Todos hemos recibido con satisfacción la declaración de la Unesco por la que se sumaba el flamenco al patrimonio inmaterial de la humanidad. Bajo mi punto de vista lo merecía de sobra. Y esta declaración me dio que pensar sobre los patrimonios materiales e inmateriales.
He visto que, entre muchos otros, son patrimonio material de la humanidad la Acrópolis de Atenas y la catedral de Notre Dame, en París. Me parece fantástico que asumamos estas construcciones como patrimonio de todos los seres humanos, porque así estarán protegidas de las posibles amenazas de desaparición esos lugares y construcciones que encierran un gran legado de la historia y la civilización humana.
Las que no he encontrado en el listado del patrimonio inmaterial de la humanidad han sido la filosofía, la religión y la mitología griega, sin las cuales difícilmente el Partenón y otros templos y construcciones hubieran sido construidos, ni tampoco los Templarios ni la alquimia medieval, raíces, aunque a veces discutidas, de las excelsas construcciones góticas.
Hay muchos otros casos en los que se declaran patrimonios materiales a proteger pero no se declaran así aquellos elementos culturales y civilizatorios que les dieron origen, sin los cuales los primeros no existirían.
Como amante de la humanidad y beneficiario de su rica herencia creo que sería justo proteger los orígenes del patrimonio, en muchos casos igualmente en peligro de desaparición. Como filósofo y amante del arte creo necesario que se declare patrimonio inmaterial y dignas de protección a herencias como las siguientes, hoy en peligro de desaparición:
- La filosofía, la religión y la mitología griega
- La enseñanzas de Confucio
- El valor civilizatorio de los Templarios
- La alquimia medieval
- La religión cristiana
- La civilización romana, sus filósofos y artistas
- El Renacimiento europeo
- La religión y mitología del Egipto faraónico
- La civilización persa
- Las civilizaciones azteca, maya e inca
- La religión y mitología hindú
- La religión musulmana
- La religión judaica
- Y otras muchas que yo podría y usted también, lector, podría añadir.
Cualquiera de ellas me parece de mayor importancia y trascendencia, sin menoscabarlas, que el arte del encaje de aguja de Alençon o La Patum de Verga, por poner solo dos casos.
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