domingo, 18 de octubre de 2009

PENAS



No me cuente usted su vida, yo también he sufrido mucho…

Esto solía decirse cuando yo era joven. Era una manera de atajar la inundación cuando alguien te descargaba como un torrente sus penas y sus tragedias.

Yo tenía una tía, solterona y sola, soltera y entera, como suele decirse, que penaba continuamente. Su único y agotador tema de conversación era contar y contar sus penas y sus soledades. Cuando te enganchaba, te colocaba el disco, que yo no se cómo no estaba rayado ya de tanto reproducirlo. Pero como la memoria se afianza con la repetición, nunca faltaba un motivo de tristeza, de lamentación, de queja a la vida, de lo que pudo ser y no fue, y de lo que nunca iba a ser.

No valían ánimos, ni consejos, ni cariño, ni nada. Abrir su boca era simultáneo a abrir las compuertas de los lodos de una vida, muy triste, sin duda. Terminó sus días mal, porque la conciencia es piadosa, y ante el sufrimiento llega a desmayarse para que no tengamos más dolor. Quizá fuera lo mejor.

Yo era muy joven, y no tenía una perra, y ella tenía sobres sin abrir por todos los rincones. Recuerdo que me llamaba para que fuera a verla, y a veces iba. Al despedirnos me hacía un “regalito” dinerario hoy equivalente a más o menos unos 300 pavos.

¿Os podéis creer que evitaba ir? La recompensa era muy alta, pero también era muy duro el trabajo. Y más porque siempre fui propenso, ahora ya no, a la identificación, y salía de su casa arrastrándome de tristeza. No. No me apetecía ir en absoluto.

Y hoy, con frecuencia, escucho gente que sus lamentos, indefectiblemente, cuando coincides con ellos, manan sin cesar de su boca, de su cerebro y de su corazón. Y estás deseando desaparecer, sin saber como escapar a la tortura. Parece que, de Dios para abajo, todos son injustos con su vida. Reproches, lamentos, sufrimientos, tristes recuerdos, negro porvenir, este me hizo esto, aquél me hizo lo otro…

Y, causalmente, o mejor dicho, causalmente, su mayor tragedia es la siguiente:

Nadie me quiere, nadie se preocupa por mí, nadie se acuerda de mí, nadie me busca para nada, nadie me llama, nadie viene a verme, nadie se divierte conmigo, no tengo amigos, estoy solo, Dios me ha castigado injustamente, todos me tratan mal, nadie me considera, y todos los etcéteras que sin duda podréis añadir.

Y yo me pregunto: ¿Se puede ser tan inconsciente como para no darse cuenta de la relación entre ambas cosas? ¿Es que piensa que alguien desea reunirse con otro para sufrir?

No, no. No me cuente usted su vida que yo también he sufrido mucho…

Por mi parte, yo me tengo prohibido absolutamente contar penas, y solo cuento alegrías. Busco alegrías, y no busco penas. ¿Para qué, si ya se que mis alegrías y mis penas son el resultado de mis acciones? ¿Das alegría? Recibirás alegrías. ¿Das penas? Recibirás penas. Esto es como dos y dos son cuatro. Y nuestros deseos siempre consisten en que dos mas dos no sean cuatro. Y eso… no puede ser. Y además es imposible, como decía Paquiro.



10 comentarios:

ESTELA ÁLVAREZ estelaalvarez35@yahoo.es dijo...

Hola corazón,
cómo me ha gustado tu entrada. Tienes un toque literario estupendo. Me he imaginado a tu tía y todo y a ti de pequeñajo...

Algo de esto pondremos en el blog sobre la depresión, algo.
Mucha gente lo comenta, mucha gente se encuentra sola. Yo recuerdo los comienzos de todo esto...era duro y por eso estoy ahí con ellos ahora.

Bueno campeón, no dejes de escribir. Lo haces precioso, como siempre.
un besote y gracias por ponerme la foto del payaso.

juanarmas dijo...

Estimado Abraxas, parece que en todas las latitudes se da este comportamiento, que en alguas personas llega a ser crónico.

Junto a los lamentos también están quienes gustan de mostrar heridas, pústulas, etc.

Dado que conlleva cierto parasitismo emocional, es comprensible que estas personas acaben con el tiempo dándose cuenta de su erróneo comportamiento.

Un abrazo,

juan

Mª Teresa Sánchez Martín dijo...

A mí también me angustia bastante ese comportamiento y tengo a una persona así bastante cerca. ¡Paciencia!
No me apetece escuchar lamentos pues procuro no escuchar ni los mios. Por ello intento rodearme de gente que me haga setirme en paz y corresponder igual en lo que pueda.

Saludos.

ABRAXAS CADIZ dijo...

Queridos amigos,

todos coincidimos en que es un gran problema para las personas que así actúan, así como para los que le rodean, pero mi verdadera obsesión y desesperación es fracasar una y otra vez en ayudarles a que cambien su perspectiva sobre la vida.

Todos responden lo mismo:
claro, como tu no tienes problemas... (?), o bien, claro, es que como a ti te da igual todo...(?)

Siempre escuché que la mejor manera de enseñar es el ejemplo de vida, pero es que cuando te ven feliz y equilibrado, este tipo de personas piensa lo que he dicho anteriormente, o bien que tienes suerte en la vida, o que has tenido buenas oportunidades, etc.

Así que dudo hasta la eficacia del ejemplo. Quizá sea que cada uno tiene su momento de comprender, o que la misma vida, con su dolor los hará plantearse que lo que les ocurre depende solo de ellos mismos, y ellos mismos tienen que solucionarlo. No se me ocurre otra cosa, así que acepto sugerencias.

Un fuerte abrazo a todos.

white shout! dijo...

Pues será eso.

Pero no siempre, my friend, no siempre.
El destino no está en nuestras manos.
Ni siquiera nuestro carácter del todo, mal que me pese reconocerlo.

Grato saber que algunos no tienen páginas negras escritas en su libro.
E incluso, que quizá los genes, la suerte o el ambiente, les permite ser optimistas.

Sé bien lo que es pasar página.
Me sorprende la extraordinaria capacidad para hacerlo.

El problema son las consecuencias que además, esas malditas
lágrimas negras acarrean,
como si no hubiese forma alguna de escapar del pasado,
o de pensar en términos futuribles.
Como si no hubiese derecho ya a empezar una nueva vida.
Una vida.

Yo, me, mí, conmigo misma...
¿de verdad crees que no me gustaría poder dedicarme a los otros,
a lo otro, salirme de una maldita vez de mi aburridísimo egocentrismo?,

¿de verdad crees que yo prefiero estar aquí sentada, frente a un monitor inanimado, las más de las veces, exortizando mis demonios, en vez de disfrutar del precioso Sol que a mí también se me ha regalado?

Es cierto que "no siempre lo urgente es importante", pero es urgente.

ABRAXAS CADIZ dijo...

Querida White Shout,
A veces resulta que lo urgente además es importante...

Tu misma has dado la solución:

"¿de verdad crees que no me gustaría poder dedicarme a los otros,
a lo otro, salirme de una maldita vez de mi aburridísimo egocentrismo?"

Tardamos mucho tiempo en darnos cuenta de que, aparte de nosotros mismos, existe mucha gente fuera. Demasiado tiempo. Casi el mismo tiempo que tardamos en darnos cuenta de que nosotros mismos también existimos.

Quizá antes de darnos cuenta de estas dos cosas nos permitíamos la holgazanería de dejar pasar las horas, los días y los años sin participar en la vida, renunciando inconscientemente a penetrar en ella y vivirla como una aventura, no solo siendo un espectador indiferente, como el que ve historias en la tele, sino como protagonistas, que es lo que somos de la nuestra.

En realidad, antes de tomar la decisión clave, no nos interesaba la vida para nada. y, simplemente, esperábamos a morir. Y, encima, esperábamos sufriendo. Como el que, en una animada fiesta de amigos se esconde en un rincón oscuro y ve a los demás divertirse. Tonto ¿no?

Mientras tanto nos buscamos excusas para no arriesgarnos, achacándonos cientos de cosas falsas.
El destino no está en nuestras manos...
Mi carácter me lo dieron unos genes...
La suerte, el ambiente, etc.
O también:
Nadie ha sufrido como yo...
Nadie está con el fango al cuello, como yo...
En fin, y como resumen:
"No puedo hacer nada por mí"

Pues te aseguro que todo eso es un engañoso montaje de nuestra mente. Lo que nos ocurre es solo que tenemos miedo, y que alucinamos viendo fantasmas por todos lados.

Si te apetece, lee algo que escribí hace bastantes años y que está en este blog. Se llama "Guerra" y lo encontrarás en las entradas de Mayo de 2008. Ese día encontré yo "mi clave".

Un abrazo, compañera.

white shout! dijo...

Lo leeré sin duda, Abraxas.
Ahora no dispongo de tiempo.

Entiendo el tono cordial de tu sabio discurso, y lo agradezco.

Saludos pues.

Blanca dijo...

Hola Abraxas, yo empecé a exorcizar mis demonios com a los 21 años, escribiendo,eso sí,acompañada de galones de lágrimas. Un día, me sacudí las manos y dije YA, fue todo.
!Aay como sufría!! jajajaja, se acabó. Ahora 'estoy bien', gracias, y no se definirme en eso de soy feliz, no, solo lo llamo, 'estoy bien'.
Un saludo .

Anónimo dijo...

Cierto, sí, hay llorones que necesitan que les escuchen constantemente su pena, pero también hay mucha gente que sufre y tiene la boca cerrada. ¿Que eso la lleva a más soledad?....pues sí, cierto, pero en silencio tiran para adelante. Por otro lado tampoco deberíamos dejar a un lado los superhapys que van por la vida con la florecilla en la boca intentando demostrar a los demás lo maravillosa que es la vida, lo fantástico que es un bonito atardecer, el brillo de las estrellas una noche de verano y el trino de los pajarillos en primavera.
En fín, que de todo hay en la vida del Señor, aunque creo que los que sufren de verdad, no le ponen la cabeza como un bombo a nadie.(Es mi humilde parecer).
Un saludo.
Yerbabuena.
P.D. Para el que no lo sepa yo soy del blog de los amigos de las depresiones.

ABRAXAS CADIZ dijo...

Querida Yerbabuena,
una vez escuché de mi Maestra ese dicho tan conocido:
"Tragar hiel y escupir miel"
Es quizá la meta más hermosa que nos podemos proponer, y, por supuesto, no es fácil, ni mucho menos. Pero es posible.

Discrepo en que sufrir y tener la boca cerrada te lleve a una mayor soledad.

Creo que si, además de eso, se da alegría auténtica a los demás (no la falsa de los happys mans), y hacemos lo que dice el dicho, no compartir nuestras penas, sino nuestra alegrías, guardando las penas para nosotros y las alegrías para los demás, nunca nos encontraremos solos, por la simple razón de que todos buscamos quien nos alegre la vida y no quien la entristezca.

Además, y pensando en nosotros mismos, la misma alegría que damos redunda en minimizar nuestras penas, a las que habitualmente les prestamos mucha, cuando no toda, nuestra atención.

Y teniendo en cuenta ambién que las penas no son malas, sino solo un aviso de que hemos hecho alguna cosa equivocadamente.

No conozco ningún sabio, ni de ahora ni de antaño, que estuviera triste. ¿Y por qué? Porque nunca hacían algo que pudiera entristecerle. Y, si los demás actúan mal con nosotros ¡allá ellos!
Un beso.