lunes, 5 de septiembre de 2011

JUSTICIA


Quien no quiera ser juez
de sus propios actos,
que no lo sea.

Pero un día,
ya cercano a la muerte,
caeran los cortinajes,
y un juez implacable
hará presencia.

Ese día será
el día más amargo
de su vida
y, quizá, también,
el último.



3 comentarios:

Clara dijo...

La temida balanza...y ansiada como símbólo de lo que deberia ser.

Bs

ABRAXAS CADIZ dijo...

Tu lo has dicho, Clara, ansiada y temida.
Ansiada porque queremos hacer justicia en los otros.
Temida porque tememos hacernos justicia a nosotros mismos.

Un abrazo y gracias por tu comentario.

juan dijo...

Quizás tras la amargura venga la sonrisa al descubrir que hasta las cargas más pesadas y amargas eran en los hechos igual de ligeras e ilusorias que casi todos nuestros juicios sobre los demás y ante todo sobre todo, sobre cuál era nuestra identidad y naturaleza.

Un abrazo y gracias por tu presencia en instantes :)