miércoles, 4 de marzo de 2009

DOLOR


El hombre que se complace en los objetos de sensación, 
suscita en sí el apego a ellos; 
del apego surge el deseo;
del deseo el apetito desenfrenado.
Del apetito desenfrenado dimana la ilusión;
de la ilusión, la desmemoria;
de la desmemoria, la pérdida del discernimiento;
y por la pérdida de discernimiento, perece el hombre.

Bhagavad Gita
Estancia segunda




        El dolor es seguramente una de las compañías más constantes en la vida de todo hombre, desde el momento en que abre sus pulmones por vez primera, con su primer llanto, hasta los últimos momentos de la agonía, que le devuelve otra vez al mismo lugar. De un útero pequeño al gran útero.

      Nos duele la cabeza, nos duelen los riñones, las piernas, nos duele el corazón, nos duelen las ofensas, los menosprecios, las envidias, los amores y los odios, las penas y... hasta las alegrías.

       Debe ser muy importante el dolor en la vida del hombre...

        Cuando escuchamos la vida del Buda, y nos cuentan como un día el joven Sidhartha se escapa de palacio, burlando la férrea vigilancia establecida por sus padres a fin de que no conociera la enfermedad, la vejez y la muerte, y su cochero lo paseó por los arrabales de la miserable ciudad, sabemos cómo lo que vio, precisamente lo que sus padres habían hasta entonces tratado de evitar, marcó para siempre la vida de aquél que sería el Iluminado, la luz de su época. 

      Buda cimentó su doctrina de liberación sobre la base de la superación de la esclavitud a la que nos somete el dolor. El dolor, el apego, el deseo, la pérdida por fin de la conciencia real.

     Y su titánica lucha por el logro de la conciencia le lleva a la superación del dolor. Y su alma se abre el infinito, al absoluto, a Dios.

     Jesús nos da, con su vida, también el ejemplo de la asunción del dolor, de su trasmutación, de su superación, de la victoria, al fin, sobre el sufrimiento y la muerte. Nos muestra cómo el hombre puede resucitar de las ficticias cenizas de la muerte. 

       Limpió su alma con el agua de Juan, ayunó y luchó fieramente contra el demonio en el desierto. Superó las vanas tentaciones del hombre. Solo y desnudo, no comió ni bebió en cuarenta días. No tomó nada del mundo, ni aceptó nada de él. Y venció sus fantasmas, sus demonios, limpió su carne y su alma, y blanco y puro comenzó su camino.

      Y sufrió, y trasmutó su dolor. 

      Escuché una conferencia sobre música. Y el conferenciante comentó un concierto para piano de Beethoven, relacionándolo con el mito de Orfeo, y su viaje a los Infiernos.

      Sus sinfonías, todas juntas son una sola, y nos hablan de la totalidad del Cosmos. En ellas está su grandioso mundo interior, reflejo del Ser Infinito. Están los Héroes, la Danza, el Destino, la Naturaleza, el Amor, la Armonía y la Alegría, hija de los dioses.

      Y nos contaba a grandes rasgos su vida. Su padre, alcohólico, que le pegaba brutalmente, sus amores, nunca correspondidos. Su vida solitaria, atravesando el desierto del mundo, habitando en sus luminosas estrellas, puras pero frías. Su pasión por la belleza, por la pureza, por lo divino. 

       Seguramente la vida de un hombre grande, de un Hombre, es un camino desierto y sin desbrozar. Pero lo anduvo con valentía, con coraje y con arrogancia. Sin importarle nada de lo que carecía. Hasta su oído le abandonó joven, en la plenitud de su arte. Pero su dios estaba dentro y, aunque inexplicablemente para hombres pequeños como somos, la música no necesita de las vibraciones del aire. Su música vivía en su alma insonora. Y se despidió de nosotros con el más puro canto a la alegría divina, a la dicha, poniendo armonía a los hermosos versos que nos hablan del Padre Amoroso, de la Alegría, regalo de los dioses, de su mundo más allá de las estrellas.

      Para nosotros, incomprensible, pero meta brillante donde dirigir nuestros pasos.

        Beethoven, Jesús, Buda. No sufrieron el dolor. Lo trasmutaron. Lo convirtieron en alimento para nuestras almas, en objetivo de nuestra lucha, en norte de nuestras brújulas. Señalaron el camino, la verdad, y la vida.

      Muchas veces, muchas, he oído decir estas palabras de sabiduría:

       “El dolor es vehículo de conciencia”

       Pero… ¿sabemos qué es la conciencia? ¿para qué es necesaria? ¿es buena, mala, o regular? ¿Por qué queremos tener conciencia? ¿Conciencia de qué?

      Estas no son preguntas ociosas. La conciencia es Luz, y con la luz se ven las cosas con claridad, y hay muchas, muchas cosas que no querríamos ver, y otras muchas, muchas, de las que no conocemos siquiera su existencia. 

      ¿Pudo Edmund Dantés, en su pura inocencia, imaginar la existencia del mal en los que consideraba sus mejores amigos?

      ¿Pudo Pedro, en su amor al Maestro, admitir nunca que lo negaría públicamente, no solo una vez, sino tres?

      ¿Pudo Sidhartha, encerrado en su palacio de cristal, imaginar la existencia del dolor, en la vejez, en la enfermedad, en la muerte?

      ¿Pudimos todos, en nuestra tierna niñez, imaginar el complicado y doloroso mundo de los “mayores”?

       Y también me pregunto sobre el dolor. ¿Hace mejores a las personas, o por el contrario las hace peores? ¿Es necesario el dolor en nuestro camino hacia nuestro Yo interior? ¿Se puede ser Hombre sin sufrimiento? ¿Por qué rechazamos y evadimos el dolor, en lugar de trasmutarlo?


13 comentarios:

Anuskirrum dijo...

Querido Miguel: creo que culturalmente estamos muy alejados de trasmutar el dolor. Lo rechazamos tajantemente y pasamos la vida escapando de el.
El miedo nos ciega y no le damos paso conscientemente en nuestras vidas.
Afrontarlo y acogerlo como parte misma de la existencia supondría como dices la superación de un objetivo vital, y eliminaria muchas de nuestras angustias y tristezas.

Nuevamente ofreces una lectura que invita a madurar, y tras leerlo detenidamente, en las cuestiones que planteas al final creo reconocer que efectivamente el dolor forma parte de nuestro aprendizaje, igual que la alegría o la ilusión, e igualmente de la valoración que vamos dando a las cosas a lo largo del camino.

Un saludo amigo
Gracias por estas lecturas

Verdial dijo...

Personalmente no reniego del dolor. Lo acepto e incluso intento hacer fuen fin de él. No soy de las que se lamentan ante las adversidades porque pienso que todo éso forma parte de nuestra vida. Aceptarlo y aprender a convivir con él nos refuerza como personas humanas. Un pasito más, porque la vida es un continuo aprendizaje sobre nosotros mismos.

Un abrazo

AdA... dijo...

Entiendo que la conciencia es algo que te hace darte cuenta, dudar, a veces, ante algo o lo que sea...

De ahí, tal vez es frase que dice:

"¿Puedes condenar en conciencia?"
No sé, siento que hay cosas que sabes y nadie te las enseñó, cosas que no hay que preguntar, como el sentido profundo de lo bueno o malo.

Por eso, también se dice mucho ante una atrocidad cometida por alguien: ¡Tiene que estar loco, enfermo! Porque se supone que por conciencia, hay cosas que nunca podría hacer aunque tuvieras ocasión ¿...? Porque ahí esta ella, con su luz y con su freno.

El dolor, en sí no es ni bueno ni malo, la gracia se la damos nosotros: nos podemos templar gracias a él, o lo contrario, hacernos más débiles. Por él, podemos elevarnos o condenarnos más aún.

El dolor, no sé si es necesario, lo que es evidente, es que existe y que nadie se libra de él.

No podemos saber si alguien puede ser hombre sin él... Ese caso, aún no se ha dado.

Creo que se rechaza, más que por lo que produce, porque se desconoce que se pueda asumir y transmutar. Porque es muy difícil, porque se requiere de una madurez que no porpicia ninguna sociedad. Porque nos han enseñado solo una de sus caras, una mitad de la moneda. Porque para descubrir la otra mitad o cara, solo contamos con nosotros y a veces, la soledad, puede ser infectada de malos pensamientos que oscurecen la conciencia, negando la luz que nos brinda... No sé, son tantas cosas y tan desconocidas, no maduradas, temidas etc.,

Perdón por extenderme tanto.

Me pareció muy buena, la reflexión, gracias (te pone en situación... buena;)

Saludos

Loba dijo...

Que querrá decir dolor?...la acepción de un diccionario sería por ejemplo sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior y como una segunda acepción un sentimiento de pena y congoja. Yo no sé muy bien que es y ha sido el dolor cuando lo he sentido, sólo sé que me he sentido desgarrada, cuando habló de dolor hablo de sentir que algo se está desprendiendo dentro causando heridas, dejando ardor, algo que no me deja sonreír sino más bien me produce ganas de llorar...

Se crece a través de esto que digo? Sin lugar a dudas que es el camino que he conocido en mis aprendizajes, nada que no me ha dolido me ha dejado tan clara en algo, y no es que esté insinuando que sea malo, sino que como dices Miguel así venimos al mundo y asi permanecemos en él...asi también nos despedimos...es sólo que muchas veces referimos dejar de crecer con tal de no sentir dolor!.

Un abrazo y gracias por invitarnos a reflexionar

ABRAXAS CADIZ dijo...

Gracias por vuestros comentarios, porque a mí mismo y a todos nos hacen reflexionar.

Creo que el dolor, si estamos en situación de aceptarlo, y nos atrevemos a ello, puede abrirnos nuevas puertas, ya que lo que nos viene a decir es que algo no funciona en nosotros, o bien que debemos de crear algo en nosotros de lo que aún no disponemos o que no hemos desarrollado. O bien que estamos caminando por un camino erróneo en cuanto a las relaciones con nosotros mismos, con los demás seres, con la naturaleza o con el Universo, en el sentido de que nos desviamos de las leyes naturales, que no son posibles de contradecir. Es algo así como un aviso, como cuando nos quemamos la mano con algo y la retiramos inmediatamente. Nos avisa el sistema nervioso mediante el dolor físico. Gracias a este dolor no terminamos con la mano calcinada.

De ese dolor sacamos una consecuencia: el fuego nos quema. Es preciso tenerlo en cuenta. Si no la sacamos, nos volveremos a quemar.

AdA, el concepto de "conciencia" tiene sentidos distintos, aunque de origen único.
Lo que la gente vulgar llama conciencia es la integración en uno mismo de normas de conducta ajenas y no aceptadas con convencimiento propio.
También se puede tener la misma conciencia habiendo aceptado uno mismo esas normas tras reflexión y convencimiento.

Pero yo hablaba de otra conciencia, que me gusta más llamar consciencia.

Me enseñaron que la conciencia es Luz. Con luz podemos ver, sin luz no podemos.

Si cada día hacemos más potente nuestra luz, veremos mejor, no solo dentro de nosotros sino igualmente fuera.

Para actuar sobre cualquier cosa es preciso antes verlo claramente. No es posible trabajar a ciegas ni a tientas.
Por eso considero tan importante la conciencia como Luz interior, y yo le llamo consciencia.
El dolor nos abre los ojos, que decimos, es decir, aporta luz sobre algo que antes no estaba iluminado y no podíamos ver, y por lo tanto, remediar.
Transmutar el dolor, para mí, quiere decir permitir que el aprendizaje que nos brinda sirva para cambiar la naturaleza de nuestro ser interior. No mejorarlo, sino cambiarlo drásticamente en algo más elevado o mejor. Cambiar o transformar es un trabajo lento y cotidiano. Transmutar algo es un proceso muy rápido, traumático en el buen sentido, duro y casi siempre doloroso, porque abandonamos radicalmente alguna parte de nuestro ser para sustituirla por otra de la que no tenemos aún el dominio y la familiaridad.
En nuestra vida creo que cuentan más estos procesos de transmutación que los de transformación.
Algo así como cambiar el plomo en oro a través del fuego.

Y lo que dices que naturalmente sabemos lo que es bueno y lo que es malo... no sé, yo aún estoy intentando discernir ambas cosas. Para mí, al menos, no es tan sencillo ni tan fácil.
Ser, al decir de Machado, "en el buen sentido de la palabra bueno" es, según creo, una labor de toda una vida, si no es de muchas, miles de vidas.

Coincido contigo en que el dolor puede hacernos peores o mejores.
Dicen que el vino, cuando se hace viejo, puede terminar en dos naturalezas:
Vinagre o vino añejo.
Prefiero el vino añejo...

Un abrazo a todos.

Concha Barbero de Dompablo dijo...

El mismo Buda dijo:

"El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional".

ABRAXAS CADIZ dijo...

Pues creo que sí, Concha. El dolor ennoblece, el sufrimiento es inútil y degrada.
Ahora nuestro trabajo consiste en diferenciar uno de otro...

Concha Barbero de Dompablo dijo...

Yo sí veo claramente la diferencia. Por ejemplo: me duele la pérdida de mi padre, pero puedo reisitirme a la realidad que me toca vivir, que ya no está conmigo, y vivir ese dolor en permanente sufirmiento, o puede delerme su ausencia, pero aceptar que era su momento para abandonar la vida material y, entonces, no hay lugar al sufrimiento.

Cuando llega la aceptación (no la resignación, tal y como siempre nos la han mostrado, como un valle de lágrimas), el camino sin resistencias, fluido... cesa el sufrimiento, que no es más que el estado de consciencia, de "darse cuenta".

Concha Barbero de Dompablo dijo...

Yo sí veo claramente la diferencia. Por ejemplo: me duele la pérdida de mi padre, pero puedo reisitirme a la realidad que me toca vivir, que ya no está conmigo, y vivir ese dolor en permanente sufirmiento, o puede delerme su ausencia, pero aceptar que era su momento para abandonar la vida material y, entonces, no hay lugar al sufrimiento.

Cuando llega la aceptación (no la resignación, tal y como siempre nos la han mostrado, como un valle de lágrimas), el camino sin resistencias, fluido... cesa el sufrimiento, que no es más que el estado de consciencia, de "darse cuenta".

Arcángel Mirón dijo...

Creo que es importante separar dolor de sufrimiento. No es lo mismo. El dolor es dolor, existe y debe existir, debemos permitirle ser.
El sufrimiento, en cambio, es dolor viciado. Dolor acumulado.

Mª Teresa Sánchez Martín dijo...

eNo sé si sabría distinguir entre el dolor y el sufrimiento. Viene a mi memoria el dolor de personas por extrema violencia o de seres queridos ante una enfermedad terrible. Siempre, en mis oraciones, ruego por el sufrimiento humano, cualquiera que sea la causa que lo origine: enfermedad, tortura, injusticia, violencia… Posiblemente tenga razón Arcángel Mirón en su comentario, que sea el sufrimiento el dolor viciado.

Lo que también es cierto, es que lo más bello, lo que más nos enriquece, llega a través del dolor y todo aquel que lo evita pierde la Vida en su sentido más amplio. Tras las espinas del dolor se ocultan las puertas del Paraíso.

AdA... dijo...

Abraxas, permite que comente un poco más y en referencia a este apartado tuyo:

"Y lo que dices que naturalmente sabemos lo que es bueno y lo que es malo... no sé, yo aún estoy intentando discernir ambas cosas. Para mí, al menos, no es tan sencillo ni tan fácil.
Ser, al decir de Machado, "en el buen sentido de la palabra bueno" es, según creo, una labor de toda una vida, si no es de muchas, miles de vidas."


Bien, en cuanto a lo que acontece, “es evidente” que nunca se sabe en qué puede desencadenar aquello, para nosotros y que solo, después de, puedes resumir cómo fue todo… por la relatividad misma de la vida y, puede acontecer que lo que hoy nos parezca mala suerte, sea visto, después, como algo bueno (o buena suerte) que nos libró de algo “malo” y así sucesivamente... y hay un cuento, (¿sufí?) que lo describe a la perfección:



¿Buena suerte o mala suerte?

Había una vez un hombre que vivía con su hijo en una casita del campo. Se dedicaba a trabajar la tierra y tenía un caballo para la labranza y para cargar los productos de la cosecha, era su bien más preciado. Un día el caballo se escapó saltando por encima de las bardas que hacían de cuadra. El vecino que se percató de este hecho corrió a la puerta de nuestro hombre diciéndole:

-Tu caballo se escapó, ¿que harás ahora para trabajar el campo sin él? Se te avecina un invierno muy duro, ¡qué mala suerte has tenido!

El hombre lo miró y le dijo:

-¿Buena suerte o mala suerte? Sólo Dios lo sabe.

Pasó algún tiempo y el caballo volvió a su redil con diez caballos salvajes con los que se había unido. El vecino al observar esto, otra vez llamó al hombre y le dijo:

-No solo recuperaste tu caballo, sino que ahora tienes diez caballos más, podrás vender y criar. ¡Qué buena suerte has tenido!

El hombre lo miró y le dijo:

-¿Buena suerte o mala suerte? Sólo Dios lo sabe. “

Bueno, continúa pero supongo que es de todos conocidos así que no lo completo.

Entonces:

“Lo bueno y lo malo sólo pueden ser el producto de una selección activa y temporal”

“incluyendo la certeza de que la suerte no siempre llega de la forma esperada ... y la necesidad de confiar en la vida, y en su infinita sabiduría ... ... con todo lo que esto supone y significa”

He incluído estos pequeños fragmentos que nos hablan de de “lo bueno o malo, de la buena o mala suerte”

De lo que se puede derivar, ese conocimiento activo/pasivo o sabio, luminoso en conciencia (o consciencia) que declara o aclara una realidad, más allá de toda apariencia.

Osea, sí existe esa parte que parece una cosa y puede ser de otra índole y podemos decir, en consecuencia: “ no sé si será bueno o malo, esto, aquello… o, solo Dios lo sabe” (hoy)

Pero también existe “lo otro” que no puede cambiar ninguna apariencia, ni ningún tiempo o moda, …lo que no depende del color del cristal con que se mire, porque no cambia ni con modas ni con circunstancias, ni con normas aprendidas más o menos asumidas o no… Es o sería lo que yo llamo en conciencia, (consciencia) verdad inalterable (es lo que es)y que todo ser conoce, o puede sentir para discernir si lo que va a hacer u observa, es bueno o no, no ya para él, sino para la vida misma y que afecta a su conjunto. Es algo así, como esa luz que cualquiera tiene y puede usar, aún siendo el más analfabeto y desconocedor de normas (está en sí). Pues si no fuera de este modo, los analfabetos, por ejemplo… no sabrían discernir, más allá de intereses creados, cosa muy falsa, en lógica o en pura evidencia y en esencia de ser “hombre”, porque no hay discriminación en ese sentido esencial. El hombre en sí, alberga la bondad como la maldad y las conoce en sí mismo, por tanto, más allá del nombre que se le de…
Y es la consciencia o conciencia la que le hace ese análisis instantaneo sin necesidad de intelectualidad, por la propia luz que contiene (en sí). Conociendo por ello, cuando se pone de manifiesto una o la otra y, que ninguna moda o cambio en el tiempo, podrá cambiar lo manifestado antes, como algo distinto, después.

Perdón por la insistencia o la extensión.

Saludos...

ABRAXAS CADIZ dijo...

Gracias por tu comentario, AdA, y no tienes que disculparte por la extensión. a veces es necesario.
Has apuntado a diversas cuestiones que son igualmente extensas de tratar e igualmente extensas de reflexionar.
No te voy a contestar ahora a todas, pero me das pie a tratarlas en futuras entradas, ya que las considero de mucho interés para la vida de cualquier ser humano que persigue la bondad de corazón, para mí el valor supremo, porque incluye a todos los demás valores.
Conocía el cuento, y estoy de acuerdo con él. Es bueno aceptar la vida como maestra y considerar que todo lo que nos acontece puede ser aprovechado para nuestro bien, aunque al principio no nos parezca así.
Otra cosa es el discernimiento a la hora en que tenemos que actuar, obrar. Casi siempre, si no meditamos las consecuencias de nuestros actos, o actuamos a la ligera, el resultado de lo que considerábamos un bien para un hermano redunda en un mal para él.
Un cirujano causa dolor, pero elimina o cura un órgano dañado. ¿hace bien o hace mal?
Un militar defiende a su país, y a veces debe matar. ¿Hace bien o hace mal?
Apoyo a un amigo cuando comete una desverguenza ¿hago bien o hago mal?
Sobre los analfabetos pienso que la sabiduría no distingue de títulos académicos ni de lo que llamamos "cultura". He conocido hombres del campo que poseían infinita más sabiduría que personas con varios títulos y extensos conocimientos culturales.
Por eso creo que la filosofía natural es para todos. Y el que considera que nada sabe lleva ventaja sobre el que cree que sabe.
Sócrates, el hombre más sabio de su tiempo, confesó:
"Solo sé que no se nada"
A partir de ahí, pues...
¿qué sabremos nosotros?