martes, 22 de julio de 2008

DAR Y RECIBIR



Estábamos delante de unas pizzas, disfrutando de una excelente sangría y riéndonos con verdadera alegría, con la alegría de los verdaderos amigos.

No sé como la conversación se deslizó hacia temas de cine, música y libros. Bueno, en realidad es algo muy común, sobre todo en nuestro círculo. Y hace mucho tiempo que venía rondándome una idea sobre el asunto, que quise expresar en voz alta. Me costó mucho hacerme entender, no sé si por mi impulsividad al hacerlo, por el rechazo que provocaba, porque es difícil de aceptar, o puede ser quizá también por la gran ingesta que hasta el momento había hecho de la deliciosa sangría. Incluso varias veces me pidieron que dijera claramente “habas claras”

Les contaba que en casi todas las ocasiones que se le pregunta a alguien por sus aficiones suele contestar lo siguiente:

- Leer, escuchar música, ir al cine y viajar.

A veces se añade otra cosa, pero estas aficiones entran casi siempre en los gustos y preferencias digamos “normales”.

Yo les decía que esto tenía un gran inconveniente, y consistía en que eran “actitudes pasivas”, en las que no se participaba activamente, como creador. Para ilustrarlo le dije:

- ¿Y si nadie escribiera libros, ni hiciera música, ni películas, ni hubiera agencias de viajes, a qué se dedicaría tanta gente? ¿Y si no hubiera televisión, a la que, aunque no lo dicen, le dedican muchas horas? Para que alguien lea un libro es preciso que alguien lo escriba primero. Para escuchar música es preciso también un compositor que la escriba, aparte de un director que la interprete y unos músicos que la ejecuten. Para ver una película es preciso alguien que de a la luz el guión, la música, etc. Creo que la idea es fácil de entender. Si todos nos dedicáramos exclusivamente a esas aficiones terminaríamos por no poder disfrutar de ninguna, porque no habría ni libros, ni música ni cine ni casi nada de nada.

Y ello es producto de la educación “pasiva” que nos imbuye la sociedad de consumo, más interesada en que “consumamos” que en que “creemos”. Cada vez hay más consumidores y menos creadores. Pero la discusión empezó cuando yo planteé que lo verdaderamente enriquecedor es la creación, y no el consumo.

Se planteó que el consumo no es del todo pasivo, circunstancia que admití, aunque generalmente sí lo es, al plantearse elementos de consumo cada vez más digeridos y para los que es preciso cada vez menor esfuerzo.

Así, no es lo mismo leerse el último best-seller, el que por cierto si es el mejor vendido (que es la traducción al castellano de best-seller), seguramente lo será porque la gran mayoría de la población es capaz de tragárselo, con lo que puede deducirse que su profundidad será escasa, que es mucho más fácil que leerse los Diálogos de Platón, las obras de Kant, y, en general, los clásicos, que, como es obvio, necesitan un mayor esfuerzo de comprensión y de asimilación. Afirmé que, mejor que leer “El código da Vinci” yo leería otra vez El Quijote, por ejemplo. Pero resultaba que todo el mundo lo había leído. Eso ya no lo pude pasar. Sí, todos lo leímos en el colegio, de chicos, me dijeron. ¡y qué remedio! Pero ¿quién lo ha leído de adulto por propia voluntad, sin ser coaccionado? Resulta que es el libro más famoso, más elogiado, más editado de la literatura española, pero pondría la mano en el fuego que es el menos leído. Aunque quien fuera o fuese me jurara o demostrara lo contrario. Será, y lo creo, best-seller, pero para ponerlo en la estantería del mueble bar.

Creo que por este camino, y como los creadores son también y cada vez más, consumidores, salvo bellas excepciones, llegaremos pronto al momento de no tener nada que llevarnos al cerebro, salvo, claro está, los clásicos, de la literatura, del cine, de la música y de todo lo demás.

Pero lo trágico de esta cada vez más fomentada y frecuente actitud pasiva es que no sólo repercute en la creación artística, sino en cualquier plano de la actividad humana. Así, en el amor queremos antes ser amados que amar, en la amistad queremos tener amigos antes que ganarlos, en el trabajo queremos cobrar antes que trabajar, y en la convivencia exigimos de nuestra pareja antes que entregarnos a ella, queremos que Dios nos ayude, sin ayudarle a Él dentro de nosotros, y ¡para colmo! hasta hay cristianos que quieren ir al Cielo como se estila ahora, como el aprendizaje del inglés...... ¡Sin esfuerzo!



3 comentarios:

Concha Barbero de Dompablo dijo...

Muy buena reflexión, Abraxas. Tienes lo que das. De eso no hay duda. Y ese aborregamiento en el que vivimos hace que nos reservemos lo mejor de nosotros, muchas veces por miedo a perder la aprobación de otros. Paradojas de la vida.

Creo que todos tenemos poder creativo, pero también que sólo sale a flote cuando somos capaces de indagar en nosotros, salir del mundo superficial, como indicas, para saber realmente cuál es nuestro propósito en la vida.

Una vez que has profundizado, disfrutas, incluso más, de lo superficial, pero también eres más selectivo.

cieloytierra dijo...

Hola Abraxas,
me interesa la reflexión sobre este tema,desde... siempre.

Porque ese mismo ritmo de estar siempre llenos de novedad y mas y mas, nos hace adormecer lo verdadero que tenemos como seres creativos.

Cómo dicen los taoístas del meditar por ej...
"yo me siento a cultivar mi espíritu, mientras los demás me consideran BOBO"

(no es literal, pero la idea está)

gracias por recordármelo!!

Máriní

ABRAXAS CADIZ dijo...

Querida Marini, no debemos preocuparnos. Desde que nos llega la memoria, a todos los que se han ocupado y se ocupan de lo que nos ocupamos nosotros, es decir, de la Realidad, siempre los han tachado de bobos, o de locos, o de cualquier otra cosa.
El motivo es que no pueden entender nuestros motivos ni nuestras finalidades, y, como no seguimos el camino de los borregos, somos seres raros, locos y peligrosos.
Debermos acostumbrarnos a ello.
Es normal que nos pase.
Un beso.