi cabeza.
Algo pretenden
decirme.

Miro el sol
ciega mis ojos.
Miro las sombras,
y son del sol.

Misterio…







domingo, 25 de agosto de 2013

sábado, 17 de agosto de 2013

MI QUERIDO HERMANO





















Siempre escuché de pequeño aquello que decían los curas: "Los caminos del
Señor son inescrutables". Tuve que buscar qué decía el diccionario de esa
palabreja, que viene a significar algo así como que no se puede saber como va a ser el camino de antemano, o que puede parecer a primera vista un camino extraño y aún equivocado. Pero hete aquí que, si seguimos el camino que nos manda nuestro Señor (nuestro Yo), aún creyéndolo extraño y doloroso, aún sintiendo que es raro que por ahí se vaya a algún sitio bueno, con lo duro que es andar por él, es seguro que es el camino que debemos andar, pese a lo que pese. Es nuestro camino, el nuestro, el nuestro en particular. A otros les puede
parecer una majadería o algo sin sentido. Pero si para nosotros lo tiene,
porque nos lo dice nuestra Voz Interior, es preciso recorrerlo, de la manera
que sea, y piensen los demás lo que se les ocurra.

Así pues, hace poco tu camino tomó un nuevo rumbo, y la vida te ofreció la
oportunidad de muchas cosas, creyendo que perdías otras. La oportunidad de
encontrarte contigo mismo (lo cual todos evitamos), la oportunidad de
extraer sabiduría de tu dolor, la oportunidad de ser más libre, de ser más
"tú mismo". Y debes saber que no a todo el mundo le pone Dios en
situación de aprender de golpe tantas cosas. El dolor y la superación son
solo para los elegidos. Para los que saben sacar oro de donde parece que
solo hay barro, de los que saben superar el terror, de los que, como Dantès, están dispuestos a todo por conseguir su libertad y su "tesoro", aún pasando por encima de la misma muerte.

Hay una frase de Bertuccio, en El Conde de Montecristo, evidentemente iniciática, que dice así, no se si la recuerdas. A mí me dio mucho que pensar:

"Así que, prefiriendo mil veces la muerte antes que una detención, hice
cosas asombrosas, que una vez más me dieron la prueba de que el excesivo
cuidado que damos al cuerpo es casi el único obstáculo para lograr los
objetivos que precisan una rápida decisión y una ejecución enérgica y
decidida. En efecto, una vez que uno ha hecho el sacrificio de su vida, no
es igual que los demás hombres, o mejor dicho los demás hombres no son
iguales que uno, y quienquiera que toma esa resolución siente en el instante
mismo que sus fuerzas se multiplican y su horizonte se ensancha"

Duro, ¿verdad? Pero totalmente cierto…

Y las cosas que me cuentas no son confusas, ni mucho menos, absurdas. Son reales, pero sólo para los que como tú o como yo o como algunos otros, han vivido y viven. Estas cosas son las que de manera real nos llevan a ese mundo
desconocido y misterioso que es nuestro mundo interior, donde reside aquella
fortaleza que es preciso conquistar. O salir de ella, saltando por la torre
al abismo, sin saber siquiera qué nos espera abajo. Desnudo y casi cadáver,
como nuestro Dantés. No te quepa duda de que es el camino del que habla
nuestro lema "Conócete a ti mismo". Pero tampoco te quepa duda de que pocos conocen siquiera su comienzo, ni su dificultad, ni tampoco la dicha de
sentirse en él. Por eso, como el Conde, es necesario ocultarlo a los demás,
cambiar incluso de nombre, y recorrerlo en solitario, humildemente, sin
pregonarlo. Solo los hermanos que están en tu camino te podrán entender. No
esperes que el que no conoce sus tremendos sufrimientos y sus inmensas
dichas pueda entenderte. Pero a mí me lo puedes contar, y estoy seguro que a muchos más que no conocemos pero que transitan por el laberinto que conduce hacia el centro.

Cuando alguien vea todo claro en la vida, ya sabes que no es de tu
"hermandad". Tendrás que tratarlo con cariño y amor, con dedicación y
entrega, pero no esperes comunión con él. Cada uno está en su momento. Lo
que debemos buscar, y encontrar, son a nuestros "hermanos mayores" en este
extraño pero apasionante camino hacia nosotros mismos. No dudo que los hay,
y no dudo que nos ayudarán.

Gracias a ti, hermano. Aunque no lo creas, me enseñas mucho más que yo a ti,
y me recuerdas, como las campanas del Ángelus, quien soy y qué debo hacer.


lunes, 12 de agosto de 2013

DIÓGENES





















 Hace unos días nos reunimos en casa unos amigos, y, ya en la mesa, rodeados como estábamos, de jamón serrano, queso de oveja manchega, espléndidos boquerones en vinagre con su necesaria cebolleta fresca, buen vino de León, y demás exquisiteces de nuestra bendita tierra, comenté que, considerándonos filósofos, pensaba en qué diría mi querido y admirado Diógenes de semejante reunión.

 Alguien dijo: -bueno, sí, Diógenes solo comería lo que le diesen, y dormiría en un viejo barril, desnudo de todo lo superfluo, pero también es cierto que se confesaba pajillero-
-El impulso sexual es algo humano, como el comer o el dormir- dije yo. Algo tendría que hacer para liberarlo...

Yo no lo sabía la anécdota, pero les comenté lo que una vez escuché de un ermitaño, cuando le preguntaron como podía soportar la soledad del sexo. Y vino a decir que se complacía a sí mismo, pero que no lo consideraba pecado alguno, ya que no lo hacía deseando a ninguna mujer, y que por tanto no dañaba a nadie. Me sorprendió su respuesta, porque repasando en ese momento los mandamientos entregados a Moisés, no encontré que trasgrediera ninguno. Por lo que su actitud me pareció una actitud razonable, y añadí que yo pensaba igual.

 Os cuento esta anécdota porque me ha sucedido a veces que, tras enviar alguno de mis escritos, en los que hablaba, pongamos por caso, de Mozart, de los romanos, o de alguna persona en particular, viva o muerta, famosa o no, alguien me ha contestado que estoy muy equivocado. Que Mozart era en su vida corriente un imbécil infantiloide, que los romanos eran unos borricos con dos patas, o que tal persona no era como yo la describía, que yo estaba muy equivocado y que en realidad era un sinvergüenza.

 Y siempre he contestado lo mismo a estas objeciones:

 Que me importa un pepino si lo que pienso y siento de ellos se acomoda a la realidad o no. Que lo que me vale son los valores que extraigo de ellos, lo que me aportan tal como los pienso (o los sueño).

 ¡Qué me puede importar a mí que Mozart fuera, como dicen muchos, un inmaduro para la vida o un juerguista ridículo! Eso no cuenta, en el dudoso caso que fuera verdad, lo que no creo. Lo que cuenta son las páginas que escribió, que hacen brotar de mi corazón, y de muchos otros, lágrimas de dicha. Que me lleva a paraísos nunca soñados, que consiguen que ame a los hombres y descubra a Dios. Eso es lo que me importa, y los que ponen el énfasis en su aspecto vulgarmente humano, seguramente no tienen la sensibilidad suficiente para valorar su inmensa aportación a la Humanidad.

 ¡Qué me importa a mí que Diógenes se aliviara en soledad! Bendita sea su alma, y que lo disfrutara. A mí lo que me importa es su terrible ejemplo de sencillez, de austeridad, de grandeza, de valor y de humanidad en suma. Eso es lo que me importa.

 O que me digan que los romanos eran unos degenerados y unas acémilas. A mí lo que me importa es que tenían los ... más grandes que el caballo de Espartero, y que para tender un puente o hacer un acueducto no se andaban con las pamplinas de hoy día. Lo hacían y punto. Y hoy están donde mismo los pusieron, y seguramente estarán en el mismo sitio dos o tres milenios más. Nuestros nietos verán caerse los nuevos puentes y los puentes romanos seguirán en el mismo sitio, como si nada.

Y lo que cuenta, de verdad, es que el derecho que hoy día dirige nuestra cultura es el de ellos, y que nadie ha inventado todavía nada nuevo ni mejor. Y que extendieron la cultura griega por toda Europa, que es la misma y la única que tenemos hoy día y de la que tenemos que mamar lo queramos o no. Aunque muchos presuntuosos se pasen la vida haciendo inventos y pretendiendo demostrarnos que han inventado la pólvora. Pues no, queridos, la pólvora ya la inventaron los chinos hace no sé cuantos siglos, y si queréis hacer inventos, hacedlos con gaseosa. Y no nos toquéis más las narices.