domingo, 3 de agosto de 2008

EL CAMBIO Y LA PERMANENCIA


Sobre lo efímero y lo duradero.

Hace no muchos días, andando mi camino por la calle, pasé cerca de dos amigas de mediana edad que charlaban, casi rozándolas. Quien conozca Cádiz ya sabrá que esa situación es inevitable. Cualquier calle del centro se puede cortar al tráfico con tres personas dadas de la mano, y, en algunos casos con dos solamente.

Aquí se habla en alta voz, costumbre netamente andaluza, para perplejidad y pasmo de anglosajones y nórdicos. Y no solo conversaciones triviales, sino incluso secretos de alcoba pueden ser escuchados fácilmente en la calle, en el autobús, o incluso en el silencio del cine o del teatro.

Pues como os contaba, llegó a mis oídos, de manera no deseada, un retazo de su conversación. Una de ellas decía:

-Pues a mí solo me motivan las cosas nuevas… Si no, me aburro…-

Como seguí mi camino, sin detenerme, no pude saber el parecer de su interlocutora. Es una pena, porque me hubiera gustado enterarme qué cosa le motivaba a su amiga.

Pero, como casi siempre, el pensamiento que escuché me hizo reflexionar. Solo lo nuevo le motivaba, solo lo nuevo le motivaba… ¿Qué quería decir con eso?

Poco tiempo después lo relacioné fácilmente con la tendencia de hoy a buscar constantemente cosas nuevas, cosas nuevas… cosas nunca vistas, nunca oídas, nunca vividas. Pero… me preguntaba… ¿es necesario? Solo suele considerarse válidas las cosas nuevas, en un continuo cambio constante de todo lo que se vive. ¿Cómo era posible que a alguien le aburriera, es decir, no le volviera a interesar las cosas válidas que una vez se cruzaron en su vida?

En toda esta gente que asume esa norma de vida ¿qué es lo que permanece, qué forma parte de su ser más íntimo, de su yo, de lo que es inamovible? ¿No tienen ningún hilo conductor entre sus días y sus noches, entre sus horas, que le recuerden de vez en cuando quienes son, de dónde vienen, a dónde van?

Cuándo se pregunten por sí mismos, y quieran saber quienes son, ¿llegarán a encontrar alguna respuesta? ¿O simplemente se dirán: “yo no soy nadie, solo fluyo?”

Cierta vez, una amiga me dijo algo parecido. Yo le pregunté: ¿Qué tal estás? Y me contestó: “No sé. Yo solo fluyo…” Perplejo, y queriendo hacerle notar su estupidez, le pregunté: “Y, ahora, ¿para donde fluyes? Quizá te pueda acompañar en tu fluir…

No sé si comprendió mi broma con doble sentido, aunque creo que no, que solo fluía, aunque no llegué a descubrir hacia donde. Quizá fluía como los barcos a la deriva, a merced de vientos y corrientes, hacia ninguna parte.

Una vez escuché el pensamiento de un sabio. Decía:
“No hay viento favorable para quien no va a ninguna parte”

Creo que es verdad. Para recorrer un camino, para llegar a una meta, es preciso tener una meta y elegir un camino. De otra forma, la vida sería dejarse llevar, y, de la misma manera que un tronco de madera, que no es un barco, iríamos dando tumbos continuamente.

Cuando se quiere cambiar constantemente todo lo que a uno incumbe, y resulta aburrido lo que dura un poco más de la cuenta, deberíamos reflexionar sobre si profundizamos lo necesario en lo que nos brindan nuestros días. Descubriríamos que el aburrimiento tiene su origen no en lo cotidiano, sino en pasar rozando, solo, lo que nos ocurre, sin llegar a entrar en los significados, en las vivencias y en las experiencias.

Pensar que ha habido sabios que han pasado toda su vida profundizando en la vida de un simple microbio, que ello se ha convertido en su sentido, en su meta, en su significado… ¿Cómo podría resultarnos aburrida una simple hoja de un árbol o una cotidiana puesta de sol?

Podríamos pasar toda una vida junto a la persona amada, sin llegar nunca a descubrir su esencia más profunda y misteriosa. Nunca podríamos aburrirnos ni siquiera un minuto. Pero, si desterramos de nuestras vidas el misterio, ¿qué nos quedaría?






2 comentarios:

Concha Barbero de Dompablo dijo...

Muy bueno lo de acompañarle en "su fluir" :-)

Creo que el equilibrio debe estar en dejar que la vida fluya, mientras uno está consciente y, al tiempo, siguiendo fielmente sus deseos, sin dañar a nadie en su camino, sino ayudando a cuantos te encuentres. Así, todo tiene que fluir a tu favor.

ABRAXAS CADIZ dijo...

Creo también que es como dices.
El engaño que sufrimos los que vivimos los interesantes años de las influencias del Mayo del 68 y el posterior movimiento hippie es precisamente el significado de esa palabra: fluir.
Fluir, para mí, es como tu dices, ser consciente de tus actos, o como dijo creo que San Pablo o Santa Teresa:
"Ama y haz lo que quieras"
Pero ahora tenemos otro trabajo personal: Aprender qué es realmente el amor, y vivir constantemente amando.
Y, a partir de ahí, fluir... Como dices, en esas condiciones, todo fluye a tu favor, y además, a favor de todos y de todo lo que te rodea.