Una amiga me hizo una crítica, constructiva, sobre un escrito que le envié. Y me dijo algo así como que era demasiado bucólico, demasiado bonito, demasiado agradable. Que le faltaban algunas boñigas de vaca y algún que otro olor a sudores.
Mi amiga, quizá porque aún no la conozco bien, sigue siendo un poco un enigma para mí.
Pues bien, echaba de menos en mi escrito alguna que otra boñiga de vaca y algún que otro perfume de axila.
Me chocó al principio. Incluso, irritado, le contesté que no estaba dispuesto a malgastar mi tiempo y mi cabeza en escribir sobre esas cosas, que para eso ya estaban los “artistas” del momento, los que se dedican a exponer con la mayor desfachatez sus excrementos a manera de obras de arte (y lo más divertido es que las vende...) Así que, como la mierda ya tiene sus adoradores, yo me dedico a lo que me parece bello. Cada cual a lo suyo. La mierda a la mierda y yo, bello por mí mismo (¿?), a lo bello.
Pero, pasado el tiempo, pensé mejor lo que dijo, y, reflexionando, encontré que estas cosas encierran una belleza, no en sí mismas, sino en el lugar que ocupan en la naturaleza. Me explico, y mejor me explico con una bella poesía de Miguel Hernández que ilustrará lo que digo:
ROMANCILLO DE MAYO
Por fin trajo el verde Mayo
Correhuelas y albahacas
A la entrada de la aldea
Y al umbral de las ventanas
Al verlo venir se han puesto
Cintas de amor las guitarras,
Celos de amor las clavijas,
Las cuerdas lazos de rabia,
Y relinchan impacientes
Por salir de serenata.
En los templados establos
Donde el amor huele a paja
A honrado estiércol y a leche
Hay un estruendo de vacas
Que se enamoran a solas
Y a solas rumian y braman.
La cabra cambia de pelo,
Cambia la oveja de lana
Cambia de color el lobo
Y de raíces la grama.
Son otras las intenciones
Y son otras las palabras
En la frente y en la lengua
De la juventud temprana.
Van los asnos suspirando
Reciamente por las asnas.
Con luna y aves las noches
Son vidrio de puro claras.
Las tardes de puro verde,
De puro azul esmeraldas
Plata pura las auroras
Parecen de puro blancas
Y las mañanas son miel
De puro y puro doradas.
Campea Mayo amoroso
Que el amor ronda majadas
Ronda establos y pastores
Ronda puertas, ronda camas,
Ronda mozas en el baile
Y en el aire ronda faldas.
Así que ya veis, mi tocayo Miguel me saco del error. El amor huele a paja, a honrado estiércol y a leche. Y podréis preguntarme: ¿es que el estiércol puede ser honrado? Y yo puedo responderos: Sí. Y a continuación podréis inquirirme: ¿Y por qué? Y yo puedo espetaros:
Porque hay cacas honradas y cacas sin honra. Al igual que hay olores a sudor honrados y otros que no tienen honra.
Creo que el olor a sudor de un hombre que con su trabajo y su esfuerzo ha aportado a la humanidad y al mismo Universo una mejoría en su perfección, haciéndoles aún más perfectos, es, no un mal olor, sino el mejor y más delicado perfume, porque demuestra que se comporta a imagen y semejanza de su creador, es decir, un creador más. Ganar el pan con el sudor de la frente. Así se dijo. ¿Cuántos pueden presumir hoy de ello? ¿De sudar su pan? El trabajo honrado lleva al sudor honrado, y su olor solo muestra el orgullo y el valor del que ha demostrado su hombría con su trabajo. Preferiría tomarme unos vinos con un hombre así que con un metrosexual cretino embadurnado de perfumes exóticos, que gane su pan (intregral, por supuesto) con trabajos (?) cuya realización probablemente sea de dudoso esfuerzo, y de dudosa honradez.
Creo que la boñiga de una vaca es hermosa, porque, a más de ser la vaca un animal noble y digno de agradecimiento por muchas cosas, devuelve a la tierra lo que justamente le es necesario para volver a producir su propio alimento, la yerba. Benditas boñigas. Me contó un agricultor que con ellas no sólo abonaba su huerta, sino que las recogía del campo una vez secas para usarlas como combustible en la cocina. ¿Veis? Cacas honradas y además útiles.
Pero la caca del “artista”... por favor... que se la meta por donde le salió.
4 comentarios:
Boñigas, esas que aroman el recuerdo de la niñez, cuando los corrales de las vacas todavía estaban instaladas a razón de dos por cuadra en el pueblo, hasta que la "higiene y la corrección" las prohibieron y ahora están fuera del alcance de todos, tanto que creemos que la leche es producto del supermercado o se hace en la fábrica y es "de botella", no de vaca. Hartaban, por abundantes, pero daba un olor a paja seca y al quemarlas, ahuyentaban a los sancudos.
:) REcuerdos de niña.
Querida Blanca,
envidio tu niñez, tan cerca de lo que es natural y sencillo.
Yo pasaba de los cuarenta cuando vi por primera vez una tomatera... Pena...
Un abrazo.
¡Ole! ¡Ole! Por tu defensa a las boñigas y sudores honrados.
Yo también tengo recuerdos parecidos a los de Blanca.
Esos olés se los tenemos que dar a mi tocayo Miguel Hernández, por su hermosísima poesía sobre Mayo y la primavera...
Publicar un comentario