jueves, 23 de octubre de 2008

EL PROGRESO CÓMODO Y TRANQUILO

Septiembre 2001

Esta tarde vino a casa una amiga, a recoger a sus niños, que habían estado en casa jugando con el mío.

Y surgió la conversación relativa a los sucesos de New York, y a lo que estaba por suceder. Por cierto, esta noche me dio por pensar que si lo de la guerra del Golfo fue sólo porque pensamos que nos querían quitar el petróleo, no sé entonces qué sucederá ahora.

       Yo le decía que lo que ocurre ahora es algo parecido a lo que ocurrió al comienzo de la invasión del imperio romano por los bárbaros, salvando las distancias. Que un bárbaro fanático con un “cúter” sea capaz de amedrentar a los 90 pasajeros de un avión, así como a su tripulación, ocurre simplemente porque él no tiene nada que perder y los pasajeros y tripulantes sí. Él no teme por su vida y los pasajeros sí. Les decía que el secuestrador no tendría lo que hay que tener para enfrentarse con los viajeros de un autobús del Cerro del Moro con una navaja, porque a los cinco minutos salía por la ventana, por supuesto con el autobús andando. Pero hoy todos tememos por nuestras vidas. Y es consecuencia de nuestro progreso cómodo y tranquilo. Nos hace blandos, nos hace vagos y nos hace cobardes.

       Mi amiga sostenía que la nueva civilización ha sido creada por los Estados Unidos. Y yo le preguntaba ¿Qué civilización? ¿Se puede llamar a su “cultura” una civilización, quiero decir, comparable con la civilización egpcia, china, romana, islámica o cristiana? Para mí, evidentemente, no. ¿Qué diferencia una cultura, una civilización, de lo que puede ser simplemente un modo de vida? Seguramente no es la misma cosa.

       Pero hoy quería hablaros de la comodidad y de la tranquilidad como valores máximos de nuestro mundo actual, de eso que mi amiga llamaba la civilización americana.

       Yo le decía que todo el progreso va dirigido a que la vida material nos resulte cada día más cómoda (aunque casi siempre esta búsqueda de comodidad lleva a una incomodidad tremenda, frente a lo que es una vida sencilla), y a que la vida nos resulte cada día más tranquila, sin amenazas de ningún tipo, sin que tengamos que enfrentarnos a nada ni a nadie, en suma, que no corramos ningún peligro, aunque el resultado es que cada vez se vive con más miedo en el cuerpo. De aquí el gran auge, por un lado, de las tiendas de electrodomésticos, y por otro de las casas de seguros y de las empresas de seguridad. Y esto no es progreso real ni civilización, ya que lo civilizado es, al menos para mí, lo que hace a la humanidad más humana y al hombre más ser humano, aunque dicho así parezca una perogrullada. Yo entiendo la diferencia en el sentido más real del término, es decir, en hacer crecer en el hombre los valores que le son propios, como la nobleza, el honor, la valentía, la sencillez, la pureza y las demás virtudes que no hace falta que os recuerde, y la humanidad como un ser global que persigue ese fin para sus miembros.

       Vivir cada día más “cómodos” y más “tranquilos” no lleva sino a ser cada día más blandos, flojos e incapaces de ningún esfuerzo y, además, a ser cada día más temerosos, más cobardes y más pusilánimes.

       Cuando necesitamos luz, tocamos en la pared. y ya la tenemos. Cuando hemos de lavar la ropa, la metemos por una puertecita que hay en una máquina de la cocina y le damos al botón. Cuando necesitamos agua vamos al cuarto de baño y sencillamente giramos la ruedecita y ya está. Cuando queremos escribir a alguien, hacemos lo que yo estoy haciendo, le damos un apretoncito al ratón y listo. Si queremos encender fuego tenemos un encendedor, etc., etc. 

       Todo esto es estupendo, facilita mucho las cosas…. las materiales, claro. Ahorra mucho tiempo, como le decía al Principito el vendedor de píldoras contra la sed. El problema lo encontramos en que cuando queremos ser mejores, más buenos, más pacientes, más comprensivos, más honrados o más trabajadores no hay quién encuentre el botón, ni la ruedecita ni el ratón que lo consiga. Parece ser que estas cosas no tienen nada que ver con el progreso humano. Eso es cosa de cada uno, dirán los políticos. Nosotros nos ocupamos de cosas serias, igual que diría el propietario de las estrellas que se encontró el Principito en su largo viaje por los asteroides. No tenemos tiempo de ocuparnos en necedades.

       Pero, posiblemente, lo que constituya la esencia de la verdadera civilización, de la verdadera cultura y del verdadero progreso sea el desarrollo de los valores humanos de sus miembros. Y precisamente, en nuestra “cultura” parece conseguirse todo lo contrario. La razón no está escondida, es patente. Los hombres impacientes, flojos, viciosos y cobardes son los mejores para los adoradores del Becerro de Oro. Se les puede engañar mejor. Siendo impacientes se les puede vender cosas que necesitan “ya”. Siendo viciosos se les puede engolfar en el bingo, el alcohol, el tabaco, las drogas, etc. Siendo cobardes se les puede hacer seguros de vida, de atraco, venderle sistemas de seguridad, planes de pensiones, etc. Siendo flojos se les maneja mejor y se les puede vender “el inglés sin esfuerzo”, “el chino sin esfuerzo”, “domine el piano en diez sesiones”, y pamplinas por el estilo. Encontraréis ejemplos por vosotros mismos en que se ve claramente la relación hombre-“menos hombre” y “progreso”-Becerro de Oro.

       Nunca viví entre los romanos, pero creo firmemente que tenían el pecho de lata y los cataplines como el caballo de Espartero. De otra manera no hubieran hecho lo que nos dejaron. Y también creo que su decadencia fue debida a su “progreso”, similar al nuestro, en que se fomentaba, desde las clases dirigentes y por su ejemplo, toda clase de vicios que debilitan al hombre y lo hacen inútil para todo, incluso para defenderse del “bárbaro”, que, siendo bárbaro, tenía no obstante coraje suficiente y nada que perder detrás de ellos. No por otra cosa entraron a saco en Roma y limpiaron la mierda acumulada.

       Nos convendría pensar un poco en ello.                  

 
    

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Darnos cuenta, parece ser un paso seguro para el cambio, si yo cambio, todo cambia, así que me pongo a ello.

Un abrazo y gracias por la reflexión

ABRAXAS CADIZ dijo...

...y si no cambiamos... nada cambia.

Mª Teresa Sánchez Martín dijo...

Este también ha sido un tema de conversación recurrente con mis amistades.
Buena reflexión.
El error se repite, civilización tras civilización. Tengo varios poemas al respecto, daré entrada a alguno de ellos en mi blog un día de estos. Y la humanidad no aprende, siempre se impone el ancestral becerro de oro.
Si no cambiamos, vuelta a empezar, otra civilización se levantará y se repetirá la historia. Y cuando se haya globalizado el Becero de oro, en marcha está.¿Qué quedará?

ABRAXAS CADIZ dijo...

Querida Teresa, escuché que la evolución no es un camino lineal, sino en forma de espiral, por eso nos parece que la historia se repite exactamente igual a lo largo de los siglos. Pero, una nueva repetición se hace un poco más cerca de nuestra meta.
La humanidad no puede evolucionar de otra manera, sino de esta, que, como todo en la naturaleza tiene una línea ascendente, pero en espiral, una espiral cuyo eje es nuestro destino.

Mª Teresa Sánchez Martín dijo...

Tienes razón. Espiralascendente, eso es.
La espiral debe tener un sentido cósmico, mágico... Es una intuición la que me hace pensar que es así, no me hagas mucho caso, no estoy muy informada al respecto.
Siempre me he sentido atraída por esa figura y la he trazado muchas veces, sin querer, al reflexionar.