Sol
que naces invicto
de
lo profundo del invierno,
sobre
la tierra yerma y fría
que
recuerda tu esplendor
de
los amables y cálidos días.
Proclamas
ahora tu promesa
de
resurrección y de fuerza.
Naces
niño, y pequeño,
como
la luz en la gruta,
como
una chispa en las ascuas,
con
el poder milagroso
de
la fuerza del cachorro,
de
la claridad del arroyo.
Hundirás
las semillas
en
la tierra dormida,
y
un día volverán
a
prender la inmensa hoguera
de
una nueva primavera.
Sol
triunfante, naciente
en
un mundo oscuro
disolverás
las negruras,
y
ante tu luz morirán.
Y
darás vida a los seres,
otra
vez renacidos
de
la tierra, iluminados
tomando
tu luz y tu vida.
Si
nuestra fe mengüa
y
nuestra llama tiembla temerosa
en
los fríos y cortos días
de
estremecimientos y miedos,
muéstranos
que la victoria
duerme
en nuestros pechos
soñando
la compañía de tu fuerza.
Y
danos la fe
de
una nueva primavera,
de
vida y de flores
nacidas
por tu fuego.
Y
así recogeremos luego
en
la paz dulce del estío,
los
dorados frutos
nacidos
de tu mano.
Así
sea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario