Hermes advierte que no es posible volar hasta Él con solo un ala.
Hoy no quiero escribir de cosas tristes, ni de dificultades, ni de nubes negras, ni de caminos de barro y rastrojos.
Hoy querría aportar algo de piedad y de alegría a mis compañeros de camino. Porque son ellos el motivo de mis letras, y a ellos debo mi labor. Y no merecen mis sinsabores, ni mis angustias, ni mis penas. Sé de sobra (y lo sabemos todos), que en el mundo abunda el barro. Pero también sé que dentro de él se ocultan diminutas pepitas de oro puro, que es preciso buscar y rebuscar, para con ella fabricarnos la corona de la esperanza.
Y es de la esperanza de la que quiero hoy hablaros. Y la esperanza hunde sus raíces en la confianza. Y la confianza, de confiar, es palabra cuya alma procede del latín, cum-fidere, con fe. De la fe surge la confianza, y de la confianza surge la esperanza. Y si no llegamos a comprender la invocación fiat voluntas tuas de la oración que nos enseñó el Maestro, poco podremos tener fe, ni confianza, ni esperanza.
La esperanza no es cuestión de débiles, sino aceptación viril y activa de los misteriosos designios que, aunque inescrutables y muchas veces incomprensibles, nos llevan por el camino que nos ha sido trazado para nuestro encuentro con lo celeste. Y esta aceptación viril no nos debe llevar al desespero, sino, por contra, a la aceptación serena y responsable de las pruebas a que somos sometidos desde lo alto para nuestra superación.
Sabemos que la vida no es fácil para nadie. Y si así fuera, de poco serviría. Y rebelarnos contra las pruebas que nos son enviadas, que no lo son para nuestra desesperación y dolor, sino para nuestra superación y nuestra gloria, no nos lleva sino a no aceptar las oportunidades de superar nuestro actual estado y elevarnos a mundos más sutiles.
Bendigamos a Dios pues por estas pruebas y por los dolores que nos manda superar, porque con nuestro esfuerzo y esperanza podemos hacer de ellas nuestra corona gloriosa, y no solo eso, que sería solo para nuestro bien, sino que así podremos ofrecer a nuestros hermanos la dicha y la alegría de, escalando más altas cumbres, ofrecer vistas más bellas del Universo.
Quiero pruebas, no tranquilidad.
Dijo el Maestro:
No vine a traer la paz, sino la espada.
Y también dijo:
El que quiera entender que entienda.
1 comentario:
Tan sencillo y difícil a la vez...
Fiat voluntas tua sicut in coelo et in terra.
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