jueves, 11 de abril de 2013

VIDA

















Unos ponen su vida en su cuerpo, en sus órganos y fluidos.
Otros en sus hijos, en sus vidas y en sus andares.
Los más en los placeres de la carne, la buena comida, el descanso, el vino rico.

Algunos en los amigos, en sus risas, en sus cariños y pesares.
Otros en los intensos placeres que brinda en amor en los sentidos, en el cuerpo y en el alma.
También otros en sus sueños, en sus ambiciones y proyectos.
Casi todos en la búsqueda imposible de la felicidad, esa dama esquiva a la que nadie ha visto nunca la cara, siempre detrás de su espalda desnuda.

Unos en la vida de los demás, para hacerlos vanidosamente como ellos, o para envidiarlos de algún bien que imaginan, para odiarlos, para ayudarles en su camino, o simplemente para contemplarlos, como se ve en el teatro la vida de otros.

Algunos buscan el solitario camino de la orilla del mar. Otros el bullicio de la céntrica calle. Unos suben a la montaña, otros bajan a las negras cuevas.
Muchos trabajan buscando dejar una huella. Otros sólo por mantener sus cosas. Algunos pensando mejorar el mundo.

Solo yo estoy aquí, sin saber, ansiando sólo mi mundo celeste y frío. Buscando en lo oscuro la piedra y la yerba. Sentado en el camino desierto que no sé adónde conduce. Engullendo con miedo mis ojos y mis lágrimas. Saboreando la sal de los cielos y el blanco de las estrellas lejanas.

Solo yo contemplo el universo extraño. Y en el frío desierto solo encuentro el oasis translúcido de mi mirada perdida. Los ojos silentes de mi hermana lejana. Un silencio tranquilo que acompaña mis horas de paso cansino. En mi andar errabundo un espejismo lejano y cercano se abre en mis ojos, solo a veces. Y me miento, me miento y me digo, que un espejo solo luce tu imagen. Solo esto está ante ti. Por siempre desolado.



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