El azul es el color de la mar profunda,
de la inmensidad sin límites, de la fuente de la vida. El manto que recibe el
calor del Sol y lo guarda en su seno, templando así la tierra y haciéndola
benigna. El mar es donde nacen las nubes y las tormentas que fecundan las
cosechas. El mar calmo o bravo, gentil o violento, voluble siempre. Pero solo
así su piel, su inmensa profundidad es inmutable y eterna, infinita en sus
átomos, cada uno lleno de vida, de creación y fecundidad.
La plata es el color de las
estrellas lejanas. Estrellas al mismo tiempo nuestro origen y nuestro destino.
Limpias, frías,tan lejos y tan dentro. Estrellas que sólo están cuando las
pequeñas luces que nos rodean se apagan, cuando, en la oscuridad del planeta, y
solos en la noche, nos miramos en el enorme manto negro. Negro y plata. Vacío y
plenitud.
Y navegando entre el mar y las
estrellas, sola, una pequeña barca. Los vientos la llevan y la dama mantiene el
timón con mano firme. Mira al mar buscando los vientos favorables. Mira a las
estrellas buscando el rumbo de su destino. Su mano y su corazón no tiemblan.
Como el marino, como el guerrero, como el amante.
En su vela su insignia. Su búsqueda
y su esencia, su norte y su guía. Una lira lanza al aire sus armonías, su canto a la
vida, a la belleza y al amor.
Ahora eres azul y plata, barca y
vientos, armonía y vida, mar y estrellas.
Enhorabuena.
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