A veces el camino se vuelve gris. Los paisajes antes frescos y verdes, rebosantes de vida y de luz, dan paso a sombríos y tristes páramos, donde la yerba ha tomado el color dorado de lo agostado, de lo terminado.
El paso ágil y decidido se torna indeciso y torpe, la mirada transparente y luminosa empaña su lente, y al alma le cuesta asomar por las pupilas. La bella juventud, de esperanza, de fecundidad y de transportes, envejece de repente, y los días por venir se hacen difusos y turbios.
El cansancio entumece los músculos del cuerpo interior y el sueño se instala en el tedio y en la displicencia. El hermoso y curativo dolor deja su lugar al aburrido y estéril fastidio.
Los ángeles callan, las musas se ausentan, y la mano de tu maestro te suelta en el caos.
La belleza se esconde a tus ojos, y tus pequeños amigos de tu mundo están tristes por ti. No te reconocen.
Solo la memoria de tus días alimenta el futuro. No puede ser. Eres fecundo -te dices-, tu alma no puede morir. Solo es un tramo del camino, que ahora es escarpado y árido. Solo has acabado una perla. Pero el cuello sagrado espera su collar completo.
Y eres joyero divino.
2 comentarios:
No pasa nada. Es parte del camino espiritual:
http://silencioactivo.blogspot.com/2009/07/camino-espiritual.html
Los días por venir se hacen difusos.... Amigo, así es, nuestra tarea más difícil es resistir ese vendaval en medio del camino. En donde antes había luz, nos volvemos ciegos, y sordos para ciertas melodías. Pero contamos con el conocimiento, con la esperanza y con la fe, armas que nos protegen de salirnos de la senda que la vida nos va marcando.
Protejámonos cuando estemos bien orientados para estas inclemencias, que sabemos pasarán, la calma llega, y es muy alentador saber que si un día brilló el sol, lo volverá a hacer, si no olvidamos sus destellos.
Un abrazo, Miguel
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