SU NOMBRE
Carta a una amiga desconocida
Te pregunté su nombre, miraste a lo lejos y lo pronunciaste con dulzura infinita. No recuerdo que nunca ninguna amante me susurrara mi nombre con tal embeleso. Me sorprendió, no sabía de tus amores, pero me alegré por ti. Amar es nuestro destino más glorioso, y sentí que el amor había ocupado su lugar en tu corazón.
Tu voz sonó pronunciando suavemente su nombre, se diría que saboreándolo, pero a la vez una ola de ternura, traída seguro por tus más dulces recuerdos, inundó todo tu ser y se volcó en el aire a través de tus ojos, de tus mejillas encendidas y de tu sonrisa más bendita.
Te supe amante, y felicité para mis adentros a tu amado, al que supo poner en ti la semilla de los momentos entrañables, los momentos de los silencios sagrados, los besos quizá más dulces que los dátiles del paraíso, las puras caricias que nos trae Eros para entregarlas dichosos a nuestro otro yo.
No sé quién es, ni como es su rostro, pero puedo ver cómo sus ojos se reflejan en los tuyos, puedo ver su sonrisa tierna y su risa feliz, el vuelo de su alma y la embriaguez de su cuerpo... puedo verlo, porque también yo soy amante. Y también puedo comprender sus anhelos, sus sueños, su dolor y su sufrir, teniéndote tan dentro de su corazón y tan lejos en el espacio.
Sé que no somos ángeles, solo humanos, y seguramente daríamos mucho más por sólo una pequeña caricia de nuestro amante que por cien cartas inundadas de protestas de amor.
Sí, solo somos hombres, pero hombres que soñamos y amamos, como Poros, lo que necesitamos, lo que necesitamos recibir y también lo que necesitamos dar. Y no hay fuerza humana, ni quizá divina que pueda impedirlo. Ni deberíamos intentarlo.
3 comentarios:
Hola Abraxas. Hermosas palabras, tienes razón, no hay fuerza humana, ni quizás divina que pueda impedirlo, y quizás, eso sea lo que nos hace divinos...
¡Qué bonito, Miguel!
Esta carta destila tu sensibilidad y lirismo.
Un abrazo
En verdad, el Amor es como la esencia de Dios.
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