jueves, 17 de marzo de 2022

YA NO SE LLEVA...

      

 

 

Esta mañana me desperté porque oí voces en el resto de la casa, voces femeninas. Y pensé: “debe ser jueves, o quizá lunes”. Miré el reloj de la mesilla de noche y eran las diez y diez. Y me dije: ha llegado Mari, la chica de la limpieza ¡Horror!, exclamé en voz alta. Pero ahí fuera hay más de dos mujeres, hay alguna que otra más ¿quién será?

Me puse el batín y salí del dormitorio. En efecto había tres. Mi mujer, Mari, y otra más. De ahí los decibelios que yo recibía desde mi cama. ¿Y que haría esa otra más en mi casa, pasando de una a otra habitación y seguida de mi mujer. 

Por su conversación deduje que era una decoradora que iba orientando a mi mujer sobre los cambios que habría que hacer en la casa, y además era la dueña de la tienda donde íbamos a comprar muebles, pintura, papeles pintados, lámparas y demás. Yo me coloqué tras ellas para enterarme de los cambios que iban a realizar en la decoración de la casa. De mi casa, que es mía también. En cuestión de media hora escuché decir la frase “esto ya no se lleva…” muchas veces. Los colores de las paredes de la casa “ya no se llevan” decía -decía la decoradora. Muchos de los muebles ya no se llevan, las lámparas ya no se llevan… Exclamé para mis adentros ¡¡¡coño, ni que mi casa fuera de los picapiedras!!! Me dio por pensar que esa chica, la decoradora, y dueña de la tienda donde vende “las cosas que sí se llevan” se había propuesto pegarle un buen bocado a mi cuenta corriente, y poner mi casa "como se lleva", quitando de ella todo lo que “ya no se lleva”. 

 Llegó un momento, en el que la decoradora nos decía que en un testero del salón iría muy bien pintarlo de blanco roto. Y en ese momento me empezó a hervir la sangre. Y me dije: para Miguel, que te conozco, contrólate, porque si sueltas tu genio eres capaz de mostrarle a esa chica donde está la puerta. Ya está bien con eso de “ya no se lleva” ¡Y a mí que me importa que no se lleve, qué significa eso de que no se lleva, yo quiero llevar lo que me guste, y no lo que te guste a ti. Tu decora la casa a tu gusto, pero esta no es la tuya, es la mía. O es que vas a jubilar mis muebles, y poner otros a tu gusto, de tu tienda por supuesto, pintar las paredes con los colores “que se llevan”. E igual con todo lo demás. ¡Y a mí que me importa si se llevan o no. ¿O es que de lo que se trata es de decorar un pantalón vaquero, o un traje “muy ponible” como dicen los cursis. 

La chica de la limpieza entró en la conversación, en defensa de la decoradora, claro, diciendo que había siempre que cambiar cosas y renovarse. Ya me cabreé de manera total, y me saltó la vena del, para ellas, machista, aunque no me considero machista. En mí comenzó a hablar el conservador y clásico. ¡A ver, que alguien me lo explique, porqué hay que cambiar todas las cosas, o quitar cosas que “ya no se llevan”. Y dale con el soniquete…A mí me gusta mi casa, como está, casi toda ella y su decoración también. Si las dejo con el “ya no….” se dispondrían a quitarme mis cuadros de las paredes, con el ya tan repetido achaque, y encargarle a alguien de Madrid que se pasara por ARCO y me comprara tres o cuatro cuadros de última generación, de esos que hay ahora, virtuales, donde ni siguiera hay cuadro, ni en tela ni en ná, que hay que verlo desde un cañón proyector para el ordenador.

Como a mi mujer la convence cualquiera, y la decoradora para ella es de total confianza y además es buena persona y simpática, pues lo tiene todo ganado. Se llevará la pasta y además se felicitará que haya sido tan fácil el dejarle hacer que compremos todo lo que a ella se le haya antojado. Y al precio que ella le haya puesto.

Es como si vas a un concesionario a comprar un coche y el vendedor no solo nos vende la marca del coche, el modelo y el color. Evidentemente, el coche que a él le gusta, el más caro y el que más comisión le deja.

Y colorín colorado, esta tonta historia se ha acabado. Y es que el coche que tu tienes “ya no se lleva”.

Es a mí a quien ellas van a llevar...  al manicomio, pero no, porque ya  no se lleva. 

 

    
 

 

 

 

 

 

 

 

lunes, 7 de febrero de 2022

PLATA Y AZUL

 

Barco de silueta barco, barco, blanco, bote de madera, Oceano png | Klipartz 

 

          

 El azul es el color de la mar profunda, de la inmensidad sin límites, de la fuente de la vida. El manto que recibe el calor del Sol y lo guarda en su seno, templando así la tierra y haciéndola benigna. El mar es donde nacen las nubes y las tormentas que fecundan las cosechas. El mar calmo o bravo, gentil o violento, voluble siempre. Pero solo así su piel, su inmensa profundidad es inmutable y eterna, infinita en sus átomos, cada uno lleno de vida, de creación y fecundidad.

            La plata es el color de las estrellas lejanas. Estrellas al mismo tiempo nuestro origen y nuestro destino. Limpias, frías,tan lejos y tan dentro. Estrellas que sólo están cuando las pequeñas luces que nos rodean se apagan, cuando, en la oscuridad del planeta, y solos en la noche, nos miramos en el enorme manto negro. Negro y plata. Vacío y plenitud.

            Y navegando entre el mar y las estrellas, sola, una pequeña barca. Los vientos la llevan y la dama mantiene el timón con mano firme. Mira al mar buscando los vientos favorables. Mira a las estrellas buscando el rumbo de su destino. Su mano y su corazón no tiemblan. Como el marino, como el guerrero, como el amante.

            En su vela su insignia. Su búsqueda y su esencia, su norte y su guía. Una lira lanza al aire sus armonías, su canto a la vida, a la belleza y al amor.

            Ahora eres azul y plata, barca y vientos, armonía y vida, mar y estrellas.

            Enhorabuena.

                                                                     


                     


miércoles, 10 de noviembre de 2021

BESOS PARA PAPA

 


La historia cuenta que hace algún tiempo un hombre castigó a su hija de 5 años por desperdiciar un rollo de papel dorado para envolver regalos. Estaban muy mal de dinero y se molestó mucho cuando la niña pegó todo el papel dorado en una cajita que puso debajo del árbol de navidad.

 
Sin embargo, la mañana de navidad, la niña entregó a su padre la cajita envuelta con el papel dorado, diciendo: 


Esto es para ti, papá. 


El padre se sintió avergonzado por haberse molestado tanto la noche anterior, pero su molestia resurgió de nuevo cuando comprobó que la caja estaba vacía, y le dijo en tono molesto: 


- ¿No sabe usted, señorita, que cuando uno da un regalo debe haber algo dentro del paquete? 


La niña se giró con lágrimas en los ojos y le dijo: 


Pero papi, no está vacía. Le puse besitos hasta que se llenó. 


El padre, entonces, conmovido, abrazó a la niña y pidió que le perdonara su horrible manera de proceder. 


Un tiempo después, un accidente se llevó la vida de la niña y el padre conservó la cajita dorada junto a su cama por el resto de su vida. 


Cuando se sentía solo y desanimado, metía su mano en la caja y sacaba un beso imaginario de ella. 


En cierto sentido, todos nosotros los humanos hemos recibido una cajita dorada llena de amor incondicional y besitos de nuestros hijos, familia, amigos.... No hay regalo más precioso que uno pueda recibir. 
 
Las amistades son como ángeles que nos levantan cuando hemos caído o cuando nuestras alas tienen dificultad para elevarnos y volar. 

 


 



viernes, 5 de noviembre de 2021

SILENCIO

  


Solo hay tres cosas dignas de romper el silencio: 

La música

La poesía

El amor

A. Nervo

En sus horas de meditación silenciosa, el estudiante encontrará que hay un espacio de silencio dentro de él, donde puede encontrar refugio para sus pensamientos, para los deseos de la agitación de los sentidos y para los engaños de la mente.

Hundiendo su conciencia profundamente en su corazón puede alcanzar ese lugar al principio solamente cuando se encuentra sólo, en el silencio y la oscuridad. Pero cuando la necesidad de silencio ha crecido suficientemente, volverá a buscarlo, incluso en medio de la lucha consigo mismo. Y lo encontrará.

HPB

         Pilatos preguntó a Jesús qué era la verdad, y su respuesta fue el silencio.

         También no hace mucho que han aparecido evangelios apócrifos, y se cuenta que los apóstoles preguntaron a María la Magdalena qué cosas le había enseñado Jesús que no les hubiera enseñado a ellos. Y en esos evangelios se explica que permaneció en silencio. Quizá eso era lo que le había enseñado. 

         Recordemos a Buda, sentado ante el árbol donde consiguió la iluminación. También guardó silencio.

         Los enamorados, cuando llegan a alcanzar la cima de su comunión de almas, les basta el silencio.

         Todo nos parece indicar que las respuestas están en el silencio. Pero cuando oímos hablar del silencio todos pensamos en algo vacío, no en algo lleno. Y, paradójicamente, en todas las indicaciones de orden superior, no solo no es algo vacío sino, por el contrario, es la condición inherente a la plenitud.

         Y es más. Ni siquiera somos conscientes del alcance de su significado. En el concepto vulgar del término, consiste sencillamente en no abrir la boca. Pero debemos percatarnos que la boca se abre cuando algo interior la fuerza a abrirse. Y ¿qué es ese algo interior que la obliga?

         Si hiciéramos caso a aquél que dijo que solo dijéramos algo después de comprobar la certeza de que fuera algo bueno, justo, bello, útil y necesario ¿quién se atrevería a abrirla? Yo desde luego la abriría poco. O nada.

         Pero aún sin abrirla, ¿qué cantidad de charla inútil existe en nuestro interior constantemente? ¿con cuántos lenguajes habla nuestro ser ancestral, no propiamente humano? ¿cuántos hay dentro de nosotros que hablan constantemente arrogándose ser nosotros, hablando en nuestro nombre? ¿cuánta gente pulula dentro de nosotros verborreando sin nuestro permiso?

         Porque podría pensarse que solo hablamos desde nuestra razón, desde nuestra mente, pero, a poco que nos observemos comprobaremos que hablamos desde muchos lugares diferentes.

         Habla nuestro cuerpo: Tengo sed, tengo hambre, estoy cansado, me tomaría una cervecita fresquita, quiero ir a la playa... y todos los etcéteras que fácilmente podréis añadir.

         Habla nuestra psique: Estoy irritado, estoy nervioso, estoy aburrido, estoy enamorado, estoy abatido, estoy fastidiado, estoy enfadado, estoy encantado, estoy fascinado, me lo estoy pasando bien, me lo estoy pasando mal, ¿cómo estoy? ¿cómo no estoy? Y los etcéteras.

         Habla nuestra mente común: Soy maravilloso. Soy genial. Soy un desastre. No tengo remedio. Somos amigos. Somos enemigos. Tengo demasiadas cosas que hacer. No tengo nada que hacer. Me gustaría saber... qué piensan de mí, me gustaría tocar el piano, hacer un viaje. Y los etcéteras.

         Y ¿quién no habla? Pues, evidentemente, entre tal algarabía, aunque alguien hablara no le escucharíamos. Y ciertamente hablan. Solo que no los podemos escuchar. Hay demasiado ruido. Y los que hablan siempre lo hacen en voz baja. Por ello, para escucharlos es preciso absoluto silencio.

Y ¿quién es capaz de callar?