domingo, 7 de marzo de 2010

RECIPIENTES


¿Quién de nosotros no ha escuchado conversaciones como las siguientes?

- ¿Qué tal tu viaje por Egipto? ¿Estuviste en las pirámides, en los templos de Luxor y Karnak? Yo estuve el año pasado, y es impresionante, ¿verdad?
- Impresionante es poco, es apasionante, es... una experiencia única en la vida.

O bien esta otra:

- Estuve en Londres, y aproveché para ir a un concierto, la novena de Beethoven. Figúrate, algo maravilloso. No lo olvidaré.
- Yo la escuché en Madrid, y es preciosa, sobre todo los coros.


O bien:

- He terminado de leer El Quijote. Es graciosísimo e interesantísimo.
- Yo también lo leí hace unos años. Es encantador.

Y es así. Vieron las pirámides y los templos, escucharon la sinfonía novena, leyeron El Quijote. No cabe duda.

La duda surge en qué vio cada persona, qué escuchó cada persona y que leyó cada persona.

Evidentemente, ver, en lo material, está ampliamente explicado por la física y la medicina. La luz reflejada por los objetos penetra por el globo ocular y forma una imagen en la retina, a modo de pantalla. Esta imagen es enviada por el nervio óptico a determinado lugar del cerebro.

Oír está igualmente explicado. Los sonidos se reciben concentrándose en el pabellón auricular, hacen vibrar una membrana delicada, el tímpano, y, a través del nervio auditivo se envían al cerebro.

Leer. Un conjunto de letras que combinadas adecuadamente forman palabras, y estas palabras, otra vez combinadas, producen frases. Un conjunto de frases forman un texto. Todas estas palabras, frases y textos llegan igualmente al cerebro, que es capaz, algunas veces, de darles significado y de entender lo que en conjunto expresan.

Hasta aquí está más o menos claro.

En el primer y segundo caso, un niño de dos años, de cuarenta o de sesenta, y, apurando, un camello, ven y oyen exactamente lo mismo. Captan imágenes y captan sonidos. El camello, el niño de dos años y los demás vieron y escucharon lo mismo que vimos y escuchamos los demás. Supongo que con unas diferencias mínimas.

Y en cuanto a la lectura, un libro lo puede leer un pequeño de seis o siete años.

Pero, al contrario de lo que piensa el materialista, no se ve solo con los ojos, no se oye solo con los oídos y no se lee solo articulando palabras.

Las imágenes, los sonidos y las palabras no solo impresionan los ojos, los oídos o la laringe. Impresionan también el alma. Se les olvida este pequeño detalle, ya que para el materialista el alma es inexistente.

Y esta es la cuestión del recipiente. El alma es el recipiente.

2 comentarios:

Anuskirrum dijo...

Que misterio y que apasionante resulta pensar en las diferentes maneras de concebir las mismas cosas, la misma "verdad", se convierte en el momento de ser observada en miles de verdades.
Hay maneras de tratar de concebirla por otro lado, pues dependiendo de la atención, la pasión o al revés el desinterés, así seremos capaces de interpretarlo posteriormente.
Precioso recipiente tenemos cada ser vivo a nuestro alcance, solo de nosotros depende buscar esa armonía que comprenda el gran abanico de posibilidades que nos brinda la existencia.

Querido Miguel, siempre aprendo contigo, un abrazo

juanarmas dijo...

Muy interesante, y cierto.

La circunstancia no nos habla de la profundidad de la vivencia de quien la experimenta, o de sus detalles. Al leerte me vino a la mente un reportaje que vi hace poco, donde una experta en ventas mostraba su vivienda. Su actitud hipernerviosa evidenciaba hasta qué punto vivía con presión la vida. Posteriormente lo comentaba: su incapacidad para desconectar. Luego, según avanzaba con la exposición de su vivienda, mostró un hermoso lugar, donde una cristalera permitía contemplar el cielo. Comentaba que todas las noches solía permanecer un buen rato echada, disfrutando de la noche estrellada.

Habida cuenta de sus movimientos rápidos, de cómo atropellaba las palabras, de la insistencia en hablar del tiempo, de la tensión, de las prisas, me pareció chocante que pudiera producirse un cambio tan radical y que fuera capaz de desconectar para disfrutar de esos instantes de calma hogareña.

Sucede en lo que dices como aquellos que van a un lugar con la idea en mente de sacarse la foto delante de tal documento que acredite su presencia.

Recipientes entre recipientes, y lo que nos une a todos con todo, sin forma :)

Un abrazo.