sábado, 7 de junio de 2008

CABALLITO BLANCO




Tengo, tengo, tengo,
tu no tienes nada,
tengo tres ovejas
en una cabaña.

Una me da leche
Otra me da lana
Y otra me alimenta
Toda la semana.

Caballito blanco
Llévame de aquí,
Llévame hasta el pueblo
Donde yo nací.

Esta canción infantil, cuyo origen desconozco, la aprendí cuando aún mi hijo era pequeño. Y siempre recuerdo que los últimos versos, los del caballito blanco, siempre terminaban empapando mis ojos de lágrimas. Nunca supe el porqué.

Y el otro día estaba sentado en el salón de mi casa, y mi mirada tropezó con un pequeño cuadro que hay en él. Es un conocido cuadro del Sr. Sorolla, que representa un caballo blanco llevado por un niño desnudo en la orilla de la playa. Es una bella pintura, que volvió a iluminar en mi alma mi caballito blanco. Y enseguida quisieron acudir mis lágrimas. Pero no quise que fueran estériles, y me pregunté qué cuerdas de mi violín son las que resuenan con el pequeño canto.

Pensé muchas cosas. Llamé a la puerta de mis recuerdos perdidos. Rebusqué entre los cajones de mis seres pasados. Volví a mirar a los ojos de mis propios antepasados.

Rebusco (siempre lo hago con miedo) en los días de mi infancia. Y me vi siendo un extraño. Perdido en un mundo que nunca entendía (tampoco nadie trataba de explicármelo) Me recuerdo como un niño de mirada triste y seria, acompañado siempre por una extraña congoja. Mirando con asombro y desconcierto lo que sucedía a mi alrededor, siempre temeroso, siempre como venido de otro lugar a un lugar que no comprendía.

Caballito blanco, llévame de aquí, llévame hasta el pueblo donde yo nací.

Quizá nunca me abandonó el hálito que me rodeó desde mi nacimiento. Recuerdo a mi alrededor una atmósfera fría y etérea, como supongo debe ser el aire de las estrellas. Oscuro, pero de negro puro. Seguramente los niños, envueltos en el aire cálido de la vida pronto se desprenden de su cáscara sideral. Yo, seguramente, para mi bien o para mi mal, aún la conservo.

Y quiero volver a mi pueblo. Que me lleve el caballito blanco. A mi lugar, a mi casa.


1 comentario:

BeTina dijo...

La casa, el hogar, el rostro original...ese que teníamos antes de nacer. Creo que cuando te suceden estas cosas es bastante revelador, porque se empieza a tener verdadera conciencia del Ser, nos damos cuenta del "montaje" que nos rodea, producto de una mente con tiempo.
Gracias por compartir esta experiencia, Miguel.
Abrazos... desde la otra cara de la Tierra, pero bajo la misma Luna ;-)
BeT

PD: me encanta la foto... ese caballo blanco tiene mirada inocente y audaz a la vez... algo así como el arcano de "El Loco".