miércoles, 17 de noviembre de 2010

ABRE FÁCIL



Estaba yo en la ferretería, comprando un cincel y un martillo para abrir una lata de abre fácil, cuando me encontré con mi amigo Manolo y…
Tip, de Tip y Coll, humorista.



Yo ya soy, digamos, de cierta edad, y mira que he luchado por mi aggornamento, pero los envases modernos aún me presentan un reto casi insalvable.

Cuando me encuentro ante uno de ellos, sea leche, bolsa de patatas fritas, latas, o lo que sea, me paso un rato observándolo con miedo, adivinando de antemano todo lo que me va a suceder. Un pequeño sudor frío me baña el rostro y mis manos tiemblan imperceptiblemente.

Trato de relajarme un par de minutos, me juro solemnemente mantener la calma, no irritarme, no insultar al fabricante y reprimir mis irrefrenables deseos de tirar el envase por la ventana.

Tengo formación técnica, y soy lo que llaman un manitas, por lo que siempre me propongo firmemente que un estúpido envase no supere mis reconocidas habilidades manuales. Tranquilo, aunque temiéndome lo peor, paso un buen rato observando detenidamente cada centímetro cuadrado del engendro, tratando de averiguar qué es lo que pensó el hábil diseñador, que el infierno lleve, para conseguir su apertura.

A veces, tras este delicado proceso no concluyo nada definitivo, y nunca encuentro ningún atisbo o indicio que me oriente por donde empezar. Así y todo hago los intentos que me dicta mi sentido común, pero sin resultados o, lo que es mucho peor, con resultados catastróficos.

Si abro la caja de leche, tengo a mano una esponja de cocina, pues ya sé que a la primera abertura el zumo de teta llegará hasta la pared. Y si se trata de un bote de medicinas o de limpiadores caseros, de esos que tienen un tapón inabrible, anti-niños y anti-adultos, hago acopio de fuerzas en los músculos de mi mano.

-Recuerda, Miguel, apretar bien hasta el fondo, y, sin soltar la presión, girar en el sentido contrario a la de las agujas del reloj. ¡Y yo con artrosis en las manos! ¡Coño, ¿hay que ser boxeador para abrir esto?!-

Si pretendo abrir un plástico hermético de lonchas de embutidos es más fácil, voy directamente a coger la tijera y me olvido del abre-fácil. Je, je… a cortar por lo sano, que es lo mío.

Las latas ya son otra cosa. Me pongo los guantes de seguridad para no cortarme, tiro de la anilla y ya está. Eso pienso, pero... ¡ya me he quedado otra vez con la anilla en la mano…! ¿Y ahora qué? La punta de un destornillador nunca me fallará –me digo- Por supuesto no falla, pero además de abrir la jodida lata, engraso el destornillador, mi mano, mi ropa y el suelo. ¡Fregona, fregona!

Todo, todo, pero todo, está envasado con seguridad. Tanta seguridad que se necesita un especialista, especialista de los de las películas, tipo Bond, James Bond, para desenvasar lo que con tanta seguridad se envasó. El queso está envasado, el desenvasador que lo desenvase buen desenvasador será…

Esta misma mañana, en la cocina, al ir a coger otra cosa, vislumbré dentro de un armario un pequeño envase de plástico rígido que contenía unos deseables bombones. Tomaré uno –me dije-, total, uno solo no es pecado contra el dios colesterol.

¡Qué idea nefasta! El fuerte deseo me impulsó a la dura batalla de abrir el envase. Observé atentamente. ¡Ya lo tengo! La etiqueta del producto envolvía el paquete en todo su perímetro. ¡Te cogí, diseñador! ¡Me lo has puesto fácil… Lo quité, con una tijeras, claro, no creo que nadie fuera capaz de ver su principio ni su final… Pero… había más trampas. No veía nada que pudiera ser tal... Observé, con ayuda de una lupa, la unión entre el cuerpo del envase y la tapa. Era perfecta, pero no veía nada que pudiera ser un obstáculo para la abertura. Cogí una pequeña navaja para pasearla por la unión concienzudamente. Triunfante, hice el intento de deshacer tan burda trampa. ¡Nada! Solo se abrió un pequeño trocito por un lateral. Forcé la máquina, dispuesto a no dejarme vencer…

¡Zás! ¡Cataplássss! El envase estalló en trozos, dejando caer su dulce contenido.
¡Te jodí! Me voy a comer a tu salud uno… o dos bombones, y tu, puñetero envase, ¡a la basura!

Y pensar que los plátanos son tan fáciles de abrir… Una vez más la Naturaleza nos gana en sabiduría.

2 comentarios:

FUNDASCIC dijo...

Gracias,(risas) cómo no reírme,mi niño me permites sugerirte la Paciencia, para que no te ganen los diseñadores con esos envases y paquetitos casi irrompibles? sí, con un poco de paciencia para controlar las sobradas ganas de llegar al contenido, y sí, la naturaleza nos gana en todas, también rechaza lo que no le pertenece, Bananas!cambures! qué ricos son!, los cosechados en mi montaña, son exquisitos. Te saludo, y gracias solté risas con tus ocurrencias.
Nilda.

ABRAXAS CADIZ dijo...

Llevas razón, ando escaso de esa tan necesaria y benéfica virtud: la paciencia. Pero creo que hay otro motivo para mi irritación, y consiste en que me rebelo contra tanta ineficacia en los inventos y contra tanto desprecio al consumidor.

Un beso.