lunes, 27 de octubre de 2008

AGUA Y ACEITE


















       Hoy quiero abordar un problema realmente decisivo para la raza humana. Os aseguro que no es algo ocioso ¿A quién no se le ha presentado en problema tan corriente de sacar con limpieza el aceite que contiene un recipiente? ¿No resulta engorroso, sucio, y las más de las veces imposible? Por más que uno intenta quitarlo siempre queda el vaso pringado, y no solo el vaso, sino las manos, la mesa y todo lo que se toque.
       
       Así pues, como observador de la realidad, como físico y como inventor de soluciones sencillas, os voy a proponer el sistema más eficaz, el más limpio, y si me apuran, el único que a la larga puede funcionar.
       
       Ni siquiera es preciso pensar en el aceite, ni amargarse por él. Todo consiste en ignorarlo. En realidad no es parte del problema, solo es un ocupante ilícito del recipiente. Aquí está la solución del problema. No se puede eliminar el aceite si no es rellenando su espacio con un líquido más puro y a la vez más pesado, y, lo que resulta fundamental, que no admita ningún tipo de mezcla con él, que sea incompatible con el aceite.
       
       Aquí radica mi gran invento. Cambiar, sencillamente, el aceite por agua. El agua, al cumplir con las propiedades citadas anteriormente, hará el trabajo de la manera más limpia y eficaz.
       
       El procedimiento es el siguiente:
       
       Tomar el recipiente lleno de aceite a eliminar y colocarlo en un lugar donde el aceite desalojado pueda ser desechado sin causar daño.
       
       Verter, al principio en muy pequeñas cantidades y muy lentamente, agua de la más pura que se disponga. Conviene usar agua del cielo, es decir, de lluvia, pero caso de no disponer de ella, se puede añadir cualquiera, siempre que no tenga sólidos en suspensión. Dejar un poco de tiempo para que el aceite rebose hacia el vertedero.
       
       Conforme el vaso contenga en su fondo más cantidad de agua será cada vez más fácil la adición de agua y el desalojo del aceite.
       
       Una vez completada la operación, el recipiente sólo contendrá agua limpia, y el aceite habrá sido completamente eliminado. Bueno… dicho mejor, una pequeña película de aceite no será eliminada… ¡nada es perfecto! Pero no importa. Repetid la operación una y mil veces, y cada vez, eliminaréis más el pequeño residuo de aceite. La limpieza total nunca es tan sencilla ni tan fácil.
       
       Este inventor asegura el éxito del proceso explicado, basado, obviamente, en las leyes físicas que nos gobiernan, relativas a las propiedades respectivas del aceite y el agua.
       
       Como todo el mundo sabe, por una parte, el agua es más pesada que el aceite, y por otra no admiten mezclas con él de ninguna clase. Así pues, su existencia es incompatible en el mismo recipiente. El lugar que ocupa uno no puede ocuparlo el otro. En ello radica la eficacia de la operación.
       
       Espero que con este invento, aplicado convenientemente en vuestras casas, y a lo largo de vuestras vidas, consigáis resolver el hasta ahora irresoluble problema que tantas angustias y trabajos suponen para nuestra sufrida humanidad.
       
       De nada.
       Vuestro amigo del alma,


       
       

7 comentarios:

Carmen dijo...

Me encanta la solución al problema: inocua, sin cataclismos y eficaz...

Simplemente se trata de ser agua, y aliarse con más agua... entonces mientras el volumen de agua aumenta disminuye el del aceite...

Únicamente se nesesita un poco de paciencia... y la sabiduría de entender que si eres agua el aceite estará hay (en menor o mayor cantidad) y podrá contaminar tu medio pero tú seguirás siendo agua...

Un beso!!!

ABRAXAS CADIZ dijo...

Es como dices, Carmen. Siempre es más útil rellenarnos con pureza que, por sí sola, eliminará la suciedad, que luchar contra ésta última. Desalojarla por completo es casi imposible, si le seguimos dejando espacio.
Un abrazo.

Bernardo dijo...

El agua quizás el solvente por excelencia en el universo, tan importante es que ni siquiera la vida se le resiste, sin el no existiríamos, al menos en este estado físico.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Me parece muy bueno lo del agua, pero no es tan fácil encontrar agua en estado casi puro, os lo digo por experiencia. Quizá sea demasiado exigente. Este post enlaza con el del samurai, también demasiada agua pura.
Un saludo.

ABRAXAS CADIZ dijo...

Por supuesto que no es fácil encontrar agua purísima, Terroglobo. Muy al contrario, es muy difícil, y más, tratándose, no de agua material, sino sutil, ya que para distinguir si está sucia o clara no basta la vista externa, hace falta desarrollar la interna.
Como dicen los camperos, el agua más pura, la del cielo.
Así y todo, el buscarla es una buena meta en la vida. Para mí, quizá, la mejor. A veces no es demasiado complicado... podemos encontrar buenos amigos, buena música, buena literatura, buenas aficiones, etc. Son cosas sencillas, solo que es preciso ir aprendiendo a elegir muy bien. Para mí, aquello que me hace más puro de todo lo mencionado es lo que elijo y alimento.
Y así como, si queremos estar sanos de cuerpo, elegimos muy bien el alimento y las costumbres, si queremos estar sanos de alma tendremos que hacer lo mismo.Todas las cosas, en el fondo, funcionan de igual manera. Como es arriba es abajo.
Un abrazo.

Mª Teresa Sánchez Martín dijo...

Has elegido el agua, una metáfora excelente. Es cierto lo que dices y funciona muy bien. Yo también lo utilizo cuando necesito eliminar ese “aceite” que perjudica la calma de mi espíritu de algún modo. Si intentas sacarlo, aunque lo hagas con cuidado siempre te pringas, así es el aceite, su condición natural. Como tú, simplemente lo ignoro y cubro el espacio con agua limpia. La mía no es pura, nadie es perfecto, por eso a veces la mezclo, con el cariño de mis seres queridos, con una buena lectura, concentrándome en la belleza y sobre todo con mis poemas. Estas aguas son muy buenas para eliminar del vaso “el aceite” engorroso. Con una mezcla de indiferencia, serenidad, como no, paciencia y una pizca de compasión también sale muy bien.
Gracias por visitar mi blog, tus comentarios son admirables. Me gusta mucho el poema con el que respondes a “La gran duna”. Establecen entre sí un dialogo que creo debería existir siempre en poesía y que conecta con lo que nos conmueve.

Estoy conociendo tu espacio. He creado un enlace de tu blog en el mío para no extraviarte pues me parece muy interesante.
Volveré a visitarte, un saludo.

Teresa

ABRAXAS CADIZ dijo...

Querida Teresa, si a tu agua le añades, como dices,"el cariño de mis seres queridos, una buena lectura, concentración en la belleza y sobre todo mis poemas", no le estás quitando pureza, sino más bien, la estás haciendo aún más pura. El agua siempre fue, desde las civilizaciones más antiguas, elemento de purificación. Y tu con eso que añades, la conviertes en "agua bendita". Eso le da "el espíritu" o el "aroma" al agua.Esa es, en verdad, el agua a utilizar para limpiar nuestra psiquis.
Como también dices, y yo lo comparto, es preciso olvidar nuestra sombras, añadiendo luz, y olvidar nuestra suciedad, añadiendo "agua bendita".
Un abrazo